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Los
enemigos de la Iglesia, los externos son pasajeros, son perros ladradores que
solemos ignorar, los internos ladran y sus ladridos duelen.
Juan de
Patmos temía el poder militar y cultural de Roma, pero temía más a los enemigos
internos, “los que se llaman apóstoles y son unos mentirosos”, “los que se
llaman judíos pero no son sino sinagoga de Satanás” y el profeta Balaán y la
profetisa Jezabel son nombres bíblicos que ocultan identidades históricas que no
quiere revelar.
Cuando
Roma cesó de hostigar a los seguidores de Jesús, éstos, libres de los enemigos
externos, no tardaron en encontrar dentro nuevos enemigos, “los falsos
hermanos”, los herejes.
De
perseguidos a perseguidores de herejes. Los ex-comulgaron, los ex-iliaron, los
ex-patriaron y todos se empobrecieron. Hasta los herejes son necesarios.
Vivimos
más pendientes de la ortodoxia, los tiquismiquis ideológicos, la vida vista
desde la altura de la cátedra de la academia que de la ortopraxis, la vida real
y concreta, la que se suda, se sufre y se goza en el trajín de la existencia.
Los
Elifad, Bildad y Sofar, los ortodoxos, los seguidores de la sabiduría
tradicional, los defensores de la moral tradicional, son condenados por Dios y
obligados a ofrecer siete novillos y siete carneros en holocausto por Job, el
hereje y el pecador, bendecido por Dios y duplicador de todos sus bienes.
En el
judaísmo, bendita ilusión, no caben los fundamentalismos, ni las herejías ni los
herejes. Su fundamento no es la ortodoxia teológica, lo importante no es lo que
se cree sino lo que se hace.
Las
interpretaciones de la Torah, del Texto, son acumulativas, tan válidas son las
del Rebe como las de su alumno.
“No
está en el cielo” se lee en Deuteronomio 30,12. El Texto está en la tierra, es
propiedad de los hombres que lo interpretan y lo re-interpretan sin cesar. Nadie
tiene el monopolio del Texto. Nadie es ex-comulgado.
“La
dimisión de Benedicto XVI será recordada como uno de los acontecimientos más
catastróficos de nuestro siglo, abrió la puerta al caos eclesial” escribe
Roberto de Mattei en el artículo The Unknowns at the End of the Pontificate.
Francisco
tiene más enemigos dentro de la Iglesia que fuera. No piden, a pesar de
declararle hereje, su ex-comunión, piden que, aunque cronológicamente aún no ha
terminado su reinado, para bien de la Iglesia desaparezca del mapa. El
coronavairus ha producido un silencio lunar y una soledad vaticana que marca el
fin de una demasiado larga etapa.
Los
ladridos de la coalición de católicos conservadores y ultra-tradicionalistas
escandalizan y asustan a muchos católicos que hasta se acusan en la confesión de
no poder aceptar el magisterio del Papa.
Francisco,
el hombre de los ojos perfectos, el hombre que escucha palabras de Dios, el
hombre que contempla visiones del Todopoderoso, el hombre del diálogo y la
oración con los Luteranos y los Anglicanos, los Rabinos y los Imanes, el Papa de
Puertas abiertas y de corazón abierto a todas las personas, gays and straights,
males and females, young and old, all colors...todos creados a “imagen de Dios”,
el Papa más Pastor que académico, el Papa menos Papa de todos, el Papa menos
romano, el Papa que tiene los ojos en la frente para encarar el futuro y no los
tiene en el cogote para recrear un pasado en gran parte imaginario, no puedo
creer que tenga tantos enemigos. Sólo los visionarios tienen enemigos.
Francisco
no ha cerrado puertas, la Iglesia es ciudad santuario, área de descanso,
albergue para peregrinos, hospital para los heridos y restaurante para las almas
hambrientas de sentido.
En sus
documentos pastorales no da portazos, las puertas quedan entreabiertas y los
grandes temas, por miedo o porque los tiempos no están maduros, quedan sin
resolver.
El
Próximo Papa, título de tres libros recién publicados, parece que ya está
llamando a la puerta, ojalá sea un Francisco II y siga el camino iniciado.
¿Se
atreverá Francisco a levantar la ex-comunión a Lutero, el monje agustino que
puso la Palabra de Dios por encima de la palabra de León X y la del emperador
Carlos V?
Si lo
hace será un ladrido ecuménico, una piedra más para edificar la nueva Iglesia de
Jesús.
Los
hermanos responderán con otro ladrido más ecuménico y pondrán otra piedra en la
edificación de la única Iglesia de Jesús.
Espero
que la conversación larga y acalorada mantenida entre Lutero y León X en el
purgatorio haya terminado y la continúen ecuménicamente en el cielo. No es
tiempo de ex-comuniones sino de Evangelio.
parroquiadelmundo.org
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