











|
“Mientras
tanto hablo a mí mismo como alguien que tiene tiempo. Nadie me cuenta nada
nuevo: por ello me cuento cosas a mí mismo”, las de siempre, amigos, las de mis
devociones y obsesiones y las de mis trabajos extra-litúrgicos.
Vaya
mes de Febrero. En las sacristías y en los templos se han hecho muchas cosas
indescriptibles, se han mezclado los vinos viejos con los nuevos, la liturgia
dominical con la extra-liturgia de las pequeñas bendiciones.
El
calendario ha empequeñecido los Top Ten de la Santidad.
El
traje de la piedad popular, tradiciones centenarias, le sienta muy bien a muchos
párrocos y a muchos feligreses. Folclore propio de los tiempos en los que la
sociedad era pobre en todo.
Todas
las mañanas, a las 8, abría la verja de la casa parroquial y saludaba al
barrendero municipal. Equipado con una escoba, ajeno a la belleza de los árboles
que pueblan la plaza del pueblo, barría las grandes y abundantes hojas.
Conversación
adivinable: el tiempo, la escoba mecánica que el Ayuntamiento le niega, la
basura de las nuevas generaciones: clinex, mascarillas, latas de cerveza IPA…
Mañana
tras mañana misma sonrisa, misma conversación, ligero contacto con un barrendero
amable. ¿Son los árboles seres bellos y vivos o puro fastidio para el
barrendero?
El día
empieza así que nos separamos. Yo bendigo los árboles, bendigo al barrendero y
bendigo la luz y la alegría del Gran Astro.
Mes de
Febrero, mes del barrendero litúrgico, traje que me cae grande porque “one size
fits all” no es verdad.
La Candelaria, día en que con Simeón entonamos el Nunc dimittis. Hermosa
epifanía.
San Blas, día en que las gargantas bendecidas bendicen a Dios o, con Job,
maldicen “el día”.
San Antón, día en que los granjeros piden una bendición para las macrogranjas.
Santa Águeda, día de las mujeres liberadas.
San Sebastián, día en que los gays, no sé porqué, invocan al santo asaetado.
San Valentín, día de las rosas, los anillos y las cenas románticas.
San Alercio y San Sisebuto y… hojas del calendario, del almanaque exuberante.
Calendario
de la pequeña religión y del gran comercio.
Febrero,
mes de la Champion League de la Tercera Edad, mi mes. Yo, más que árbitro, me
considero un barrendero litúrgico. Me gustaría barrer de una vez para siempre
las hojas muertas, pero sé que vuelven, y regocijarme con la liga de los santos
vivos en Cristo y con Cristo y dejarles que jueguen la Liga Celestial bajo la
mirada del Señor y los comentarios deslenguados de los ángeles. Cómo me gustaría
sintonizar la Cadena Ser, la del Cielo y su Larguero multilingüe!
¿He
dicho algo que no se pueda decir? No te sonrojes, hermano, la Religión y las
religiones tienen mucho de imaginación y de urdimbre humana. Con el paso del
tiempo, la lentitud eclesial no es ningún elogio, les vamos sacando tarjetas
amarillas y hasta algunas rojas.
Ecclesia
Semper Reformanda, eslogan omnisignificante, siempre necesitada de barrenderos
litúrgicos, teológicos, artísticos, lingüísticos, dogmáticos…
|