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“Muchos
mueren demasiado tarde, y algunos mueren demasiado pronto. Todavía suena extraña
la sentencia, muere en el momento adecuado”.
Vivimos
pendientes de las estadísticas. El éxito o el fracaso se miden por los números.
Número de medallas de oro
conseguidas en las Olimpíadas.
Número de muertos causados por el Coronavirus.
Número de ordenaciones sacerdotales en la Diócesis de Osma-Soria.
Número de miembros de una Orden o Congregación Religiosa.
Cada
Institución y cada uno de nosotros tiene su Dow Jones particular que consultar
-diariamente-.
Las
estadísticas de las Órdenes Religiosas dan vértigo. Asomarse a los números es
asomarse ad inferos.
Los
seminarios y noviciados se achican y las Residencias de Mayores se agrandan y
multiplican.
Europa,
cansada y envejecida, secularizada y huérfana, tiene poco que ofrecer a una
juventud ensordecida por los decibelios del rap y por la carencia de palabras
bonitas y trascendentes.
La Vida
Religiosa celebra aniversarios gloriosos y el futuro, gran interrogante, se
entrega a gentes buenas y a algunas aprovechadas.
A los
superiores, CEOs de las Instituciones, les queda el consuelo del outsourcing
vocacional.
Conozco un seminario en la India, nuestros felices 50, que alberga más de 300
seminaristas.
Los
Jesuitas, vanguardia teológica y cultural de la Iglesia, han perdido Veinte Mil
Miembros.
En 1965 eran 36.038, hoy son 15.306. En unos 50 apretados años han perdido
Veinte Mil Miembros. Su catálogo , adelgazado, es mucho más manejable.
¿A qué
dieta se han sometido las Órdenes Religiosas para adelgazar tanto?
Los
Jesuitas han perdido Veinte Mil, pero los Salesianos, ese ejército de 22.810
llenando escuelas y talleres de mecánica y de espiritualidad, hoy son 14.767.
¿Y los
Franciscanos, esos hombres de la Alegría del Evangelio, de la predicación severa
y los guardianes de las tradiciones seculares? También han perdido muchos kilos,
de 27.136 han bajado en la báscula a 12.726.
Los
Escolapios, maestros de la tiza y de los pobres, nunca fueron ejército sino un
pequeño regimiento de 1.328 miembros.
El Dow
Jones eclesial está en caída y visitarlo cada mañana no sirve de nada, su
elocuencia es magistral.
La Vida
Religiosa, en el siglo XXI, queriendo o sin querer, se ha secularizado, la
polución ambiental todo lo contamina. Está en el mundo, ¿pero cuánto mundo puede
asimilar?
Faltan
maestros de espiritualidad, hombres intoxicados por el Espíritu, y sobran
gerentes del negocio.
Hemos
adelgazado tanto que ya ni se nos ve, somos invisibles, y todo lo almacenado en
trastero resulta penoso.
La
Alegría del Evangelio y la alegría fraterna se han transformado en caras serias
y tristes.
“Muchos mueren demasiado tarde” y prolongan su agonía prolongandose en
asociaciones, sociedades, órdenes terceras, fraternidades… Salvemos por lo menos
los muebles.
La Vida
Religiosa florecerá como floreció la vara de Aarón y la de San José y tendrá
sentido si el “ser” prima sobre el “hacer”, un hacer que, visto lo visto, puede
hacer cualquiera.
No hay
que asustarse, todo lo humano es caduco, y como Dios le dio a Job nuevos hijos e
hijas con nuevos nombres, Dios suscitará en su Iglesia nuevos movimientos con
nuevos nombres.
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