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“El
almacén de la memoria suele estar más provisto de materiales que el de la
invención”.
Peralta
de la Sal tiene mucho pasado almacenado, hasta presume de un sospechoso
Acueducto Romano. El pasado escolapio, menos antiguo, es más recordado, más
cantado y más visitado por propios y extraños que el improbable Acueducto.
A los
habitantes de Peralta no les pone cachondos ni el Acueducto ni los 325 años de
la presencia escolapia que no figura en “las Caminadas Turísticas de Peralta
Calasanz”.
El
pasado, re-visitado con ojos creyentes, lo esencial sólo se ve bien con el
corazón, es humo de colores, amigo, elige el tuyo, envuélvete en él y véndelo.
Los
escolapios leemos poco y escribimos menos. No nos metemos en el scriptorium para
desenterrar huesos, miles de veces desenterrados, y vestirlos con trajes vintage.
Es
bueno recordar el pasado, pero, a veces, de tanto recordarlo nos olvidamos de
vivir el presente y nos entretenemos con los materiales almacenados. Hoy, es muy
cierto, nos preocupa más la geografía que la memoria enlatada en los servidores
de Google.
El HOY
de Peralta, himnos de alabanza y de gratitud aparte, es leve, mortecino como el
de la España vaciada, todo en minúsculas.
La
iglesia parroquial, cerrada al culto, se queja de aburrimiento.
El
reloj de la torre, puntual él, da las horas y los minutos, con solemnidad
litúrgica, a unos lugareños que lo ignoran.
La
iglesia del santuario, cuna de Calasanz, publicitada a la entrada del pueblo,
como traje de boda, se abre en ocasiones muy especiales para asambleas más
ceremoniales que santas.
El
columbario cuenta el pasado y canta el futuro.
La
capilla de los mártires, una silla para la soledad, dos para compañía y tres
para multitud, es una sala de estar familiar, para celebrar la eucaristía
dominical. Una minyan muy insuficiente.
En
Peralta nada es fijo, sufrimos algarazos fugaces, visto y no visto, es el
imperio de lo transeúnte, de lo efímero. Los peregrinos son pequeñas
turbulencias en este paisaje vacío.
Desconozco
las oportunidades perdidas en el pasado. Hoy conozco una oportunidad perdida.
La
Provincia de Emaús acaba de comunicarnos la compra de una casita, calificada de
ganga, que abandona una comunidad de religiosas.
No dudas. Peralta tan grande, tan vacía, tan distante, tan incomunicada, tan
alejada de la vida, tan pura, libre de tentaciones, no es el lugar ideal para
ser centro de espiritualidad para jóvenes que desean iniciarse en un
discernimiento vocacional serio.
Peralta
HOY no vale para lo que siempre valió: la doma, el entrenamiento, el ejercicio,
el aprendizaje, master in divinity, un noviazgo serio antes de decir el sí
quiero, el I do for ever.
Peralta
lo ha sido todo, desde lo más ridículo, lo más profano, lo más porc, hasta lo
más sublime.
¿Se ha
perdido la oportunidad de echar el ancla vocacional?
La
compasión, pensamiento débil y virtud con el freno echado, ha convertido Peralta
en un aeropuerto.
LLEGADAS.
Las ucranianas y sus hijos aterrizan en Peralta, algunos, sin pasar la aduana,
buscan otras conexiones. Las que bajan a tierra se instalan en el Convento y
tras localizar familiares y amigos, se dirigen a la sección SALIDAS para tomar
otro vuelo.
Peralta
no es una estación término, es, como casi todo, efímero.
P.S. La
comunidad escolapia merece un capítulo aparte.
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