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CANTO A LA VIÑA P. Félix Jiménez Tutor, escolapio |
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"Voy
a cantar en nombre de mi amigo Mi amigo tenía una viña en fértil collado. Esperó que diese uvas y dio agrazones". Isaías 5, 1-2 Todos los viajes papales son triunfales. Escenarios grandiosos, autoridades cordiales, multitudes entusiastas, discursos previsibles, encuentros con líderes de otras religiones, ambiente de concierto y de fiesta y en el centro, la estrella del día, el Papa. Para un profesor tímido y tradicional, invocador de la "obediencia y la autoridad" y convertido en Papa, este espectáculo "American Idol", que sólo los americanos saben montar, tuvo que ser una experiencia inolvidable. Transformó su imagen y la humanizó.
El
Presidente Bush quiso ser el primero en darle la bienvenida en el
Bush, el protestante, dijo "la Iglesia es la roca" y "cuando miro a los ojos del Papa veo a Dios" y le abrió la Casa Blanca y le ofreció un party multitudinario para celebrar su cumpleaños. Benedicto XVI vino a visitar su viña, la Iglesia Católica Americana. Una viña frondosa, rica, libre, vibrante, que ama a sus pastores aunque no obedece ni sigue las consignas de la jerarquía. Giuliani, exalcalde divorciado y tres veces casado, pasó a comulgar con toda naturalidad en la misa celebrada en San Patricio. Benedicto XVI esperó que su viña diera uvas y dio escándalos. El drama de la pedofilia, tema estrella del viaje, ha eclipsado los grandes debates intelectuales: el relativismo moral, la responsabilidad de las naciones ricas para con las pobres, las familias de los inmigrantes, vivir la fe en la Plaza Mayor, Cristo nuestra esperanza… ¿Lo hizo presionado por los Obispos americanos? ¿Fue, contra todo pronóstico, decisión suya? Ya en el avión, rumbo a Washington, confesó a los periodistas: "siento profunda vergüenza y haremos el máximo esfuerzo para que no se repita en el futuro". A los Obispos les expresó su malestar porque este tema "había sido mal gestionado". Y ante miles y miles de fieles en el Nationals Park de Washington y en el Yankkee Stadium de New York proclamó: "Ninguna palabra mía podrá describir el dolor y el daño causado por semejantes abusos". "Éste será un tiempo de purificación para cada iglesia particular y un tiempo de sanación·. El turning point de este drama, representado en distintos escenarios, se vivió en la capilla de la embajada pontificia. El Cardenal O’Malley de Boston, epicentro del escándalo, y cinco víctimas oraron con Benedicto XVI. Después los recibió personalmente y cada uno le hizo sus confidencias. Bernie McDaid le dijo al Papa: "Santo Padre necesita saber que tiene un cáncer en su grey. Tiene que solucionarlo". Este encuentro, no anunciado, ha tenido un eco mediático sorprendente porque marca el final de la negación y el olvido. El pasado sigue vivo. Necesita ser curado y la Iglesia tiene que aprender a vivir con él. O’Malley regaló al Papa un libro con mil nombres, mil víctimas de su diócesis, para que ore por cada una de ellas y no olvide que su viña necesita mejores viñadores y mucho más cuidado. Los católicos americanos que han tenido que superar muchos obstáculos hasta alcanzar su mayoría de edad en esta sociedad aún sufren ataques furibundos. El Reverendo John Hagee, pastor de una megaiglesia de San Antonio y patrocinador del senador McCain, describe a la Iglesia Católica como "the great whore", "la gran ramera", y de "un culto falso". La visita de Benedicto XVI, presente en todas las cadenas de televisión y en todos los periódicos, ha constituido una gran experiencia religiosa. Ningún líder es capaz de movilizar a los poderosos y a los humildes.
Los católicos americanos se sienten
orgullosos y encendidos y proclaman "to be catholic is cool", ser
católico es fantástico. |