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“Muchas
cosas he observado en mi vana existencia”...
“El
médico Filótimo, a uno que le mostraba el dedo para que lo curara, y al que
reconoció en el rostro y en aliento una úlcera pulmonar le dijo: Amigo mío,
ahora no es el momento de pintarte las uñas”.
Las
Congregaciones Religiosas, masculinas y femeninas, pasan el tiempo en Capítulos
Generales y Provinciales, reuniones, piensan, trascendentales, tan largas como
para dar varias vueltas alrededor del mundo, pintándose las uñas y en la clínica
de la cirugía estética. Zahoríes en busca de pequeños remedios que se olvidan
del Gran Mal, el Ars Moriendi.
Cada
grupo, egoístas que somos, mendiga, mañana y tarde, vocaciones para mantener
cultivado su campito. Salvadores que somos, nos creemos indispensables. No
caemos en la cuenta de que Dios habla en la ausencia de vocaciones y no nos
preguntamos por las vocaciones que Dios quiere y que la Iglesia necesita.
En
nuestra sociedad descristianizada, las oraciones son como el toque de campanas
en el Monzón rural, toque que a nadie convoca.
Para
salvar el negocio, ningún General, ningún Provincial, quiere ser el que apague
la última bombilla y baje la persiana, la astucia mercantil ha ideado Sociedades
Anónimas, Órdenes Terceras, Benevolent Associations, Fraternidades,
Cooperativas, Fundaciones, Ligas Laicales… que jueguen las prórrogas, los
overtimes, los minutos basura.
Entre
santa y santo, decíamos ayer, pared de cal y canto.
Hoy,
los seglares cohabitando en los conventos, decimos: “Entre matrimonio santo y
fraile santo doble pared de plywood”.
Me
cuenta un fraile viejo y santo: “muchas cosas he observado en mi vana existencia
y ahora en esta comunidad mixta cuando, rezadas las vigilias vuelvo a mi
habitación, número 2, lleno de paz, me acuesto y enseguida me duermo.
Pero
les ébats amoureux de mis vecinos de la habitación número 3, me sobresaltan.
Oigo tres wows y gemidos inenarrables y pienso, The times, They are A-Changin in
my convent.
Yo creo
en el sacerdocio común de los bautizados y creo que pueden desempeñar casi todas
las funciones del sacerdocio ministerial, pero el laicado es el elefante dormido
o anestesiado en medio de la Iglesia que el Papa Francisco, bendita ilusión,
sueña con despertar.
La mies
es mucha, gran verdad. Los obreros pocos, gran mentira. La Iglesia cuenta con
más de un billón de bautizados, si estos obreros estuvieran despiertos y vivos,
¡cuántas cosas, cuántas congregaciones, sobrarían en la Iglesia!
Antes
de que nacieran las ONG ya existían los Predicadores sin Fronteras y las
Congregaciones religiosas, ONG de las Siete Obras de Misericordia Corporales.
Hoy,
existen los Médicos sin Fronteras, los Periodistas sin Fronteras, los Maestros
sin Fronteras y existe también Papá Estado, Estado del Bienestar, que desde la
cuna hasta la tumba provee de todo lo necesario a sus hijos.
“Donde
faltan bueyes, falta trigo. Toros robustos multiplican la cosecha”, Proverbios
14,4
La Liga
del laicado, “serán los dos una sola carne”, y la Liga de “los que no se han
contaminado con mujeres pues son vírgenes” -Apocalipsis 14,4- son dos Ligas
distintas.
Las
flechas, plantadas en las encrucijadas, en su aparente inutilidad, son vitales,
sin ellas la ciudad secular viviría en un caos total.
La Liga
de la Vida Religiosa, en sus distintas expresiones, es la flecha del sentido,
recuerda a los hombres que Dios es futureidad y que Jesús es just One Way, the
Only Way.
La Liga
laical en su afán carnal, social, laboral y evangélico, en el convento familiar
e inmersa en el mundo pagano en el que vive, tiene que ser sal y luz, period.
Lo
opuesto a la fe no es la duda, sino la certeza que nos esclaviza.
“Do not
cling to human accomplishments, especially religious ones”.
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