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“Dadnos
un plazo y un pequeño matrimonio, para que veamos si somos capaces del Gran
Matrimonio”.
“Por la
noche tomó a su hija LIA y se la llevó a Jacob, que se acostó con ella. A la
mañana siguiente Jacob vio que era LÍA, y dijo a Labán ”¿Qué me has hecho? ¿No
te he servido por RAQUEL? ¿Por qué me has engañado?”
Completa
la semana nupcial de esta y te daré también la otra”...Génesis 29,23-27
LIA
tenía “los ojos apagados” y RAQUEL era de “bello semblante”. Jacob, enamorado de
RAQUEL, confesó estar dispuesto a todo con tal de poseerla y desposarla.
Su
verdadero amor, su Gran Matrimonio, por decisión paterna, autoridad competente,
se vio pospuesto y, Jacob engañado, consumó el pequeño matrimonio.
Los
Escolapios, un tiempito atrás, celebramos, sin el ritual del noviazgo y sin las
amonestaciones canónicas, un pequeño matrimonio.
Los
matrimonios, aparentemente imposibles, según la leyenda, se hacen en el cielo y
la autoridad competente, coup de foudre d’en haut, olvidándose de nuestro primer
y gran amor nos metió a LÍA en la cama y con más resignación que Jacob nos
sometimos a un yugo matrimonial de conveniencia.
Yo amo
a LIA, “la de ojos apagados”, pero amo más a RAQUEL, “la de bello semblante”, la
que acude al pozo, lugar de citas.
En
estos tiempos de andropausia, ¿a nadie se le ocurre proponer nuevos ligues,
despertar nuevos amores y otear el futuro?
Ese
primer matrimonio, impuesto y celebrado por poderes, se me antojaba a mí como un
ensayo para preparar el Gran Matrimonio.
No
suenan las gaitas y los badajos de las campanas no se inmutan. Los
protagonistas, uniformados con el traje de camuflaje de la satisfacción y
cobrado el débito no aspiran a más.
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