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Es
Viernes. Desde la terraza de una cafetería contemplo la marea humana que inunda
las calles, es la gente que sale de orar y escuchar el sermón del Imán.
Escena
fascinante, hombres mayores y muchos jóvenes sonrientes salen de la Mezquita Al-Aqsa,
montan en sus minivans y vuelven a su cotidianidad.
Siento
admiración, envidia, comparo y los ojos se me nublan.
¿Qué
catequistas han tenido estos hombres para vivir su fe, practicarla y defenderla?
Ignoro
los grados de fanatismo que son necesarios para, sin miedos ni complejos, ser
felices y fieles en su piel religiosa.
Una
pequeña dosis de fanatismo es más que necesaria en estos tiempos de no creencias
religiosas.
Las
creencias no se eligen en el supermercado, no se leen en las enciclopedias, no
se estudian en las aulas, las creencias se heredan.
Un
padre convierte la sala de espera del hospital en Sinagoga. Su hijo, entre
correcciones y aprobaciones, frente al mundo hostil, lee el Tanakh. Comienza a
saborear su fe desde pequeño, comienza a heredar una lengua, una historia y una
fe.
La vida
familiar engloba todo, nada queda aparcado a la entrada de la casa. La dimensión
religiosa lo impregna todo: la comida, el vestido, el lenguaje, el estudio, la
sinagoga….
La
Mezquita, la Sinagoga son meras sucursales de la Religión. La Familia es la Sede
Central de la Fe
“Ten
cuidado y guárdate bien de olvidar estas cosas que han visto tus ojos, que no se
aparten de tu corazón mientras vivas; cuéntaselas a tus hijos y a tus nietos”.
Dt. 4,9-10
La
única aventura, en la que no tenemos arte ni parte, es la maravillosa aventura
de nacer.
Se nos
da todo: nombre, apellidos, lengua… La familia deviene nuestra primera escuela,
la más importante, sus enseñanzas nos acompañarán a lo largo de la vida.
En la
familia se aprende, no hace falta programación, lo importante. En el hogar se
amasa, se hornea y se come el pan para el camino de la vida.
Los
padres, maestros y sacerdotes, están llamados a ser los verdaderos transmisores
de los valores humanos y religiosos de sus hijos.
El Dios
de los padres será del Dios de los hijos.
La
rutina dominical de los padres será la rutina de los hijos.
Ayer la
voz del maestro y la voz del cura, voces de la autoridad y del castigo, eran
obedecidas no porque fueran justas sino por miedo. Los obedientes de ayer son,
hoy, los grandes desobedientes, liberados del yugo de la Ley y de de las leyes ,
han renunciado a la herencia religiosa y algunos hasta a la material.
Los
obedientes a la voz de los padres y de la familia y acompañados por los padres
seguimos anclados en la fe.
“Children
need their fathers like climbers need their Sherpas”.
La
Pastoral, niños y jóvenes en parques temáticos divertidos, desvinculada de la
Sede Central, es un gran fracaso. Dura lo que dura la diversión.
Los
agentes de Pastoral no pueden sustituir a los padres. El pan que se cuece en el
hogar es siempre más nutritivo que el que se cuece en el aula.
Crecer
en la fe y en la gracia es tan exigente como hacer un Ocho Mil. Si padres e
hijos hacen esta ascensión juntos, superando ascensos y caídas, compartiendo
éxitos y fracasos, la cima inalcanzable estará siempre a la vista, siempre más
cercana.
De vez
en cuando, como en todos los negocios de la vida, acudiremos a las sucursales
cercanas y lejanas, divertidas unas, aburridas otras, pero todas necesarias.
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