LA HAMBURGUESA INCRUENTA Y TEOLÓGICA

P. Félix Jiménez Tutor, escolapio.....

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Del “para Dios no hay nada imposible” hemos pasado a “para el hombre no hay nada imposible”. Todo lo que su mente concibe, tarde o temprano, ve la luz.

Dios está de vacaciones. Sólo los dioses gozan de una perpetua inactividad. Lo suyo no es hacer sino ser. Los hombres hemos dejado de ser los criados de los dioses, jardineros del Edén, para convertirnos en dueños de las galaxias.

La luna de los poetas, esa mujer deseada y frígida en su lejanía imposible, ha sido violada por la hubris del hombre. Marte, hoy hollado por los pies indiferentes de los robots, mañana será hollado por los pies de los hombres cuasi omnipotentes.

Sergey Brin que ya nos ha cambiado la vida con Google, adicción pecaminosa, ahora quiere acabar con todas las vacas del Valle y de Nueva Zelanda. Las vacas sufren en los mataderos, emiten más gases contaminantes que un Rolls Royce, necesitan mucho forraje, agua y energía y empuercan las calles y los pastos.

Sergey Brin sueña con producir un steak, de momento ya ha pagado una cantidad astronómica por la primera hamburguesa incruenta y teológica, carne in vitro, rica en proteínas que un día, no muy lejano, alimentará a la humanidad hambrienta.

Ya hemos contemplado la primera hamburguesa, unos en el plato, otros en la televisión y parecía ser de verdad. El doctor Post dijo a los periodistas que estaba very happy pero no se la dio a probar, no había para tantos. A los periodistas les llegó sólo el olor y olía a carne. ¿Pero sabía a carne? Los pocos que la probaron no la escupieron, no hicieron visajes, ponían cara de aprobación. “Creo que ha sido un buen comienzo y hemos demostrado que esto se puede hacer”, dijo el doctor Post.

No es ciencia ficción. La hamburguesa de laboratorio ya ha sido presentada en sociedad, tiene buena pinta y un gran futuro.

Tal vez ustedes y yo no la podamos comprar nunca en el Mercadona ni la veamos en el menú del Mesón Castellano, pero lo más interesante será la acogida que le den las generaciones de la comida basura.

Esta hamburguesa no es tan inocente ni tan virgen como nos la quieren vender. Preguntar por su gusto es una mera curiosidad, pero para millones de personas, judíos, musulmanes, hindúes, cristianos… que siguen unas normas alimenticias, alimentos puros e impuros, alimentos prohibidos por la religión es cuestión de conciencia.

La pregunta de estos hombres es más compleja. ¿Me permite mi religión comer esta hamburguesa? ¿Es alimentos kosher? Se preguntará un judío hasídico

Los hindúes para quienes la vaca es un animal sagrado, intocable, ¿se atreverán a comer esta hamburguesa incruenta?

¿Romperá el ayuno cuaresmal de los católicos esta hamburguesa teológica? Y los hermanos musulmanes, ¿qué opinan los intérpretes del Corán?

Los teólogos, legisladores y profetas de las religiones tienen que dar respuesta a estos nimios interrogantes de unos fieles superobedientes. Estoy seguro que dedicarán horas a dilucidar el tema y que producirán sesudos estudios, más indigestos que la hamburguesa de laboratorio, para tranquilizar la conciencia y los escrúpulos de sus seguidores.

Bienaventurados los vegetarianos, son como los ángeles, han vencido a la carne y la carne in vitro. Bienaventurados los ecologistas, a menos vacas menos contaminación.

Lo mejor, dice el comité de sabios, está aún por llegar.

Lo mejor es lo natural, lo que produce la madre tierra, las manzanas hermosas, el aceite de oliva y el vino de Atauta.

Lo que está por llegar es lo que “sabe a”, “lo que parece ser pero no es”. Hoy estamos ensayando un futuro que conocerán las generaciones futuras, un futuro carente de los alimentos de siempre.

Lo que está por llegar será producido en los laboratorios y, para bien o para mal, nos hará vivir hasta los 125 años, cosa nada natural.

Los sorianos somos los habitantes más afortunados del planeta ya no comemos en los restaurantes sino en “los templos de la salud integral” y en la carta leeremos las bienaventuranzas de la dieta mediterránea soriana.