AUTOBUSES: SEGUNDO ASALTO

P. Félix Jiménez Tutor, Sch. P.

   

 

El Dios del Antiguo Testamento es sin duda el personaje de ficción más desagradable”, escribe Richard Dawkins en su best seller The God Delusion. Y le dedica una letanía de adjetivos que me hacen enrojecer.

Los ateos y los gays, invisibles en la oscuridad del armario y recluidos en sus círculos superprivados, han salido a la Plaza Mayor y, con gran atrevimiento, han profesado sus creencias y su orientación.

Los autobuses de las grandes ciudades del mundo que hasta ahora habían aguantado todo tipo de publicidad: programas de televisión, relojes, calzoncillos Calvin Klein, gafas…hoy, se han convertido en manuales de teología para tontos.

Dios, tema de predicación en las iglesias, ahora llena periódicos, se discute en las tertulias y en las comidas familiares.

¿Necesita Dios apologetas?

Los ateos, en su libro de visitas, exhiben las firmas de miles de científicos, escritores y artistas que hacen apología del ateismo.

Los creyentes han dado testimonio de su fe con razones débiles y siempre insuficientes y también con la verdad de la persecución aceptada y la sangre derramada.

Nuestra manera de vivir, creo yo, es la mejor apología de nuestra fe en Dios.

Los autobuses de Londres, con nuevos eslóganes, en un segundo asalto, quieren dejar K.O. a los ateos. El derecho de expresión es para unos oportunidad para disentir y para otros oportunidad para evangelizar. Feliz guerra publicitaria.

No es en el cuadrilátero sino en el corazón humano donde se vive el drama de Dios.

La idea de airear a los cuatro vientos la no existencia de Dios ha despertado el apetito y ahora todos quieren más alimento.

Tres organizaciones preparan la nueva campaña a favor de Dios.

La Sociedad Bíblica ya ha elegido su frase tomada de la Biblia: “Piensa el necio: No hay Dios”, Salmo 53

La Iglesia ortodoxa rusa, no muy original, ha optado por: “Dios existe. CREE. No te preocupes y disfruta de la vida”.

El Partido Cristiano Inglés, nada original, proclama: “Definitivamente Dios existe”.

Dudo de la sabiduría y de la eficacia de esta contracampaña.

Los autobuses-púlpito no van a convertir a nadie, pero sí nos invitan a pensar a los creyentes. No son una llamada a afilar la navaja de la vieja argumentación tomista sino una exhortación a mejorar nuestro vivir.

A Dios no le preocupa que no se defiendan sus derechos. Dios se contenta con que defendamos con más ahínco los derechos de los hombres.

Los hombres, no acostumbrados a ofrecer la otra mejilla, preparan ya el tercero y cuarto asaltos en esta guerra de palabras que no tendrá fin.

En el ínterim, dejemos que hablen los autobuses y descifren el enigma.