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Pagué
mi compra y observé cómo la cajera colocaba cuidadosamente los billetes de cinco
euros con los de cinco, los de diez con los de diez y los de veinte con los de
veinte. Todo es dinero, pero no todos los billetes son iguales y no todos valen
lo mismo. Sí, todo es dinero, pero no es lo mismo un billete de 500 euros, perla
preciosa que hay que buscar y rebuscar, que uno de 5 euros. La cajera lo sabe y
ay si se equivoca. Y además hay billetes que no se hablan con los otros.
La
afirmación bíblica de Gálatas 3,28: ¨Ya no hay judío ni griego, ni esclavo ni
libre, ni hombre ni mujer, todos somos uno en Cristo Jesús y si de Cristo,
también somos descendientes de Abrahán, descendientes de Dios¨ no tiene rival en
el Nuevo Testamento.
Esta cita
utópica y escatológica es propia del mundo venidero, en este mundo, en esta
sociedad, en esta Iglesia Católica y en cualquier otra iglesia, ya jerárquica ya
democrática, suena a nada, no hay manera de eliminar las etiquetas, somos
nuestras etiquetas, nada, nadie sin ellas. Hasta en los cementerios del mundo
siguen acompañándonos las etiquetas. Benditas etiquetas. Yo me regocijo
contemplando este mundo maravilloso y caleidoscópico.
En NYC
todo es posible. Yo conozco a varios jóvenes que están viviendo con una
identidad: nombre y apellidos, fecha y lugar de nacimiento y número de social
security, robada. Y les va muy bien. No sé si es un crimen, pero vivir bajo una
identidad robada, prestada, simulada o imaginada está a la orden del día.
Juan de
Patmos, predicado un día sí y otro también en muchas iglesias protestantes,
describe en sus siete cartas a las siete iglesias de Asia el ¨mayor robo de
identidad¨ jamás producido en la historia de las religiones.
¿Qué es eso
del ¨nuevo¨ Israel, el ¨nuevo¨ pueblo elegido y el ¨nuevo¨ pueblo de Dios?, se
pregunta Juan de Patmos.
El
autor del Apocalipsis responde con estas escandalosas afirmaciones, a las que
probablemente usted nunca ha prestado atención y con las que describe el ¨mayor
robo de identidad¨ de la historia de las religiones.
¨Has
puesto a prueba a los que se llaman apóstoles pero no lo son, has descubierto
que son unos impostores¨. Ap 2,2
¨Conozco
la calumnia de los que pretenden pasar por judíos, pero son mas bien miembros de
la sinagoga de Satanás¨. Ap 2,9
¨Mira,
haré que esos de la sinagoga de Satanás que dicen ser judíos, pero mienten, les
haré venir y se postrarán a vuestros pies y sabrán que Yo os he amado¨. Ap 3,9
Él que
tiene oídos debería oír lo que el Espíritu dice a las iglesias¨. Ap 3,22
El Apocalipsis
de Juan de Patmos, incluido en el Canon en contra de grandes Padres de la
Iglesia, gracias a Atanasio figura como el último libro del NT y les sirve a los
protestantes de piedra para su onda que lanzan contra la Iglesia Católica.
Los falsos
apóstoles, los falsos judíos y la sinagoga de Satanás se han dado de baja del
único Israel al tirar por la borda todos los mandamientos de la Torah. El Gran
Moisés, el que conversaba boca con boca con Dios, pertenece al pasado. Dejémosle
entre nubes y rayos en el Sinaí. Los cristianos , palabra que jamás emplea Juan
de Patmos, y Pablo inventaron un ¨nuevo¨ Israel, libre de circuncisiones,
sábados y dieta alimenticia, libre, para vivir bajo una nueva identidad, la de
Jesucristo.
Identity
is an Illusion gritaba un gran mural en Union Square, salpicado con incontables
interrogantes. Hoy, hasta la clásica y eterna pregunta ¿varón o hembra? ha
quedado inadecuada.
¿Cristiano o
cristiano anónimo? ¿Católico Romano o católico en libertad? ¿Clérigo o laico?
¿Escolapio o laico escolapio? ¿Billete de 500 euros o de 5?
En las
relaciones sociales y en los asuntos religiosos vivimos tiempos de gran
confusión. Los dioses nos castigan y se divierten viéndonos enredados en tantas
discusiones que no nos queda tiempo ni para adorarlos ni maldecirlos.
Son muchos los
Escolapios que en sus sueños más nocturnos sueñan con identidades perdidas o mal
vendidas. Pesadillas silenciadas, llorarlas o contarlas o hismorrearlas no sirve
de nada.
El
viejo Israel sigue más vivo que nunca, numéricamente insignificante, es
poderoso, influyente, rico en hombres sabios y en dineros, además conserva su
propia lengua y su Biblia Hebrea...y no necesita mezclarse con el ¨nuevo¨
Israel. No mezcla sus billetes con los de los goyim.
Los
Escolapios, los de siempre, los billetes viejos, hoy, en desuso, no por razones
bíblicas, evangélicas o teológicas, teología siempre ha habido poca, sino por
razones mundanas, laborales y de supervivencia hemos prestado nuestra identidad,
denominación de origen, a unos socios, misión compartida lo llaman, que poco a
poco la convertirán en agua.
Hoy
somos meros espectadores, pero espectadores que piensan.
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