Los santeros,
los dos que aún quedan, desde sus atalayas contemplan, día tras día, el mismo
paisaje, lo único nuevo son las caras de los ocasionales peregrinos que, por
despiste o prescripción médica, se acercan a la Ermita a mendigar una bendición.
Los santeros como los serenos son historia, sin memoria.
El Santero de San Saturio, convertido en anacoreta, fue tan popular como el
santo y rabiaba todos los 2 de octubre por predicar el sermón de la Fiesta.
Había escuchado tantas veces el mismísimo sermón de la boca del Abad de la
Colegiata de San Pedro que lo podía repetir con puntos y comas.
“Infelizmente, nada es posible decir de nuevo, ni casi de viejo, sobre San
Saturio de manera que hay que repetir todos los años parecidos tópicos sobre las
virtudes sorianas, la amistad de San Prudencio y el milagro del Niño de
Carbonera”.
Hoy, las Ermitas, ubicadas siempre en lo alto, por falta de santeros, permanecen
clausuradas y no pasa nada. Los mayordomos, guardianes de la llave, tienen todo
preparado para la Fiesta anual del santo.
San Saturio se ha quedado sin su Santero pero no sin su funcionario.
Del Hábito al uniforme. Del Clero al laico. Del Célibe al casado. Del 24/7
disponible al horario del funcionario. De salvar el carisma a salvar el negocio.
Del evangelio a Maquiavelo, apetitosa tentación. Del espíritu de los Fundadores
al espíritu de los tiempos. Del bilingüismo, Piedad y Letras, al bilingüismo
universalizado en todas las fachadas de las escuelas públicas y concertadas. Del
mar adentro al chapoteo de la orilla. Del humillante “quítate tú de aquí" al
“para ponerme yo”. Del morir anestesiado en los cuarteles de invierno al morir
con dignidad y honor en el campo de batalla.
O.K, país de las mil maravillas, del TikTok, del todo vale.
Anoche soñé que yo, mayor, viejo, pesadilla nueva, me había convertido en
“santero” y en mi Tabor musitaba: ¡Qué bien se está aquí, Señor! Y monté tres
tiendas. No podía entrar, sólo se me encomendaba guardarlas, señalizarlas y
recordar a los peregrinos: ha llegado usted a su destino.
He alcanzado mi perfecta inutilidad.
Los frailes y las monjas, las etiquetas eliminadas, sólo nos queda el Made in X,
los hábitos guardados, los documentos fundacionales archivados, albumizados o
botados, de vuelta de esta mundo nunca del todo transformado, lo dejamos que
gire, que arda, que se derrumbe…
!Cuántas cosas no necesito, héroes, líderes, celebridades, todo lo efímero,
basura cósmica que no me distraiga, que no me invada.
“Llevaba un evangelio eterno para anunciarlo a los habitantes de la tierra”.
Santero de la eternidad.
El negocio a salvo, dejemos que las imperceptibles ondas del carisma le den
color y ricen su suave superficie.
La Vida Religiosa, en su dimensión humana, muy humana, como la Iglesia no es
ajena a los negocios y por falta de “santeros” cierra negocios, Ermitas, vende
iglesias o permanecen hieráticas, solemnes y mudas. Reliquias no coleccionables.
Sí reciclables.
Sí, todo es reciclable: el Papa Francisco recicla su oficio, los frailes y las
monjas se aggiornan “en la tribulación, en el reino y en la perseverancia en
Jesús”, y hasta yo, en mi atalaya, soy un “santero” reciclado.