HOMILÍA DOMINICAL - CICLO A

  Fiesta del Bautismo del Señor

P. Félix Jiménez Tutor, escolapio

   

 

 Escritura:

Isaías 42, 1-4.6-7; Hechos 10, 34-38;
Mateo 3, 13-17

EVANGELIO

En aquel tiempo fue Jesús desde Galilea al Jordán y se presentó a Juan para que lo bautizara.

Pero Juan intentaba disuadirlo diciéndole: Soy yo el que necesito que tú me bautices, ¿y tú acudes a mí?

Jesús le contestó: Déjalo ahora. Está bien que cumplamos así todo lo que Dios quiere.

Entonces Juan se lo permitió. Apenas se bautizó Jesús, salió del agua; se abrió el cielo y vio que el Espíritu de Dios bajaba como una paloma y se posaba sobre él. Y vino una voz del cielo que decía: Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto.

HOMILÍA 1

En algunas tribus de África cuando una mujer está embarazada va al bosque con sus amigas y allí oran y meditan hasta que pueden oír la canción del niño concebido.

Saben que cada alma tiene sus propias vibraciones que expresan su finalidad y su destino.

Cuando las mujeres han aprendido la canción la cantan a coro y regresan a la tribu para enseñársela a todos.

Cuando el niño nace, la comunidad reunida, le canta al niño su canción y cuando el niño empieza su educación y cuando entra en la adolescencia y cuando se casa le cantan también su canción.

Finalmente cuando el alma está a punto de salir de este mundo, familia y amigos reunidos en torno a su cama le cantan por última vez su canción.

Y si a lo largo de su vida la persona ha cometido un crimen o una acción antisocial, el individuo es llamado al centro del pueblo y formando un gran círculo a su alrededor le cantan su canción.

La corrección no es castigo, es amor y recuerdo de la propia identidad. La canción le recuerda quién es. Y cuando uno reconoce su canción ya no vuelve a hacer daño a nadie.

Un amigo es alguien que conoce tu canción y te la canta cuando la has olvidado.

Para encontrar el camino de vuelta a casa basta cantar la canción que te han cantado desde que fuiste concebido.

El día del bautismo es el día de nuestra concepción. El día en que Dios nuestro Padre nos cantó su canción: Tú eres mi hijo, el amado, mi predilecto.

Termina el tiempo de Navidad con sus fiestas y las visitas y volvemos a la rutina de cada día.

Nuestra eucaristía dominical es también parte importante de nuestra rutina. No es la llamada del despertador la que nos congrega sino la llamada de Dios, la llamada de nuestro Padre que quiere cantarnos su canción de amor.

Venimos a la iglesia para "ver" como nos dice el evangelio.

Juan vio el cielo abierto y vio que el Espíritu de Dios bajaba como una paloma y se posaba sobre Jesús. Y escuchó una canción del cielo que decía: "Este es mi hijo, el amado, mi predilecto".

Son tantas las cosas que nuestros ojos carnales no logran "ver".

Juan tampoco veía al principio. Jesús era para él un judío más, un pecador más…

Qué difícil nos resulta muchas veces distinguir el original de la copia.

Estaba yo una vez visitando la iglesia de Our Lady of Esperanza en Manhattan para la que Soralla pintó un cuadro de San José. Admiraba yo el cuadro y al cabo de un rato el párroco me despertó y me dijo: "Es una copia. El original se guarda en la Hispanic Society".

Sólo los que pueden ver el interior de las cosas y de las personas pueden ver la diferencia.

No se puede juzgar un libro por sus tapas. No puedes decir quien es Jesús si no sabes "ver". Puedes admirarlo en los miles de cuadros que lo representan, puedes escuchar miles de sermones eruditos sobre Jesús, pero para captar su música y su esencia necesitas "ver".

Juan vio el Espíritu descender sobre Él. Vio a Dios en su bautismo y experimentó su poder. No fue un bautismo más. Fue como un terremoto, un acontecimiento divino.

Juan descubrió aquel día al profeta enviado por Dios para quitar el pecado del mundo que ningún bautismo puede quitar. Y finalmente vio.

Estamos en la iglesia, en este día bautismal, para ver más claramente quién es Jesús, escuchar su canción, aprenderla y seguir cantándola durante nuestra vida.

Nosotros también necesitamos terremotos en nuestras vidas y éstos son los acontecimientos cotidianos y las personas con las que nos encontramos y codeamos en nuestras vidas cotidianas.

El día del bautismo de Jesús marca el día 0 de su vida. Comienza el ministerio, la misión, el canto del amor de Dios a todos los hombres. Melodía sencilla y profunda que todos llevamos dentro.

Ojalá tengamos todos buenos amigos que nos la recuerdan y cantan cuando la hemos olvidado. Hijo, amado, predilecto, para siempre.

HOMILÍA 2

Hoy, Fiesta del Bautismo de Jesús, clausuramos el tiempo de Navidad.

Navidad es tiempo de epifanías, tiempo de” aha moments”, cuando abrimos los ojos de la fe y vemos sólo con el corazón.

El día de Navidad vimos en el niño recién nacido al niño Dios, el regalo de Dios para toda la vida. Fue nuestra primera epifanía.

El día de los Tres Reyes, en los magos simbólicos, vimos al niño Dios como Salvador global y nos sentimos herederos de las promesas eternas. Fue nuestra segunda epifanía.

Hoy, en el Bautismo de Jesús en el río Jordán vemos a Jesús adulto, lanzado a su vida pública. Lavado y perfumado en el agua bautismal experimentamos la tercera epifanía, la epifanía total y trinitaria. Dios Padre habla y llama a Jesús su Hijo Amado y el Espíritu lo llena de su poder.

Los ángeles dejaron de cantar, los Magos se fueron por otro camino, José y María se retiraron a Nazaret y allí, en la oscuridad, la soledad y el silencio pasaron treinta años.

Un buen día Jesús, desde Galilea “se fue al Jordán y se presentó a Juan para que lo bautizara”. Hemos pasado del Jesús niño al Jesús adulto, comienza la Gran Historia.

Todos los principios son hermosos y casi siempre son gloriosos. Los principios, tanto en las aventuras humanas como en las religiosas, son fáciles, mantenerse fiel hasta el final de la aventura es lo difícil.

Jesús, en el día de su Bautismo comenzó a “cumplir todo lo que Dios quiere”. Sumergido en las aguas del río Jordán se revistió simbólicamente con todos los pecados del mundo. Se convierte en el chivo expiatorio que en el día del Yom Kipur, día del Gran Perdón, es enviado al desierto cargado con todos los pecados de Israel.

Jesús, el hombre sin pecado, también será expulsado de la ciudad para celebrar su bautismo de sangre y de perdón universal.

El día de su Bautismo es el día del comienzo de todo, de la búsqueda de los pecadores, de la sanación de los enfermos, del perdón de los pecados, de la nueva presencia de Dios en el mundo, presencia de la gracia y la vedad.

Jesús descubre su identidad y comienza su tarea que no consiste en hacer obras buenas y contar lindas historias, un part time vocacional. La vocación de Jesús es una dedicación full time a las cosas de su Padre, empujado siempre por la fuerza del Espíritu.

Todo comenzó el día de su Bautismo en las aguas.

Todo terminó en la cruz con el Bautismo total en la Cruz. La última epifanía que tenemos que experimentar.

Estar bautizado no es el comienzo de una vida vivida intermitentemente, a ratos con Dios. Es una vocación que hay que vivir full time. Cierto, Jesús es único como mensajero y salvador de Dios pero la declaración de Dios a Jesús “Tú eres mi Hijo, yo te quiero” se aplica a todos los bautizados.

Recuerden que durante el Año de la Fe les invité a celebrar el verdadero comienzo de la vida en Cristo, el día del Bautismo. Algunos fueron a su parroquia y pidieron su certificado. Descubrieron una fecha, unos testigos y el principio de todo principio. Un Padre nuevo, un nombre nuevo, una familia nueva, del yo pasamos al nosotros, una casa nueva donde celebrar la filiación divina.

Los que estamos aquí reunido somos conscientes de la presencia de Dios en nuestras vidas, pero tenemos que vivir nuestra vocación de hijos y nuestra identidad cristiana con mayor resolución y mayor atrevimiento.

Hoy, por mil razones, nosotros vivimos en un país de bautizados. Son muchos a los que el día del Bautismo se les abrió una cuenta en el banco, pero como nunca han hecho ni un depósito la cuenta ha sido cancelada. Un país de bautizados que empiezan a desbautizarse.

Los bautizados deberíamos vivir de tal manera que fuéramos epifanías para nuestros familiares y amigos que nunca han tenido una auténtica epifanía cristiana.