Mi GPS

P. Félix Jiménez Tutor, escolapio.....

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Leía estos días la siguiente historia, creo que estaba tomada del libro The Book of Awakening. Un hombre angustiado fue en busca del hombre bueno y sabio a pedirle consejo para vivir alegre y en paz.

El hombre sabio le miró y le dijo: puedo ofrecerte dos cosas, un mapa o una barca. ¿Qué eliges?

El hombre miró y vio otros muchos hombres angustiados que ya tenían un mapa en las manos y después de pensar un momento, le dijo: Yo elijo la barca.

Ve en paz. Tú eres la barca, la vida es el mar.

El mapa es el símbolo de todo lo que no soy yo. Es la estrella polar, la brújula, el Tom Tom, la Biblia, ese montón de inventos que nos dan seguridad, en ellos descansamos  y nos ahorran el esfuerzo de pensar.

Mis  colegas, mis críticos, habrían pedido un mapa grande e ilustrado. Sólo confían en la autoridad externa.

El hombre, decía el sabio, es la caña más débil de la naturaleza pero es una caña pensante.

Obedecer y dejar que otros piensen por nosotros es una tentación placentera. Obedecer, no necesariamente a Dios, sino a la cadena de mando que termina en el Vaticano es lo único necesario. Dios al no pertenecer a este mundo, no pertenece al escalafón de los humanos.

Las religiones organizadas se sienten segura con sus programas, sus leyes y sus jefes poderosos e infalibles, se bastan a sí mismas y no esperan nada ni a nadie.

Las religiones organizadas no tienen celebridades creadas por los media que aparecen y desaparecen como fuegos fatuos . Nuestras celebridades son permanentes, no las elegimos, simplemente se nos imponen. Son nuestro mapa, nuestro pensamiento. ¿Cómo vivir sin su magisterio, sin su voz, sin su verdad?

Los católicos hemos hecho del Papa nuestro pararrayos. Los cristianos, liberados de toda jerarquía humana, han hecho de la Biblia, a pesar de sus múltiples contradicciones y de sus internas interpretaciones, su Papa de papel, su mapa para la eternidad.  ”Los dos leemos la Biblia día y noche; pero tú lees negro donde yo leo blanco” escribe William Blake.

Ulises, en su vuelta a Ítaca, se tapó los oídos y tapó los oídos de su tripulación para que no se dejaran excitar por los cantos  de las sirenas  y no se arrojaran a sus brazos amorosos.

Todos llevamos un GPS incorporado, una voz interior que escuchar y seguir.

“Yos soy la voz verdadera. Yo grito dentro de cada uno y todos me reconocen ya que la semilla habita en ellos. Yo soy la conciencia del Padre…un pensamiento escondido…un misterio”.

Escuchar la voz interior, mirar al GPS incorporado dentro de nosotros y dejar al Espíritu ser nuestro guía por el mar de la vida, es tarea hermosa, necesaria y exigente.

“No os preocupéis por lo que habéis de decir, el Espíritu que habita dentro de vosotros pondrá palabras en vuestra boca” dicen los evangelios de Jesús.

Si, en lugar de las voces externas y de los mapas interesados elaborados por los supuestos sabios, escucháramos la voz interior y consultáramos  el GPS incorporado podríamos lanzar la barca al mar de la vida sin miedos.

Así no seríamos la voz artificial del ventrílocuo que nos maneja sino la voz normal del hombre pensante.

Ayer celebrábamos la fiesta de los Three Wise Men, de los Tres Hombres Sabios, como los llaman en inglés.  Tuvieron una epifanía, una intuición, una voz interior,  un momento ahá, y su GPS interior les gritó con alegría desbordante: Ya han llegado a su destino, a su belén.

Y los Tres Hombres Sabios siguieron su GPS interior y no se despidieron de Herodes, el mundo está lleno de Herodes, ni de los sacerdotes que tenían el mapa pero no les sirvió de nada.

Yo sigo mi GPS y soy feliz.