HOMILÍA DOMINICAL - CICLO A

  Vigésimo Domingo del Tiempo Ordinario

P. Félix Jiménez Tutor, escolapio

   

 

 Escritura:

Isaías 56, 1.6-7; Romanos 11, 13-15.29-32; Mateo 15, 21-28

EVANGELIO

En aquel tiempo, Jesús salió y se retiró al país de Tiro y Sidón. Entonces una mujer cananea, saliendo de uno de aquellos lugares se puso a gritarle: -Ten compasión de mí, Señor, Hijo de David. Mi hija tiene un demonio muy malo.

Él no le respondió nada. Entonces los discípulos se le acercaron a decirle: -Atiéndela, que viene detrás gritando.

Él les contestó: -Sólo me han enviado a las ovejas descarriadas de Israel.

Ella los alcanzó y se postró ante él, y le pidió de rodillas: -Señor, socórreme.

Él le contestó: -No está bien echar a los perros el pan de los hijos.

Pero ella repuso: -Tienes razón, Señor; pero también los perros se comen las migajas que caen de la mesa de los amos.

Jesús le respondió: -Mujer, ¡qué grande es tu fe! que se cumpla lo que deseas. En aquel momento quedó curada su hija.

HOMILÍA 1

Érase un anciano que, todas las noches, caminaba por las calles oscuras de la ciudad con una lámpara de aceite en la mano.

Una noche se encontró con un amigo que le preguntó: ¿qué haces tú, siendo ciego, con una lámpara en la mano?

El ciego le respondió: “Yo no llevo una lámpara para ver. Yo conozco la oscuridad de las calles de memoria. Llevo la luz para que otros encuentren su camino cuando me vean a mí”…

¡Qué hermoso sería si todos ilumináramos los caminos de los demás! Llevar luz y no oscuridad.

Luz…demos luz.

De la historia de Pedro, ciego y náufrago en la tormenta del domingo pasado a la historia de hoy, de la mujer cananea, invisible y marginada.

Del grito de Pedro: “Señor, sálvame” al grito de la mujer extranjera: “Señor, socórreme”.

De la respuesta de Jesús a Pedro: “Hombre de poca fe, ¿por qué vacilaste? a la respuesta de hoy: “Mujer, qué grande es tu fe”.

Y en medio de la ciega tormenta está Jesús salvando a Pedro náufrago y en medio de esta mujer y su hija atormentada por un demonio está Jesús y le dice: “Mujer, que se cumpla tu deseo”.

Y en medio de nosotros en este domingo está también Jesús que viene a traernos la luz y la salvación.

¿Cómo nos sentimos nosotros hoy? ¿Como hijos de Dios, como miembros de la Iglesia o como perritos que comen las migajas que caen de la mesa?

La mujer cananea no fue saludada, no le dieron un aplauso de bienvenida como hacemos nosotros, era gentil, extranjera, y como a un perro había que despacharla porque con sus ladridos asustaban a todos y Jesús tampoco le hizo mucho caso.

Pudo más la fe y la insistencia de la mujer que todos los rechazos.

Pudo más su perseverancia y atrevimiento que las palabras de los discípulos y la frialdad de Jesús.

Siempre puede más la fe que la duda, la insistencia que el cansancio.

En el corazón de Dios, en la Iglesia de Jesús, cabemos todos. Todos llamados a ser injertados en el árbol de la vida, a pertenecer y a heredar el Reino. Todos somos ovejas perdidas de Israel.

La mujer cananea y su hija atormentada por un demonio son símbolo de todos nosotros.

Ellas se alimentaban con las migajas que caían de la mesa de sus patronos. Pero querían participar de la mesa como hijos, querían sentirse amados por Jesús, querían gozar de la fiesta  que Jesús traía. Y la fe y la perseverancia abrieron de par en par las puertas del corazón de Jesús.

Muchos hermanos nuestros y nosotros también  vivimos de las migajas de la iglesia: una oración rutinaria, una misa más penitencia que gozo, unos miedos, una vida cristiana tibia y otros un vago recuerdo de su bautismo…migajas en nuestro plato cristiano.

La mujer cananea no se contentó con las migajas que caían de la mesa, quiso el pan entero, el amor entero, la sanación entera, la vida entera, la pertenencia entera.

¿Por qué contentarnos con un poco cuando lo podemos tener todo?

¿Por qué considerarnos extranjeros cuando somos hijos?

¿Por qué no invitamos a tantos hermanos alejados que comen las migajas de los celos, del alcohol, de la droga, de la infidelidad a ser miembros de la Iglesia de Jesús?

Nuestra responsabilidad no es de apartar a nadie que busca sinceramente al Señor, los apóstoles aquel día hicieron de espantapájaros, sino de acercarlos con amor hasta la fuente del perdón y de la salvación.

En Internet hay una lista de las personas más odiadas del mundo. No le resultaría difícil poner algunos nombres: Adolfo, Osama, Sadam…

Suscitan en nosotros emociones demasiado fuertes como para pensar en ofrecerles nuestro perdón.

¿Guarda usted una lista de las personas que le han ofendido? Si la tiene el reto del perdón es más grande, pero la exigencia de perdonar no por eso es menor.

¿Tiene Jesús una lista? Él no tiene ninguna lista de personas odiadas. Su lista es la del amor  a todos, incluido usted.

 

HOMILÍA 2

Una mujer muy respetable, en una ocasión, fue a pedir consejo a un rabino. En cuanto éste la vio entrar gritó: Adúltera. Acabas de pecar y tienes el atrevimiento de poner tus pies en esta casa pura.

Desde lo profundo de su corazón la mujer le dijo: “El Dios del cielo tiene paciencia con los malos. No tiene prisa en hacerles pagar sus deudas y no revela los secretos de nadie para que no se avergüencen y no dejen de dirigirse a El y no les oculta su rostro.

Y sin embargo, usted el rabino, no ha podido aguantarse y ha revelado lo que el Creador tiene oculto”.

Desde ese día el rabino de Apt solía decir: “Nadie había podido conmigo hasta que ese día una mujer me dio la mejor lección”.

La historia de la mujer cananea del evangelio de este domingo es tan incómoda o más que la historia de la mujer y del rabino. El rabino, hombre sabio y piadoso, recibió una gran lección y cambió de opinión gracias a una mujer menos piadosa pero sí más sabia que él.

A todos nos sorprende y escandaliza la actitud del rabino y la actitud de Jesús ¿no nos escandaliza?

Tenemos que reconocer que el comportamiento de Jesús, por una vez, es también escandaloso. Este Jesús no es el que nosotros imaginamos y predicamos.

Este Jesús no es el Jesús acogedor, perdonador y abierto a todos.

Este Jesús ignora a la mujer cananea, no contesta a sus súplicas y se hace el sordo a sus gritos y a sus lágrimas.

¿Tuvo Jesús un mal día? ¿Quería poner a prueba la fe de la mujer? ¿Acaso no era su situación suficientemente humillante?

¿Por qué la insulta y la llama perro?

En este Jesús aflora, por una vez, su judeidad, frente a esta mujer de otra raza, de otra nación, de otra religión, de otro sexo: “Sólo me han enviado a las ovejas descarriadas de Israel”. “No está bien echar a los perros el pan de los hijos”.

A pesar de esta ducha de agua fría, la mujer sigue ahí, herida y menospreciada, pero sigue ahí frente a Jesús.

Cuando la tragedia nos visita o caemos en la desesperación o nos lleva a buscar algo o alguien que nos pueda salvar. Uno de los beneficios del sufrimiento es que puede acercarnos a Dios y a su misericordia.

La mujer cananea confiaba plenamente en Jesús, ésta supo encajar el insulto y pudo cambiar la opinión de Jesús. Por una vez, sólo una vez, Jesús, gracias a la persistencia y confianza de una mujer, cambió de opinión y se olvidó de las fronteras que separan a los hombres. Para la gracia de Dios no hay fronteras. Cualquier frontera contradice la esencia de Dios. Las fronteras bien definidas y claras son cosa de los hombres, no de Dios.

Sí, soy un perro para vosotros los judíos, pero Tú, Jesús, eres mi única esperanza, no me ignores. Los perros también tienen derecho a comer las migajas que caen de la mesa de los hijos. Yo no me marcho de aquí sin mis migajas y recibió mucho más de lo que pedía.

Recibió la sanación de su hija y la alabanza de Jesús: “Mujer, qué grande es tu fe; que se cumpla lo que deseas”.

En el reino de Jesús la única frontera que hay que traspasar es la de la fe. Dios no es monopolio de ningún pueblo, de ninguna Iglesia, Dios es de todos los que lo buscan con sincero corazón.

En el reino de los hombres hay muchas fronteras por razón de sexo, de nación, de color, de cultura, de teologías…Te retiran el pasaporte, te excomulgan, te suspenden a divinis, te echan de casa, te llaman “perro” y no te ofrecen ni las abundantes migajas que caen de la mesa y son pisoteadas.

La Iglesia no es una ciudad abierta, sus espesos muros cobijan a los silentes, su Derecho Canónico, más voluminoso que el sencillo evangelio, es una mina unipersonal. Hay que ser grande de mente y de corazón para abrir la puerta a todos. Los hombres nunca lo conseguiremos. Sólo Dios es grande y nunca lee la etiqueta de nuestro DNA y se ríe de nuestras teologías, ninguna más ortodoxa que otra.

 

HOMILÍA 3

 

I WANT MY LEFTOVERS

Legend has it that a certain mother approached the great military conqueror, Napoleon, seeking a pardon for her son who had committed a crime. Napoleon replied that the young man had committed this particular offense twice and that j u s t i c e demanded his death.

"But I do not ask for justice", the mother explained. "I plead for m e r c y".

"Your son does not deserve mercy", Napoleon replied.

"Sir", the woman cried, "it would not be mercy if he deserved it, and mercy is all I ask for".

"Well, then, the emperor said, "I will have mercy". And he spared the woman's son.

Mercy is God's gfit, and it is based on who God is, and what he has done for us.

In today's Gospel we have another mother who is desperate for mercy.

The first mother spoke the right words and changed Napoleon's mind. Napoleon listening to her learned the difference between justice and mercy and decided to choose mercy over justice.

In our story, at first sight Jesus was not so easy to convince. He did not even answer her. In fact he ignored her completely. He was deaf to her cry for help. And when he speaks it is to exclude any possibility of healing. "It is not right to take the bread out of the children's mouth and throw it to the dogs"

Is this the same Jesus we know from the rest of the Gospels? This is not the Jesus we believe in and preach about Sunday after Sunday. This is not the Jesus who hangs out with sinners. And what about foreigners and outsiders and women?

The hurt is in the word "dog".

There is no need to modify these words, to make them less harsh, Jesus was a person of his time, he was a first century Jew born into a world of boundaries. Jesus was speaking as an Israelite spoke of Gentiles. Jesus is God but he is also one hundred per cent man.

In spite of Jesus' harsh words and the dirty looks she got from his disciples, those zealous bouncers, who said, "Send her away for she keeps crying out after us", she persisted and insisted until she taught Jesus' something new about the kingdom of God, inclusiveness, and changed his mind.

True, you came to save the lost sheep of Israel, but the kingdom of God has no boundaries, so allow us "the dogs to eat the crumbs that fall from the children's table.

Only in an ideal world, in God's perfect world, there are no boundaries. But we live in a broken world, in a divided world. "This brokenness is most easily manifest in what we call the political realm. In our rush to survive, accomplish, and excel, all of which seem to run together at an ever faster pace, we have forgotten what it means to live in God's world, to celebrate the sacredness of life itself".

Boundaries between people, religions,nationalities, countries...exist, but they exist to be crossed. Somebody said, the day you can no longer change is the day you stop being a human being. We beleive that we are here on earth to do God's work, we know that we are God's people and we celebrate God's great love for us everyday, but we are called to be God's messengers to tell everybody that they have the right to eat not only the crumbs under the table but also the bread and the wine that are on the table of the Lord. He is the Host , we are his guests.

Jesus, in today's Gospel crossed the boundary between Jew and Gentile. And by her great faith the Canaanite woman crossed the boundary between righteous and sinners, children and dogs.

Are there any religious, social or family boundaries that we are called to cross today?