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Bertone,
el del Vatiliks, el do los cuervos y las serpientes, hace mutis por el foro y
como su desaparecido jefe, Benedicto XVI, se dedica al estudio, la oración y la
penitencia. ¿Y si tuviéramos que agradecer a Bertone, y no a la voz de Dios, la
deseada dimisión de su jefe?
Pietro Parolin,
nuevo Secretario de Estado, será la mano derecha del Papa Francisco que cada vez
que habla nos sorprende y abre puertas que sus predecesores cerraron. Francisco
parece no necesitar criados ni teólogos que le escriban los discursos y las
homilías.
Pietro Parolin,
ascendido a lo más alto de la pirámide del poder, no tuvo que opositar ni hacer
público su curriculum vitae. Nombrado a dedo, es un cura con suerte.
El nuevo
Secretario de Estado ya ha concedido su primera entrevista. Todos quieren
conocer al recién llegado, su visión de la Iglesia y sus preocupaciones.
Una pregunta
que siempre se hace en estas entrevistas a los curas, ya estén en la cúspide de
la pirámide o en la base, es: ¿cuándo se acabará el celibato de los curas?
El celibato
sacerdotal, imposición contra natura, interesa tanto a los seglares como a los
curas.
La respuesta
es siempre la misma. La respuesta de Pietro Parolin, vestido con su ceñidor de
seda roja de un metro de ancho, es la misma que la del cura de Noviercas en
vaqueros y alpargatas.
La respuesta
de Pietro Parolin la publicaron los periódicos como si de un oráculo profético
se tratara, la del cura de Noviercas no produce ningún oleaje.
Yo, supongo
que ustedes también, estoy harto de oír siempre la misma cantinela. Pietro
Parolin, número dos del Vaticano, dijo lo que decimos casi todos. El celibato no
es un dogma, es una norma de disciplina eclesiástica, no es mandato de Jesús y
pertenece a los inesenciales, a la comida basura de las devociones y
apariciones.
Tenemos la
letra hay que ponerle la música y como en las carreras de atletismo hay que
gritar: preparados, listos, ya y los que quieran correr que corran y los que
quieran casarse que se casen. No más titulares.
“ES necesario
que el obispo sea casado una sola vez…que gobierne bien su casa y mantenga
sumisos a sus hijos con toda dignidad. 1Timoteo, 3,2
Todos los años
proclamamos y predicamos en la asamblea eucarística este texto que a los fieles
les sorprende por su claridad. El obispo del que nos habla la Palabra no usaba
ni mitra ni sotana ni pectoral ni báculo, todos esos inesenciales que con mucha
solemnidad usan los obispos de hoy. Sí eran los dirigentes de una pequeña
comunidad de creyentes y vivían como los demás con su esposa y sus hijos.
Pensar que el
celibato obedece más a razones económicas que teológicas no deja de ser risible.
El clero de todas las iglesias cristianas es casado y han sabido solucionar la
economía sin traumas.
Los obispos,
los que usan mitra y sotana, se toman el tema con excesiva seriedad como si nos
jugáramos el ser o no ser de la Iglesia. Rouco acaba de decir: echen siete
llaves al tema.
Yo no sé si
son ciertas las estadísticas que publican los periódicos, pero según Le Figaro
entre el 15% o el 20% de los curas franceses viven maritalmente. Según Grojean
el 60% de los curas de América Latina y más del 80% de los curas africanos viven
al margen de la ley de la Iglesia Latina. ¿Cuántos curas han desertado para
unirse a su mujer y ser una sola carne?
Abolir el
celibato en la Iglesia Latina, nunca existió en la Iglesia Oriental dependiente
de Roma, no es cuestión de modernizar ni poner al día la Iglesia ni solucionar
el gravísimo problema de las vocaciones sacerdotales, es dar respuesta a los
derechos de todos los creyentes, sacerdotes o laicos.
El deseo de
amar y de hacer el amor no está reñido con el amor a Dios. Idealizar el celibato
e imponerlo es un abuso de autoridad y una intromisión en la intimidad de las
personas. Las estadísticas demuestran que este ideal no se cumple y que es mejor
y más sano vivir la sexualidad en libertad que en la clandestinidad. La ley de
Dios es comunión y plenitud, la ley de la Iglesia es castración y soledad. Mi
yugo, dice Jesús es suave y ligero, el yugo de la Iglesia es pesadísimo e
inútil.
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