EL COCIDO DOMINICAL

Félix Jiménez Tutor, escolapio.....

     

 

¿Desaparecerán, algún día, las cocinas de las casas? Las cocinas, dicen, desaparecerán, pero no las comidas. Sólo una llamada le separa del jardín del Edén.

Detrás de un buen restaurante hay un Chef con nombre propio, un servicio profesional, una decoración elegante y un precio aparatoso.

En estos tiempos de hombres sólo trabajadores, workaholics, la única contemplación es la obra de nuestras manos, y la respuesta a este estilo de vida sin meta final es los restaurantes de comida rápida. Aquí no hay Chef. No hay que asistir al Instituto Culinario de Soria para trabajar. Aquí, todo es desechable. Comer es repostar, llenar el tanque y seguir haciendo millas.

En torno a la mesa familiar celebramos el ritual sagrado del cocido dominical, pretexto maravilloso para conversar sobre lo divino y lo humano, expresar pensamientos profundos o disparar comentarios burdos y desnudar la intimidad.

La familia cristiana necesita su restaurante, su cocido dominical, su fiesta, su conversación con Dios y con los hermanos, su Eucaristía. Necesita esta liturgia previa como entrenamiento para la liturgia eterna y celestial.

¿Qué es un domingo sin la penetración amorosa de Dios?

¿Qué es un domingo sin el beso de la paz de los santos y de los pecadores?

Me comenta Begoña que en la cárcel el cocido dominical, la Eucaristía, condimentada con la sal de las lágrimas y la pimienta de los olvidos, dura más de dos horas. Detrás de las rejas no hay citas con la vida, no hay golf en Pedrajas, no hay que esperar ni hacer esperar a nadie. Algún día me apuntaré a ese restaurante en el que nadie mira al reloj.

Nuestros comensales, hartos de alimentos terrestres, optan por la comida rápida. El Chef, también, tiene prisa. Tiene que multiplicarse y no dispone de tiempo para platos elaborados. La urgencia del rito prima sobre la importancia del único rito digno de todo el trabajo y de toda la pasión del mundo.

¿Cómo se puede celebrar algo en un, dos, tres, y ya?

¿Cómo se puede celebrar el acontecimiento Number One de la semana cristiana sin emoción, sin asombro, contra reloj?

En este "zancocho de las siete carnes" como llaman los dominicanos a su cocido, tres ingredientes deberían ser los más empleados.

La Acogida. Nuestras iglesias son lugares anónimos. Entramos a consumir nuestra ración. No compartimos nada. Hasta el gesto de la paz molesta a muchos. La Bienvenida a casa, la primera sonrisa, el primer saludo, es ingrediente para abrir el apetito a la Bienvenida que Dios nos da.

¡Qué alegría sentirse apreciado, reconocido, importante e incluso querido en la casa del amor!

La Música es el lenguaje universal de la fiesta y la droga que nos desinhibe de la represión emocional. Es libertad para, con atrevimiento, expresar la profundidad que duerme dentro de nosotros. Sin el ingrediente música, comida rápida, misa rezada, la fiesta se diluye en un bisbiseo agónico.

La Predicación. A pesar de tanto aggiornamento, la predicación sigue siendo el ingrediente menos abundante y más soso en este cocido dominical.

Algunos se preguntan, ¿después de 80 años oyendo sermones aún puedo esperar oír algo nuevo y sorprendente?

Espero que sí y como Abraham y Sara, a pesar de la edad, aún podrá extasiarse y gozar y sin necesidad de Viagra.
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