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Los
gimnasios, a pie de calle y tras grandes cristaleras, nos permiten ver no sólo
los cientos de aparatos disparatados sino también, a las 7 de la mañana, a los
chicos y chicas que se machacan el cuerpo para lucir un “cuerpo de gimnasio”.
El
gimnasio para esculpir el cuerpo está “in”. El gimnasio para extasiar el alma
también existe, pero está “out”. El alma, no detectada por ningún radar, ha
dejado de existir.
“Antaño
el alma miraba al cuerpo con desdén. El alma quería ver el cuerpo demacrado,
horrible”...
Hoy, el
cuerpo, ajeno a las cursilerías del espíritu, se erige en protagonista único,
total.
Yo
visito diariamente y largamente el gimnasio del alma para dar sentido a la
rutina del vivir en cualquier lugar del mundo, incluido Peralta de la Sal.
El
AYUNTAMIENTO de Peralta Calasanz no tiene gimnasio pero ha trazado para
visitantes y caminantes las llamadas “Caminadas de Peralta”: Castell de la Mora,
Barranco de Gabasa, San Roc y la Ganza, Los pozos de hielo…
Dudo me
quede alguna Caminada por caminar.
Todas
las “Caminadas de Peralta” tienen su dificultad. Aquí no existe ni la línea
recta ni los caminos llanos.
La
tarde que subí a San Roc, R-3, en lugar de subir por la autopista, enfilé un
sendero pedregoso y empinado, un Ocho Mil, que me dejó exhausto a los pies de la
Ermita. La placa de la puerta me recordó al titular de la Ermita y añadía: “las
imágenes son de escayola”. Y me dije: “Yo, experto en escayolas, tengo que subir
aquí para que me confirmen en mi verdad.
Camino
hacia la Virgen de la Ganza. Camino llano, tramos alfombrados, tramos bajo el
palio que forman las carrascas que crecen a ambos lados del camino, a la puerta
de la Ermita rezo tres Avemarías y sigo la R-3, dirección Calasanz.
El
último kilómetro, lo dice el guión, ascensión pedregosa, los riñones crujen y
las rodillas se quejan.
A la
entrada del pueblo saludo al Sr. Antonio, hombre casi nonagenario, que vigila
las entradas y salidas. De niño, me cuenta, bajaba andando a la escuela de los
Escolapios de Peralta.
Cuando llego a la Plaza de Pedro I, una señora y su perro me saludan y me
informan:
-”Sólo van 3 o 4 personas a la iglesia”.
-I want more people”, le respondo.
-Haga Misas Godspell y tendrá more people, me contesta.
-Godspell, no lo sé, pero bilingual sí, se acerca un poco, ¿no le parece?
La
iglesia del pueblo corona la larga cuesta y desde la penúltima roca señorea
sobre el pueblo y el valle, testigo de tiempos mejores, cuando los “novísimos”
eran el Godspell de los oradores sagrados.
Hoy es
testigo mudo y sigue siendo el gimnasio del alma, pero, hoy, ya no hay almas,
sólo unos pocos cuerpos rugosos como los olivos de los campos.
Dos
días más tarde alcancé la última roca, la Ermita de San Bartolomé, Ermita de un
día al año y de unos poquitos nostálgicos.
El
vértigo me acompaña en los descensos, me acobarda y me hace tropezar.
Fin de
la Caminada de Peralta, R-3. Descanso y oriento mis pies hacia Peralta de la
Sal.
Antonio,
el vigía, me regala el último Consejo.
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