Las Caminadas de Peralta

P. Félix Jiménez Tutor, escolapio.....

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Los gimnasios, a pie de calle y tras grandes cristaleras, nos permiten ver no sólo los cientos de aparatos disparatados sino también, a las 7 de la mañana, a los chicos y chicas que se machacan el cuerpo para lucir un “cuerpo de gimnasio”.

El gimnasio para esculpir el cuerpo está “in”. El gimnasio para extasiar el alma también existe, pero está “out”. El alma, no detectada por ningún radar, ha dejado de existir.

Antaño el alma miraba al cuerpo con desdén. El alma quería ver el cuerpo demacrado, horrible”...

Hoy, el cuerpo, ajeno a las cursilerías del espíritu, se erige en protagonista único, total.

Yo visito diariamente y largamente el gimnasio del alma para dar sentido a la rutina del vivir en cualquier lugar del mundo, incluido Peralta de la Sal.

El AYUNTAMIENTO de Peralta Calasanz no tiene gimnasio pero ha trazado para visitantes y caminantes las llamadas “Caminadas de Peralta”: Castell de la Mora, Barranco de Gabasa, San Roc y la Ganza, Los pozos de hielo…

Dudo me quede alguna Caminada por caminar.

Todas las “Caminadas de Peralta” tienen su dificultad. Aquí no existe ni la línea recta ni los caminos llanos.

La tarde que subí a San Roc, R-3, en lugar de subir por la autopista, enfilé un sendero pedregoso y empinado, un Ocho Mil, que me dejó exhausto a los pies de la Ermita. La placa de la puerta me recordó al titular de la Ermita y añadía: “las imágenes son de escayola”. Y me dije: “Yo, experto en escayolas, tengo que subir aquí para que me confirmen en mi verdad.

Camino hacia la Virgen de la Ganza. Camino llano, tramos alfombrados, tramos bajo el palio que forman las carrascas que crecen a ambos lados del camino, a la puerta de la Ermita rezo tres Avemarías y sigo la R-3, dirección Calasanz.

El último kilómetro, lo dice el guión, ascensión pedregosa, los riñones crujen y las rodillas se quejan.

A la entrada del pueblo saludo al Sr. Antonio, hombre casi nonagenario, que vigila las entradas y salidas. De niño, me cuenta, bajaba andando a la escuela de los Escolapios de Peralta.
Cuando llego a la Plaza de Pedro I, una señora y su perro me saludan y me informan:

-”Sólo van 3 o 4 personas a la iglesia”.
-I want more people”, le respondo.
-Haga Misas Godspell y tendrá more people, me contesta.
-Godspell, no lo sé, pero bilingual sí, se acerca un poco, ¿no le parece?

La iglesia del pueblo corona la larga cuesta y desde la penúltima roca señorea sobre el pueblo y el valle, testigo de tiempos mejores, cuando los “novísimos” eran el Godspell de los oradores sagrados.

Hoy es testigo mudo y sigue siendo el gimnasio del alma, pero, hoy, ya no hay almas, sólo unos pocos cuerpos rugosos como los olivos de los campos.

Dos días más tarde alcancé la última roca, la Ermita de San Bartolomé, Ermita de un día al año y de unos poquitos nostálgicos.

El vértigo me acompaña en los descensos, me acobarda y me hace tropezar.

Fin de la Caminada de Peralta, R-3. Descanso y oriento mis pies hacia Peralta de la Sal.

Antonio, el vigía, me regala el último Consejo.