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Ayer,
en la furgoneta del Ayuntamiento de Ptz, llevamos la colecta de la Operación
Kilo a la Hermandad del Refugio.
Hecho
intrascendente, pero lo cotidiano, a veces, se transforma y se transfigura.
Iba yo
entre dos funcionarios, codo con codo, distancia social imposible en un asiento
único.
¿Cómo
no hablar del sexto mandamiento en estos tiempos de confinamiento y viajando con
un cura? Tema obligado después del Informe McCarrick, desencubrir a los
encubridores.
Conversación
flúida y apasionada, expresión de convicciones profundas.
Nos
remontamos, biblistas atrevidos, al Génesis y nombramos a Adán, confinado y
solitario en el jardín del Edén, triste, a pesar de que Dios bajaba por la
escalera del cielo a visitarlo al atardecer, cuando la soledad se hace más
profunda.
No se
puede ser feliz si no se tiene a quien dar. Dar y Recibir son las dos caras de
la misma moneda. Y Dios se compadeció y le dio una compañera.
Llegamos
a la conclusión de que hasta las VIRTUDES se declaran la guerra y luchan por
figurar en el número uno del Top Ten.
Uno de
mis acompañantes, producto del Colegio de Curas, confesaba que la Virtud de la
Pureza, palabra muy de ayer, muy en la boca de los frailes y de los
predicadores, hoy, silenciada y en desuso, no está ni en el Top Ten ni entre las
Cuarenta Virtudes Principales.
¿Será
la humildad de María la que eclipsa a todas las Virtudes y la que se encarama en
el número uno del Top Ten?
¿Será
la sencillez de José, que se contentó con ser un mero extra en un guión impuesto
en el que hace de hombre mudo?
¿Será
la piedra de San Jerónimo, símbolo de la penitencia más cruel?
¿Será
la caridad del santo que sólo dio media capa a un pobre?
Pablo,
nuestro primer teólogo, nos dio la solución. Ninguna Virtud sirve de nada sin el
Amor que es la Primera y la Última.
“Consigue
que no se peleen entre ellas esas lindas mujercillas”, nos aconseja el filósofo,
no santo pero sí sabio.
Hicimos
un Coffe Break en el Tinelo, la conversación lo exigía.
Estos
días hemos asistido alucinados al fanatismo maradoniano: selfis, lágrimas,
abrazos de padres con sus niños, peleas y un país entero conmovido por la
desaparición de un futbolista, hinchas no de un Borges inmortal, sino de un mero
futbolista.
Ningún
mortal es digno de un altar.
¿Y la
Guerra de los Santos Fundadores?
Las
escuelas de frailes y de monjas, éstos, propietarios de las paredes de los
centros, recluidos en sus cuarteles de invierno ya no se les espera. Su
presencia no es necesaria ni querida ni requerida.
Durante
el curso 2018-2019 una niña de mi familia celebró su Primera Comunión. ¿Quién
presidió la Eucaristia? El párroco de Santa María Reina de los Mártires. No sé
lo que comentaron los padres de los niños, sí sé lo que comentaron los míos.
Ya nada
es como antes. Hoy como ayer hay personas que necesitan un puesto de trabajo
para vivir, lo demás es pequeña literatura y barata decoración.
Ya nada
es como antes, pero la guerra de los Santos Fundadores es lo que aún nos queda.
Los
alumnos de las escuelas de frailes y de monjas, desde su más tierna infancia,
aprenden los nombres de los Santos Fundadores, son sus mentores, sus héroes ,
sus santos favoritos, su password, su grito de guerra en las competiciones
deportivas, académicas y sociales.
Pobres
de los alumnos que cambian de centro, tienen que cambiar, traumatizados, de
password.
Hay que
reclutar alumnos para Chaminade, para Louis Querbes, para Calasanz, para Pedro
Nolasco, para Don Bosco, pero sin...
Facebook, el
Gran Chivato, proclama las medallas y las copas y los resultados académicos y
las instalaciones deportivas y las extraescolares y el Código Ético, sin
olvidar, el trilingüismo, condición sine qua non para ser certificado de
excelente.
Ya nada es
como ayer. Hay capacidades que no se publicitan.
Después
del Coffee Break regresamos a Ptz y prometimos volvernos a ver y continuar
nuestro repaso a los diez mandamientos y a los colegios de curas y a discutir
qué Fundador se encarama al número uno del Top Ten, por favor, sin descalificar
al Tú Solo Santo.
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