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“Cuando
todos son cristianos, ninguno es cristiano”.
Puede
haber muchos cofrades y no haber Semana Santa.
Hablar
de Semana Santa no es hablar de Religión. En estos tiempos de total increencia,
hablar de Religión, tema incómodo, cuanto menos mencionado más avenidos.
La
Religión en “espíritu y en verdad”, la hemos minusculizado, -religión-,
la hemos adulterado, según los profetas bíblicos, con ropajes teatrales,
la hemos livianizado con suspiros bobos en los balcones y tras las vallas
masificadas,
la hemos everestizado, nos ha ocupado más tiempo y más esfuerzo que la ascensión
a un ocho mil rutinario.
Semana
Santa 2022, éxito total. Hemos batido todos los records: más cofradías y
hermandades, más cofrades, más turistas, más mirones, más plazas hoteleras…hemos
llenado todas las calles de imágenes y de ruidos, y sí, hemos parido viento.
Los
niños no se bautizan pero los vestimos de cofrades, no los apuntamos a la
catequesis ni a las clases de religión, pero sí los “iniciamos” en los misterios
del bombo y del tambor, a teneris annis, y los inscribimos en el registro de la
propiedad de la hermandad o cofradía.
Cuando nacen no preguntamos: ¿niño o niña? Sino ¿bombo o tambor?
Importa
el número de cofrades, no importa el número de seguidores de Jesús.
Durante
la Semana Santa, las iglesias vacías se convierten en aeropuertos con la sección
ARRIVALS AND DEPARTURES.
Las
Vírgenes maquilladas, lágrimas que son perlas, vestidas con los trajes de los
mejores modistos y los Cristos chorreando sangre y toda una galería de estatuas
policromadas, visita turística gratis in situ, despegan para, después de un
largo viaje, aterrizar en las iglesias tras haber sido exhibidas y aplaudidas
sin el consabido calambre de la FE.
Olvidamos
algo tan elemental y catequético de que a la Semana Santa se entra por la puerta
de la Liturgia, la puerta del Evangelio, no por las puertas de Salidas o
Llegadas del aeropuerto.
Los
4.278 catecúmenos franceses que se injertaron al pueblo de Dios en la Vigilia
Pascual no lo hicieron a ritmo de tambor sino de rodillas y con el evangelio en
la mano y después de unas cuantas Semanas Santas.
Es hora
de dar culto a Dios, sólo a Dios, y olvidarnos de nosotros.
Es hora de dejar de reclutar gente para nuestro pequeño club y de poner
etiquetas fantásticas.
La
Semana Santa se ha convertido en algo irrelevante de tanto querer que sea
relevante.
Celebrada
la Semana Santa 2022, los uniformes guardados y los bombos y tambores
almacenados y olvidados los hermosos sentimientos, es hora de volver a la
cotidianidad y de proclamar lo que es verdad, la muerte de Dios.
La Gran
Apostasía, reto de los cristianos, se vence no con las obras de nuestras manos,
en tres días sino con el Evangelio “que es fuerza de salvación para todos los
que lo aceptan y creen en él”.
La
única rampa de salida es el evangelio. Me pregunto con tristeza, ¿Cuántos habrán
cantado y celebrado el GOL Olímpico de la Pascua? Yo, al menos, se lo he hecho
cantar y gritar a mis contados feligreses.
Yo he
predicado en muchas esquinas de NY, no he necesitado nada, sólo el Evangelio.
Amén.
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