Y Trump dijo: “I am the chosen one”

P. Félix Jiménez Tutor, escolapio.....

.  

 


Y Trump dijo: “I am the Chosen One”, “Yo soy el Elegido”, y el sol se paró.

Trump, en su megalomanía sin límites, necesita ser adorado. Su Yo, siempre afilado, prescinde del “nosotros” tan americano, tan constitucional, “We the people”... Sus enojos, su ira y sus regañinas van dirigidas a los que no lo veneran.

En los evangélicos, esos cristianos amantes y fieles servidores de la letra de las Escrituras, ha encontrado, si no un escudo, sí una hoja de parra para tapar sus vergüenzas.

Trump, el presidente americano menos religioso, nada religioso, ateo oculto, nunca visita una iglesia, si por protocolo tiene que asistir a un funeral se aburre al no ser protagonista de nada, es el presidente más adorado por los evangélicos que, apagando el Espíritu, se venden por un puñado de dólares y por tener acceso al poder.

Los evangélicos, esos predicadores del Evangelio de la Prosperidad, se tapan los ojos para no ver sus muchos pecados contra el primer mandamiento, pecado de idolatría y de blasfemia, toma el nombre de Dios en vano, pecados más graves que los cometidos contra el sexto mandamientos: divorcios, adulterios y visitas a la célebre Stormy Daniels, profesional del porno, y callan los insultos a los emigrantes y a todos los que no son blancos como él. El segundo mandamiento, el del amor al prójimo, ni lo conoce.

Los evangélicos se han uncido a su presidencia que defienden con más pasión que la presidencia de Dios. El 80% de estos fanáticos de la letra de la Biblia le votaron. Muchos católicos, los contrarios al aborto, one issue voters, le votaron y se olvidaron de los otros mandamientos y de los mil problemas que la sociedad americana y el mundo tienen.

Probablemente Trump, en su interior, se ríe de esta gente mentecata, pero los aguanta y protege porque además de ungirle con sus manos y sus oraciones, estos trovadores desde sus púlpitos cantan sus hazañas, y, por añadidura, recibe sus votos.

Alianza hipócrita por ambas partes. La tentación de las Iglesias, de las Religiones, es la de acostarse con el poder. Las que no se atreven a entrar en la cámara nupcial a fornicar se quedan a la puerta, en plan mendigo hambriento, para recibir unas migajas.

!Qué lejos de Jesús de Nazaret y qué cerca de todos los Constantinos imperiales del mundo!

El periodista Wayne Alan Root se ha convertido en el trovador Número Uno de Trump y desde su púlpito, televisión y periódicos, lo ha declarado Mesías de Israel y del mundo.

“El Presidente Trump es el mejor Presidente para los judíos y para Israel en la historia del mundo, no sólo para América, los judíos de Israel lo aman como si fuera el Rey de Israel, como si fuera la Segunda Venida de Dios”.

Trump agradece a Root estos títulos mesiánicos y se abraza de una manera especial al título de King of Israel.

Trump, divinizado por sus worshipers, mira y apunta al cielo y dice: “I am the Chosen One”. Yo soy el Elegido, Yo sólo puedo arreglar el mundo. Se lo empieza a creer. ¿Y si hiciera,_ o sus devotos le atribuyeran, _ un milagro?

Uno de sus fervorosos seguidores escribe: “Soy evangélico, soy votante de Trump, pero es una gran blasfemia hablar de “la segunda venida de Dios” refiriéndose a Trump.

Autodivinizarse o dejarse divinizar por sus incondicionales seguidores es pura idolatría, es el gran pecado bíblico, pecado castigado con el exilio y denunciado por los profetas.

Bernabé no era Zeus y Pablo no era Hermes y tuvieron que recordar a sus oyentes que “Nosotros somos meros seres humanos como vosotros”.

Al César, cuando entraba victorioso en Roma, le susurraban al oído: “Recuerda que eres mortal”.

Eso que llaman monoteísmo sólo existe en los libros y en la teología de Maimónides.

En cada ser humano duerme un idólatra y cuando se despierta mira a su alrededor y se declara dios.

Cuando, a la hora de votar, escucho las razones por las que cada uno vota a su “Trump”, escucho no los intereses de la sociedad sino los intereses de una profesión, de una religión de una clase social.