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Un
domingo, durante mi estancia en NYC, me invitaron a celebrar la Misa Hispana en
la iglesia de Old Saint Patrick, la primera catedral de New York. Ubicada en
Mott Street, arteria principal de Chinatown, tiene una pequeña feligresía china.
Cuando
llegué a la iglesia se celebraba la Misa en chino. Sentado en el último banco
escuché el canto de la comunión. Todos los asistentes, congregados aquella
mañana, cantaron con ganas “Tú has venido a la orilla” en chino.
A
continuación celebré la Misa para la comunidad hispana. Todos, sin necesidad de
libros, cantamos durante la comunión “Tú has venido a la orilla”.
Siguió
la Misa en inglés y en la comunión cantaron la versión inglesa de “Tú has venido
a la orilla”.
Dicen
que a Juan Pablo II le gustaba tanto este canto que lo tenía entre sus
favoritos. Ahora que goza de título de santo y de corona de hojalata, seguro que
lo seguirá cantando en el cielo y que se lo enseñará a los de lengua polaca.
Hojeando
una tarde el cantoral de la magnífica iglesia de Riverside, no denominacional, a
un tiro de piedra de la tumba de Ulysses S. Grant, general y presidente de USA,
me sorprendió ver incluido el “Tú has venido a la orilla” en su cantoral.
Yo creo
que este canto ha arrinconado al clásico “Cantemos al Amor de los amores” de los
abuelos de un ayer lejanísimo.
Se
canta en todas las iglesias del mundo y todos saben de memoria su letra y su
música.
José
Horacio Gómez, miembro del OPUS, Arzobispo de los Ángeles y Presidente de la
Conferencia Episcopal de USA, tuvo una noche una visión en la que un ángel le
decía: “Prohíbe en todas las iglesias de tu diócesis, por corrección litúrgica,
que se cante el “Tú has venido a la orilla” y todas las canciones de ese
pecador, Césareo Gabaraín•
Césareo
Gabaraín, capellán del Colegio Marista de Rafael Calvo, Madrid, ha sido acusado,
post mortem, de actuaciones inapropiadas con alumnos del centro.
“Every
saint has a past and every sinner has a future”.
Los
hombres, todos without exception, los santos con título y corona de hojalata
incluidos, tienen un pasado de pecado de orgullo, de lujuria, de avaricia, de
gula...si no no serían plenamente hombres, pecados eliminados de sus mentirosas
biografías por sus fans, sólo ellos podrían escribir sus listas.
Pero
todos tenemos un futuro, regalo de Dios que revisa y corrige nuestra hoja de
servicios.
¿Se
imaginan ustedes que tuviéramos que tirar al zafacón Las Confesiones de San
Agustín que pedía al Señor castidad pero añadía a su petición, “pero todavía
no”, o los escritos del Cardenal Jean Daniélou que murió en un prostíbulo?
La
Biblia, libro de los grandes pecados de los hombres desde la primera página
hasta la última, debería estar cerrada, prohibida y ardiendo.
Hay que
odiar el pecado y amar al pecador, verdad proclamada con labios solemnes, pero
no con el corazón según la Iglesia, nosotros no debemos y no podemos olvidar sus
buenas obras y cantar sus mejores canciones.
El
pueblo de Dios canta con fe “Tú has venido a la orilla y otros muchos cantos del
mismo autor. Canta, no a Cesáreo Gabaraín, canta a Jesucristo, Él es el
destinatario de la letra y de la música del corazón.
¿Y los
grandes y los pequeños hombres?
“Nadie
se acuerda de los antiguos, y lo mismo pasará con los que vengan, sus sucesores
no se acordarán de ellos”. Qohelet 1,11
La
prohibición no se debe a “por corrección litúrgica” sino a por falta de sentido
común.
Nosotros
seguiremos cantando “Tú has venido a la orilla” y que el Arzobispo de los
Ángeles diga misa a lo Opus.
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