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Hace
cuatro días les deseaba Feliz NAVIDAD.
Algunos
teníamos algo que celebrar, alguien a quien dar posada, una asombrosa historia
que contar, un nacimiento celestial, el Amor hecho carne visible, tangible,
besable.
Hoy, a
las puertas del 2021, quiero felicitarles algo más prosaico, más trivial, El
Nuevo Año.
El año
2020, veinte veinte, sonaba tan bien, era una cifra tan redonda, tan fácil de
decir que lo estrenamos con ilusión.
Vivíamos
en un Mundo Feliz. El hombre, eterno zahorí, parecía haber encontrado el elixir
de la felicidad, y gran prestidigitador sacaba de su sombrero, cada día, un
gadget más novedoso y más poderoso. El universo era nuestra ostra.
El
hombre, bateau ivre, pensaba que Dios era “el invento más innecesario de cuantos
se han imaginado”.
Hoy,
resulta demasiado fácil maldecir el Año veinte veinte, 2020.
Ha
matado la vida del cuerpo. Son muchos los conocidos y queridos y otros que son
meras estadísticas los que nos han dejado.
Ha
matado la vida social. Nos ha distanciado. Tras puertas blindadas, todos somos
sospechosos, todos somos portadores del gran mal.
Ha
matado la vida del alma. Cerrados todos los templos, “se ha hecho un silencio de
media hora” y aún no se ha abierto el séptimo sello del Apocalipsis.
Ha
matado la economía. Se ha parado el mundo, los aviones en sus hangares y los
turistas en tierra han matado el turismo. He visto miedo en los ojos de los
Católicos del Coronavirus y de los ciudadanos.
Hoy, me
alegro de que haya terminado el 2020. Ha sido para todos Un Annus Horribilis.
Como
dice Charles Dickens en la primera frase de su novela A Tale of Two Cities: “Era
el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos”. “It was the best of times,
it was the worst of times”...
Feliz
Año Nuevo 2021. Junto con todos los habitantes del planeta tierra, los de
Pastriz, unos en casa, otros en el Ajax Bar y otros en la iglesia de San Pedro
Apóstol, celebramos el comienzo del Nuevo Año.
“Nuevo”,
es una palabra de nuestro vocabulario que pone una sonrisa en nuestros labios y
gran excitación en el corazón.
“Nuevo”
siempre suena a gran noticia: “nuevo” amor, “nuevo” trabajo, “nuevo” hijo,
“nuevo” LEXUS... miles de oportunidades para agradecer y regocijarse.
Mirar
atrás es bueno. Repasamos las lecciones aprendidas a medias y damos gracias a
Papá Dios por sus bendiciones.
Mirar
al futuro es bueno. Nos preguntamos, ¿Tendremos salud y paz? ¿Subirá el precio
de la alfalfa? ¿Y si mi ex me pide volver? ¿Y si el sol se declara en huelga?
¿Algún
acontecimiento cambiará el rumbo de mi vida? ¿Encontraré el camino de Dios y de
su iglesia? ¿Será el 2021 el Año de mi Conversión? The answer, my friend, is
blowing in the wind...canta el Premio Nobel, Bob Dylan.
A pesar
de todo, creemos en el mañana. El mañana pertenece a Dios.
“Pertenezco
al hoy y al ayer pero en mí hay algo que es de mañana y de pasado mañana y del
futuro” afirma Zaratustra.
Nuestro
pecado original no está en la manzana sino en el “veneno del tiempo”.
Dios
es, no necesita ningún atributo más.
“El hombre, nacido de mujer, corto de días y harto de inquietudes como flor se
abre y se marchita”...Job 14,1-2 Lo nuestro es ser efímeros, pero el futuro
tiene nombre, venimos de lejos y vamos muy lejos, a los brazos de Dios.
Que suenen las trompetas y los ángeles canten los halllelujahs de la ciudad
celestial.
“El
Señor te bendiga y te proteja,
Ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor.
El Señor te muestre su rostro y te conceda la paz. ( Números 6,24-26)
P. Félix Jiménez Tutor, Párroco
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