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Dios
es. No necesita adjetivos idólatras. Es silencio.
Los
dioses, nuestros pigmeos, obra de nuestra imaginación, necesitan los grandes
adjetivos del diccionario.
“Aunque
estamos ahogados de mensajes os voy a pasar uno de la Dolorosa que es muy
tierno”. Charo
Con los
colegas, after work, tomamos una cerveza o un espresso.
Con los
compañeros de trabajo, en el coffee break, discutimos acaloradamente sobre las
caprichosas decisiones del jefe.
Con la
familia hablamos de las pequeñas cosas: la salud, el trabajo, los estudios de
los pequeños, el tiempo, los planes de vacaciones…
Con el
cura, en este tiempo de aislamiento, nada de qué hablar.
Con
Dios, le preguntamos indignados, ¿es este el silencio que sigue a la apertura
del séptimo sello?
Con el
amigo, el que sabe lo que te duele, el que daría la vida por ti, al que le abres
todas las puertas, con el que hablas de lo mínimo y de lo máximo, confesor que
no te impone penitencias, que no se enoja si no le haces ni puto caso, con el
que no tienes amistad sino que eres amistad, -¿existe ese amigo?- con ese amigo
no existen ni distancias ni aislamiento.
Nunca,
hasta hoy, por culpa de eso que llaman Mr. Coronavarius, nadie sabe quién es ni
de dónde viene, habíamos pasado tantas horas, tantos días y tantas semanas
condenados al cruel e inhumano castigo del solitary confinement carcelario.
Nuestro
aislamiento, tenemos más suerte que los encarcelados, goza de algunos
privilegios: compartimos mesa familiar y juegos de mesa, gimnasio con treadmill
y bicicleta estática y no nos han quitado las armas de distracción masiva, el
mando de la televisión y el móvil.
¿Qué
sería de nosotros, prisioneros en chándal, sin TV y sin móvil?
El
eremita Abba Moses aconsejaba a los nuevos candidatos: “Entra en tu celda y tu
celda te lo enseñará todo”.
Eso
pensaba yo cuando decidí hacer, durante esta Cuaresma 2020, “El Viaje Interior”,
a la celda más interior de mi casa, al Alma, pero el intento no ha sido muy
exitoso. Hay que luchar minuto tras minuto para decir NO a la televisión, a la
pantalla del ordenador y al maldito wasap.
La gran tentación, en este
tiempo de confinamiento, consiste en llenar el tiempo con más televisión, con
visitas constantes al whatsapp, con más twitter,con más facebook, con más
YouTube, con más social media, más… Si caemos en esa tentación habremos
aprendido poco y nuestro solitary confinement habrá producido más ansiedad y más
insomnio.
Sí,
hemos aprendido que se puede vivir sin la liturgia dominical o de los miércoles
del futból, con su procesión de entrada y sus cantos y sus ornamentos apropiados
según marca el calendario. Y sin los apasionados sermones post-partido en el
Larguero, el Transistor o el Partidazo…
Los templos
grandiosos del futból están cerrados y nadie protesta.
Sí, hemos aprendido que se puede vivir sin la partida de guiñote en en el Ajax
Bar y nadie protesta.
Sí,
hemos aprendido que se puede vivir sin besos, sin abrazos, sin apretones de
manos, todo a distancia, y el corazón sí protesta.
Sí, los
muchachos han aprendido que se puede vivir sin escuela y no protestan.
Sí,
hemos aprendido que se puede vivir sin la misa dominical, sin sacramentos, sin
curas y no sólo no pecamos sino que ganamos indulgencias plenarias, salvamos el
mundo y somos bendecidos por los obispos. Y aquí nadie protesta.
Algunos
sí protestan. El Gobernador de Florida, Di Santis, el de Texas, Greg Abbott y
seis Gobernadores más, en sus decretos, afirman que las actividades religiosas
son “actividades necesarias” y las iglesias pueden y deben estar, siguiendo
ciertas normas, abiertas.
El
grupo Easter People, formado por teólogos, sacerdotes y ministros, ha enviado
una carta a los Obispos pidiendo el acceso del pueblo de Dios a los sacramentos.
Hemos
comprobado que la Iglesia ni ha sido mencionada por las autoridades civiles y ni
le han pedido nada. No cuenta.
Sí,
durante este confinamiento forzoso, todos encerrados en el Arca, esperamos que
se cumplan los cuarenta días del Diluvio de todos los miedos y que alguien
suelte la paloma que ha de volver con un ramito de olivo en el pico.
El Arca
tiene Wifi y sus habitantes, hombres de toda raza, lengua, pueblo y nación,
matan el tiempo enviándose mensajes Re-Enviados.
Re-Enviados
políticos. La basura de derechas o de izquierdas, elegantemente empaquetada, es
re-enviada y almacenada impúdicamente en nuestros inbox.
Re-Enviados
religiosos. Oraciones, imágenes, canciones, procesiones, horarios
litúrgicos...uno se siente culpable de ignorar tantos mensajes bienintencionados
, pero totalmente innecesarios.
Re-Enviados
Humor. Chistes blancos, para todos los públicos, chistes marrones, para contar
en la oscuridad, chistes verdes, sólo para mayores. Reír, medicina recomendada
por todos los médicos.
Grupos
Whatsapp. Hobby convertido en seria obligación. Consumo e inversión de tiempo en
una “actividad no necesaria”. Pequeñas cosas, buenos días y deseos
protocolarios, felicitaciones al son del calendario, avisos inútiles, chismes
del barrio…
A mi
grupo de Biblia les he pedido que se impongan una Cura de Silencio. Poner un
STOP a los mensajes y centrarse en el único protagonista de la Semana Santa,
Jesús de Nazaret. Le tenemos que velar y acompañar en su agonía y en su funeral
y estar despiertos para comprobar que vive.
Ahora
todos vivimos en la España vaciada, silenciosa, lenta y aburrida. El mundo
condensado en 60 metros cuadrados.
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