











|
Para
hablar de las cosas cotidianas, al diario vivir desprovisto de heroísmos le
basta un lenguaje sin decoraciones, vulgar, cuanto más tabernario y menos
literario mejor.
Para
hablar del amor, pregúntenle al Cantar de los Cantares, llamado por el rabino
Akiva el Santo de los Santos, no sirve el lenguaje cotidiano, la fiebre altísima
de la pasión necesita vomitar bellas metáforas y un lirismo extasiado.
“Como
manzano entre árboles silvestres
es mi amado entre los mozos,
desearía yacer a su sombra,
pues su fruto es dulce al paladar”. Cantar de los Cantares 2,3
Para
hablar del sufrimiento, las palabras prosaicas y simples de cada día lo
empobrecen y trivializan como si fuera tan inevitable como la caída de las hojas
en otoño, hay que preguntarle a Job, no al Job de la paciencia resignada, sino
al Job de la ira, al Job que blasfema, al Job que quiere llevar a juicio a Dios,
al Job que sufre y se rebela.
“Llevo clavada conmigo
la flecha del Todopoderoso,
mi espíritu absorbe su veneno
los terrores de Dios me rodean”.
Los
profetas bíblicos, intoxicados con el Espíritu, cuando predican, exhortan y
amenazan no emplean el lenguaje de los funcionarios, incoloro, aséptico y frío,
emplean un lenguaje de alto voltaje lírico, saturado de metáforas y de atrevidas
comparaciones.
“Brotará un renuevo del tronco de Jesé,
Y de su raíz florecerá un vástago.
Sobre él se posará el espíritu del Señor.” Isaías 11,1
Hubo
una Torre en Babilonia, un Zigurat, espacio sagrado en el que habitaba y se
veneraba a Marduk, el dios que con una bocanada de aire poderoso venció a Tiamat
y se erigió en dios supremo.
El
Zigurat babilónico, calladamente se introdujo en la Biblia y se convirtió en el
relato conocido como la Torre de Babel.
La
Torre de Babel, gran metáfora de la ambición humana, simboliza el deseo de
conquistar el cielo y ocupar el trono de Dios. Tentación quimérica que sufren
los hombres de ayer y de hoy. Tentación vana.
“Todos
quieren llegar al trono. Su locura consiste en creer que la felicidad radica en
el trono. Y con frecuencia, el fango se asienta en el trono, y también el trono
se asienta en el fango”.
Las
Torres de ayer eran estáticas, casonas plantadas en medio de la huerta honda.
Las Torres del siglo XXI son estaciones espaciales plantadas en medio del
universo infinito, cerca de un cielo inalcanzable.
No
hemos caído en la cuenta de su inutilidad. No tenemos que ascender, el mismísimo
Dios ha descendido de su cielo y, según San Juan, ha plantado su tienda de
campaña, metáfora evangélica, en medio del campamento de los hombres.
La
Torre de Babel, el tabernáculo, templo portátil que los israelitas transportaban
en sus etapas nómadas por el desierto, la tienda del encuentro, Betel, Siló, la
escala de Jacob, las doce estelas, el Templo de Salomón, símbolos de la
presencia de Dios, espacios donde se experimenta la shekinah, la presencia del
Totalmente Otro.
Dios no
bendijo ningún espacio, bendijo el séptimo día, “un palacio en el tiempo”,
bendijo el tiempo, “la eternidad disfrazada.
Dios es
el Dios de la historia, historia de salvación, los espacios reciben múltiples
nombres: templos, sinagogas, pagodas, mezquitas, casas de oración, santuarios,
catedrales, oratorios, iglesias, ermitas, capillas...e incluso “Torre de Dios”
en Movera,hermosa metáfora para este pequeño espacio que acoge a una más pequeña
asamblea.
Cuando
llegó la plenitud de los tiempos Jesucristo se convirtió en el verdadero y único
Templo en el que Dios habita para siempre. Jesucristo no es una metáfora, es una
realidad.
La
Torre Eiffel es el título de uno de los capítulos más hermosos de la historia de
París, sin ella París sería menos París.
La
Torre de Londres, historia escrita con sangre, lujuria y sed de venganza, llena
páginas muy tristes, sin ella Londres sería menos Londres.
La
Torre Vaticana, guardiana de pequeños y grandes secretos nunca confesados, es la
joya de Roma, sin ella Roma sería menos Roma.
The
Watchtower, la Atalaya, a la entrada de Brooklyn, vía The Brooklyn Bridge, no es
refugio sino puente para lanzar al mundo los anunciadores del mensaje.
La
historia de Movera es la historia de sus Torres, unas con capilla, otras sin
capilla, unas en ruinas, otras abandonadas, otras en venta, otras habitadas... y
es la historia de la Primera “Torre de Dios” y la historia de la “TORRE DE DIOS”
en la Plaza Mayor nº 9, meros espacios que Dios quiere llenar con su presencia,
sin las Torres Movera sería menos Movera.

“What is in a name”?
“A rose by any other name would smell as sweet”. Pregunta y contesta Julieta a
Romeo.
Una
rosa, le demos el nombre que le demos, nos dice, seguirá destilando el mismo y
suave perfume.
Una
iglesia, le demos el nombre que le demos, seguirá siendo un espacio en el que
Dios se hace presente y en el que los hombres se reúnen para hacer asamblea
santa, para convertirse en iglesia viva.
|