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HOMILÍA DOMINICAL - CICLO A Quinto Domingo del Tiempo Ordinario P. Félix Jiménez Tutor, escolapio |
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EVANGELIO En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente. Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte. Tampoco se enciende una vela para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa. Alumbre así vuestra luz a los hombres para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo.
HOMILÍA 1 A lo largo del año se hacen muchas campañas de sensibilización: campañas de solidaridad, Manos Unidas, campañas antidrogas, antiaborto… Hay una campaña titulada: "Make a difference Day", "Un Día para hacer la Diferencia". Ponga su tiempo y sus talentos al servicio de su comunidad. Un día para hacer la diferencia. El domingo, reunidos aquí por el poder del Espíritu Santo, este mismo Espíritu hace la campaña de Jesús muerto y resucitado por nosotros. La campaña de Jesús no es un día, no es una frase, no es un poster. La campaña de Jesús es toda una vida, es todo el evangelio proclamado y creído, es todo el poder del Espíritu, el único que tiene el poder para convencernos y movilizarnos a favor de los hermanos y hacer la diferencia. Érase una viga de hierro muy dura que había que romper. "Yo haré el trabajo", dijo el hacha. Y comenzó a golpear con fuerza el hierro y a cada golpe que daba su filo se iba dañando hasta que dejó de dar golpes. "Déjame a mi", dijo la sierra. Y comenzó a trabajar la superficie del hierro hasta que sus dientes se gastaron y se rompieron. Y se dio por vencida. Ah, dijo el martillo, ya sabía yo que no lo iban a conseguir. Mírenme a mí. Y después del primer golpe, el martillo voló por el aire y la viga de hierro seguía igual. "¿Me dejan intentarlo?", preguntó tímidamente la llama de fuego. "Ni lo intentes", le contestaron el martillo, la sierra y el hacha. "¿Qué puedes hacer tú?" Pero la llama rodeó el hierro, lo abrazó, calentó y no la dejó hasta que se fundió bajo su influencia poderosa. La persistencia de la pequeña llama rompió la viga de hierro. El Señor nos dice, hoy, que sus discípulos tienen que ser persistentes, eficaces y que tenemos que hacer la diferencia, que tenemos que estar presentes si queremos impactar nuestro entorno. "Ustedes son la sal de la tierra". Ustedes son. El Señor no dice: deberían ser, ojalá fueran… da por hecho que somos. El Señor nunca habla de deseos ni de buenas intenciones, habla de una nueva realidad, de una transformación profunda realizada en cada creyente por el Espíritu Santo. En este enorme cocido que es nuestro mundo donde hay todos los ingredientes: droga, violencia, sexo, esclavitud, avaricia, escándalos…el Señor dice a sus seguidores, ustedes son la sal. La sal servía para preservar los alimentos, la sal era fuente de vida. Da sabor a la comida, no es egoísta, se diluye, no se ve, es simplemente para los demás. Esta es nuestra misión: la misión de la sal preservar nuestro ambiente, nuestro barrio, nuestra comunidad para que no se corrompa, para que la vida florezca, para que la paz y la justicia sean para todos, para que la salvación de Cristo llegue a todos, para que el mal y el maligno no triunfen. Dar sabor a este enorme cocido, el sabor del bien, del servicio, de la generosidad, del evangelio, el sabor de la cruz de Cristo y de su resurrección. Y perderse, diluirse como la sal. No existimos sólo para nosotros, existimos para los demás. Cristo no vino para que le dieran una medalla por los servicios prestados, vino para darse sin más y darse a todos. Pero si la sal se desvirtúa… Aviso para todos nosotros. ¿Qué preservamos? ¿A quién damos sabor? "Recibe la luz de Cristo", dice el sacerdote al padre del bautizado. Luz llamada a brillar e iluminar a toda la familia, a toda la sociedad. HOMILÍA 2 ¿Saben cuál es la diferencia entre un termómetro y termostato? Un termómetro refleja simplemente el entorno. Nos dice la temperatura, si hace frío dice que hace frío, si hace calor dice que hace calor. Un termómetro no ejerce ninguna influencia sobre su entrono, más bien es influenciado por él. Un termostato tiene poder, energía. Pone en marcha la calefacción, regula la temperatura, cambia las cosas. Influye en su entorno. ¿Y nosotros qué somos? ¿Termómetros o termostatos? ¿Qué quiere Jesús que sean sus seguidores? Tremenda pregunta, fácil de contestar, difícil de practicar. "Vosotros sois la sal de la tierra. Vosotros sois la luz del mundo". Estamos aquí, en la iglesia, porque la luz de Dios ha iluminado nuestra vida. ¿Qué vamos a hacer con la luz de Dios? La fe es el interruptor que enciende la luz. Sin fe, nuestra sal no vale nada y nuestra luz está oculta. Para ser buenos termómetros lo único que tenemos que hacer es dejarnos llevar por la corriente, mantenernos callados y no testimoniar el poder y el amor de Dios. Ser como todo el mundo, reflejar los valores de nuestro entorno, de nuestro mundo. Cristo es ciertamente el único que brilla con la luz de Dios. Nosotros, los católicos, somos los transformadores y las líneas de transmisión para que la luz de Dios llegue a mucha más gente. Nosotros, sus discípulos, somos necesarios para que la luz de Dios brille donde la gente vive y muere. Nosotros somos la sal de la tierra y la luz del mundo. Somos los termostatos en un mundo de diferentes temperaturas. ¿Qué espera Dios de nosotros? El poder, la energía, es suyo. La luz viene de él. El sazón lo da su palabra. Nosotros no somos estrellas, somos sólo sal para sazonar nuestro pequeño mundo y somos luz. "Dejen que su luz brille ante los demás para que vean sus buenas obras y den gloria a Dios". San Ignacio de Antioquia escribió en una de sus cartas: "Así como el árbol se conoce por sus frutos, así también los que se llaman cristianos se conocen por lo que hacen. Porque el cristianismo no es sólo una profesión externa sino que se manifiesta en el poder de la fe, si una persona permanece fiel hasta el final. Es mejor para una persona agarrarse a su fe y ser que decirse cristiano y no serlo". HOMILÍA 3 EL FARO Un faro, estratégicamente colocado en lo alto de las rocas de la playa, servía de guía a los barcos para entrar en el puerto sin chocar contra las rocas. En cierta ocasión el encargado de encenderlo cayó enfermo y un substituto se encargó de su funcionamiento temporalmente. Un día estalló una poderosa tormenta y la arena, las ramas y todo tipo de objetos volaban alrededor del faro llevados por el viento. El encargado temporalmente de su funcionamiento cogió una grande lona y tapó la linterna para protegerla contra la tormenta. Aquella noche un barco chocó contra las rocas y se hundió. LA IGLESIA EN LO ALTO DE LA MONTAÑA Érase una iglesia construida en lo alto de una montaña de Suiza. La iglesia era muy hermosa y había sido edificada con mucho cuidado. Pero a la iglesia le faltaba una cosa. Por sorprendente que les parezca era una iglesia sin ningún tipo de iluminación. Los domingos, al atardecer, la gente de los alrededores contemplaba siempre el mismo milagro. Las campanas sonaban y los feligreses subían lentamente la colina para la celebración dominical. Entraban todos a la iglesia y ésta, de repente, se llenaba de luz y de un gran resplandor. Los feligreses subían con sus antorchas, las encendían y las colocaban en las paredes para que su luz llenara toda la iglesia. Si los fieles eran pocos la luz era muy tenue, pero si eran muchos la luz era mucho más intensa. Terminada la celebración, los fieles regresaban a casa con sus antorchas encendidas y los que los veían bajar la colina contemplaban un gran río de luz que salía de la iglesia e iluminaba la montaña. La iglesia de la montaña se convertía en verdadera iglesia cuando se llenaba de gente, en esos momentos era cuando todos los creyentes eran luz para los no creyentes y se hacía verdad la palabra de Jesús: “vosotros sois la luz del mundo”. El domingo pasado comenzamos la catequesis del Sermón de la Montaña. Proclamamos las Bienaventuranzas. Beso, Bendición y Promesa de Felicidad para los que cambian de corazón, escuchan la llamada de Jesús y emprenden el viaje de la fe con la intención de vivir de otra manera. Jesús no nos impone nada. Jesús también se saltó a la torera las normas de Moisés que, entre otras muchas cosas, prohibían tocar a los leprosos y Él los tocó, beso de amor y de sanación. Jesús, en este evangelio, nos define a sus seguidores y nos revela nuestra nueva identidad. “Vosotros”, mis seguidores, mis amigos, no los paganos, “vosotros sois la sal de la tierra”. “Vosotros sois la luz del mundo”. “Vosotros”, llamados a no indoctrinar a nadie, sí llamados a dar testimonio de vuestra nueva identidad, de vuestro nuevo ser. La metáfora de la sal. La sal conocida y usada seis mil años antes de Cristo ha acompañado siempre a la humanidad como elemento esencial y cotidiano. Dicen que hasta los soldados romanos eran, a veces, pagados con sal. ¿Tiene sentido el que Jesús nos diga que somos sal? ¿Cuál es el papel de la sal? La sal conserva los alimentos, especialmente las carnes, y evita su corrupción. La sal sazona y da sabor. La sal se disuelve y no se ve, pero su acción es eficaz. Si nosotros somos sal, ¿cuál será nuestro papel en medio de la sociedad en la que nos toca vivir? “Vosotros”, llamados a conservar el mensaje de Jesús en toda su pureza. “Vosotros”, llamados a no contaminar con vuestras teorías y preceptos meramente humanos la enseñanza del Maestro. “Vosotros”, llamados a conservar la fe en Jesús, el que la comienza y la perfecciona. “Vosotros”, llamados a sazonar las relaciones humanas y la sociedad más próxima con los valores evangélicos y trascendentes. “Vosotros”, llamados a actuar con pasión desde la fuerza del evangelio, a transformar el mundo. Ser cristiano, dicen, es una enfermedad que muchos quieren curar y declararla en proceso de extinción. A nosotros nos conserva, sazona y nos cura. “Vosotros sois la luz”. Faro para iluminar el camino de los viajeros ciegos para que no se estrellen contra las rocas y lleguen felizmente al puerto de la salvación. Antorchas que iluminan a los de dentro de la iglesia y a los de fuera. El ministro de industria nos regaló unas bombillas de bajo consumo. El verdadero seguidor de Jesús tiene que ser bombilla de alto voltaje para iluminar las tinieblas de las injusticias, las guerras, las avaricias y las ambiciones que hacen que la vida de tantos hermanos sea tan difícil y trágica. La caverna oyó una voz que le llamaba; “sal a la luz, sal y mira mi resplandor”. La caverna le contestó:”No conozco eso. ¿Quieres decir que aquí dentro sólo hay oscuridad? Finalmente la caverna se aventuró a salir y se sorprendió al ver tanta luz por todas partes. Y le dijo: “Ven a mi cueva y mira la oscuridad, pero cuando el sol entró ya no hubo oscuridad. Dejemos entrar en nuestra cueva al sol, Jesús, y ya no habrá más oscuridad en nuestra vida. Hoy, se invita a todos: ateos, gays agnósticos…a salir del armario y hacer pública su identidad oculta. ¿Qué pasaría si todos los cristianos saliéramos del armario y proclamáramos nuestra identidad? Salir del armario de la rutina y de la comodidad y profesar valientemente nuestra fe equivale a ser sal y luz. HOMILÍA 4
Érase una vez un
hombre cuyo oficio consistía en avisar con un farol al maquinista del
tren de los peligros de la vía. Una noche el hombre salió con su farol
para indicarle al maquinista que el puente situado a un kilómetro de
distancia se había hundido, pero algo extraño sucedió y el tren cayó al
vacío. HOMILÍA 5
In last Sunday's gospel Jesus described
the profile of his followers: they are poor in spirit, pure in heart,
meek, peacemakers, merciful... eight different ways to invite us to be
blessed, fortunate, happy and salty saints. |