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A MÁS
ATEOS MÁS COFRADÍAS Y MÁS COFRADES.
Nunca
los templos han estado tan vacíos, un puñado de viejos jugando a las cuatro
esquinas musitan sus oraciones y se ignoran unos a otros, nunca los templos han
estado tan tristes y tan acomplejados como lo están hoy.
Mis
exalumnos me preguntan y ¿cuándo pase esta generación de jubilados quién ocupará
su puesto? ¿Somos un equipo sin reservas?
No sé
lo que pasará ni me preocupa. Yo también estoy en un equipo sin reservas. Pero
sí sé que la religión organizada, la religión de los dogmas, de las verdades
inmutables, de los mandamientos y de los pecados mortales, de los funcionarios
mandones y gruñones no tiene poder de convocatoria y se muere de aburrimiento.
Los
hombres de hoy, este tiempo de ocio vacío, de pensamiento débil y de mero
entretenimiento, viven de espaldas a los grandes sistemas teológicos y
filosóficos.
Los
hombres de hoy se contentan con las migajas que diariamente nos sirve la
televisión y los cuatro tertulianos que debaten la cotidianidad.
Si Dios
habla nadie parece escuchar su voz. La verdad es que en los templos ya no hay ni
truenos ni oráculos, sólo el humano parloteo.
¡Qué
bien se vive sin Dios!
Sin el
Dios omnipotente, omnipresente y omnisciente de ayer y sin el Dios Amor, Bueno y
Bobalicón de hoy. Los hombres no sólo viven “como si Dios no existiera”, viven
sin Dios aunque exista en una galaxia remotísima e inalcanzable.
Los
ateos, los agnósticos, los indiferentes y los desmemoriados aún recuerdan que
los templos son museos repletos de cristos, vírgenes, verónicas, cirineos y
centuriones romanos que, una vez al año, hay que sacar por la Puerta Grande del
templo.
Las
cofradías pretenden guarecer de la lluvia ácida a sus cofrades, hombres y
mujeres y niños desarraigados y supersticiosos que durante unos días juegan la
carta de la religión a la que no pertenecen y bajo unos capirotes imposibles
sacan por la Puerta Grande de los templos de la geografía española unas imágenes
muertas que no hay saeta o jota que las resucite.
Religión
light, exhibición inútil, procesiones sin pasión para turistas aburridos.
La
jerarquía eclesiástica alienta esta religiosidad cuasipagana, sabe que estas
manifestaciones carecen de raíces , pero durante una semana la religión con
minúscula llena las calles y acalla su mala conciencia.
A más
ateos más cofradías, más páginas en los periódicos, más imágenes en el
telediario, y, bendita ilusión, más religión resucitada como el ave Fénix.
Las
cofradías promocionan el turismo y matan la religión.
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