ALGO MÁS QUE HABLADURÍAS

P. Félix Jiménez Tutor, escolapio....

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GRACIAS a los medios de comunicación el mundo es hoy la aldea global.

GRACIAS a los medios de comunicación chismorreamos de las aventuras y desventuras de los humanos: los ladrones, los matones, los adúlteros, los perjuros, los ateos… Todos los escándalos servidos en portada.

GRACIAS a los medios de comunicación los escándalos de los curas, antes intocables, son aireados como si de celebridades se tratara.

Hasta mis alumnos me preguntan si conozco algún cura pedófilo.

Sin la ayuda de los mass media, sin los 800 artículos del Boston Globe, aún seguiríamos a oscuras. Los trapos sucios se lavan en la familia.

Darío Castrillón de Hoyos, Cardenal encargado del Clero, más príncipe renacentista que humilde servidor de Cristo, presidente de lujosas celebraciones tridentinas por las catedrales del mundo, escribió una carta al Obispo Pierre Pican y le decía: “Le felicito por no denunciar a un cura a la administración civil. Ha obrado bien y estoy contento de tener un colega en el episcopado que, a los ojos de la historia y los obispos del mundo, prefirió la cárcel a denunciar a su hijo y sacerdote”.

Estos días ha echado más leña al fuego al afirmar que Juan Pablo II estaba de acuerdo con el contenido de su carta.

La cascada de aguas sucias, motivaciones perversas aparte, es una bendición para la Iglesia, un aviso para caminantes y un stop a la pedofilia eclesial.

La Iglesia tiene que dejar de sentirse acosada para sentirse concernida. Tiene que asumir “las habladurías” para enfrentarse a la sangrienta realidad y buscar soluciones concretas.

Los teloneros de Benedicto XVI, el predicador Cantalamessa y el Cardenal Bertone entre otros, no son la solución, sólo enturbian más las aguas.

Sólo el Papa, último responsable, puede poner orden y apagar los fuegos.

En una homilía reciente dijo: “Ahora que estamos bajo los ataques del mundo que habla de nuestros pecados, vemos cuan necesario es hacer penitencia y reconocer los errores de nuestra vida”.

La Iglesia “herida y pecadora” necesita pedir perdón y confesar públicamente sus pecados.

El “nosotros” de Benedicto XVI si hubiera sido singularizado y enfatizado habría tenido más fuerza, más valor.

Ya no son “habladurías”, hablan de “nuestros pecados”.

Los alcohólicos para curarse, primer paso, necesitan reconocer su adicción.

Gracias a los mass media la Iglesia comienza a reconocer sus adicciones y a renovarse.