HOMILÍA DOMINICAL - CICLO A

  Primer Domingo de Cuaresma

P. Félix Jiménez Tutor, escolapio

   

 

 Escritura:

Génesis 2, 7-9; Romanos 5, 12-19; Mateo 4,1-1

EVANGELIO

En aquel tiempo, Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu para ser tentado por el diablo. Y después de ayunar cuarenta días con sus cuarenta noches, al final sintió hambre. Y el tentador se le acercó y le dijo: -Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan.

Pero él le contestó diciendo: -Está escrito: No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.

Entonces el diablo lo lleva a la Ciudad Santa, lo pone en el alero del templo y le dice: -Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: Encargará a los ángeles que cuiden de ti y te sostendrán en sus manos para que tu pie no tropiece con las piedras.

Jesús le dijo: -También está escrito: No tentarás al Señor, tu Dios.

Después el diablo lo lleva a una montaña altísima y mostrándole todos los reinos del mundo y su esplendor le dijo: -Todo esto te daré si te postras y me adoras.

Entonces le dijo Jesús: -Vete, Satanás, porque está escrito: Al Señor tu Dios adorarás y a él solo darás culto.

Entonces lo dejó el diablo, y se acercaron los ángeles y le servían.

HOMILÍA 1

La gran muralla china es una de las maravillas que el hombre ha creado. Y dicen que es la única cosa de la tierra que se puede ver desde la luna.

Cuando terminaron su construcción, la gente satisfecha se regocijó. Y se dijeron, ahora sí que estamos a salvo. Nadie podrá atacarnos, nadie podrá penetrar esta magnífica e inexpugnable muralla.

Pero sus enemigos un día entraron con toda facilidad.

¿Cómo? Sobornando, comprando a los guardianes. El security abrió la puerta y entraron sin ninguna oposición.

Esta es nuestra historia desde el primer día de la creación. Adán y Eva somos nosotros rodeados por la gran muralla del amor de Dios, vivificados por el soplo de vida divina de Dios, colocados en este mundo para ser los amigos de Dios y ser los testigos de su gloria.

Esta es la historia de Adán y Eva, es decir, de todo hombre y de toda mujer desde el primer día de nuestra vida.

Tú eres el security que guarda la entrada del jardín.

Tú eres el conserje que guarda la entrada del edificio.

Tú eres el administrador de la vida divina que Dios te ha dado.

Tú eres el templo en el que Dios quiere habitar y conversar contigo.

Puedes hacer una copia de tu llave y dársela a tu párroco para que entre o se la puedes dar a un tigre cualquiera. Se la puedes dar a Dios o al diablo.

En el relato del Génesis vemos cómo la primera mujer abrió la puerta de la muralla y de su vida al diablo. Sus halagos, sus promesas y sus encantos la sedujeron y esta gran usurpadora le prometió lo imposible: ser como Dios.

La primera seducción y la primera tentación. Ser más grande. Tener más. Gozar más. Traicionar mi condición de criatura. Ser como Dios.

Todos, alguna vez, hemos dado la llave de nuestra muralla al enemigo disfrazado con ojos brillantes, con palabras lindas, con promesas magníficas.

A todos se nos abrieron los ojos, nos vimos desnudos y comprendimos que la felicidad no era eso, que nuestra paz no era eso, que nuestro destino no era eso, que Dios nos hizo para él y no para el tentador.

La palabra de Dios no es un cuento del pasado. La palabra de Dios es una radiografía de nuestra vida, de nuestra experiencia de hoy.

Aquí venimos para recordarnos nuestra fragilidad, para fortificar con el amor de Dios y su perdón nuestra muralla, para entregarle sólo a él la llave de nuestro ser.

El poeta cubano, Nicolás Guillén escribió el famoso poema, ahora, canción titulado: la Muralla:

Al corazón del amigo,
abre la muralla;
al veneno y al puñal,
cierra la muralla;
al mirto y la hierbabuena,
abre la muralla;
al diente de la serpiente,
cierra la muralla;
al ruiseñor en la flor
abre la muralla.

A Dios Padre y Creador
abre la muralla.
A Jesucristo, el Señor,
abre la muralla.
Al Espíritu Santo, fuego y amor,
abre la muralla.

¿A quién abres la puerta de tu alma?

El evangelio, hermanos, no es nuestra historia. Es la historia de Jesús, el Señor, el testigo fiel.

¡Qué diferente su historia de la nuestra!

"Jesús fue conducido al desierto por el Espíritu para ser tentado por el diablo".

La tentación del cuerpo: el hambre.

La tentación del espíritu: la fama.

La tentación del corazón: el dinero.

¿Qué hizo Jesús?

Jesús no abrió la muralla de su vida al tentador. No traicionó su vocación. No desobedeció el plan de Dios. Y nos enseñó la respuesta que debemos dar al tentador.

"No sólo de pan vive el hombre sino de toda palabra que sale de la boca de Dios".

"No tentarás al Señor tu Dios".

"Adorarás al Señor tu Dios".

Hoy comenzamos la Cuaresma bajo el signo de la siempre presente tentación.

La comenzamos recordando la debilidad de todo ser humano y la fuerza y la fidelidad de Jesucristo.

Recordamos nuestra condición: por el hombre viene el pecado, la guerra, el sida, la violencia, la despreocupación del gobierno por los pobres…

Por un hombre, Jesucristo, viene el perdón, la sanación, la salvación, el amor de Dios…

Del hombre viene el no a Dios y a los hermanos.

De un hombre, Jesucristo, viene el sí a Dios y a todos los que lo celebran como su Señor.

Un periódico hizo esta pregunta a sus lectores: "¿Cuál es la causa de que haya tanto mal en el mundo?"

Hubo miles de respuestas.

G. K. Chesterton contestó: "Dear Sir, I am". "Querido Señor, Yo soy".

HOMILÍA 2

Muchos caen en la tentación, pero otros muchos la planifican con antelación.

-Padre a su hijo: Hijo mío, no te bañes en el canal.

-De acuerdo, contesta el hijo. Pero aquella misma tarde volvió a casa con el bañador mojado.

-¿Dónde has estado? Le preguntó el padre.

-Bañándome en el canal, contestó el hijo. ¿No te dije que no te bañaras en el canal? Le preguntó el padre.

-Sí, es cierto.

-¿Por qué lo hiciste?

-Porque llevaba puesto el bañador y no pude resistir la tentación.

-¿Y por qué lo llevabas puesto?

-Para estar preparado para nadar en caso de ser tentado.

 La Tira Cómica de Eva

A Eva le gustan las golosinas. En esta tira, Eva intenta no caer en la tentación de comer golosinas.

* Eva decide dar un paseo para no pensar en las golosinas.

* Se dice: daré un paseo pero no entraré en la tienda.

* Piensa: Sí, me detendré pero no entraré.

* Después: Entraré pero no me acercaré a la sección de las golosinas.

* En la sección: Cogeré unas golosinas pero no las compraré.

* En la mano: Las compraré pero no las abriré.

* Piensa mejor: Las abriré pero no las oleré.

* Las oleré pero no las probaré.

Final de la tira: Eva, COME, COME, COME.

Hoy, domingo primero de Cuaresma, es el domingo de la tentación, domingo del diablo, el tentador.

Los hombres no vivimos bajo el signo de Piscis sino bajo el signo de la tentación.

Adán y Eva, pareja feliz y símbolo de todos los seres humanos, son los primeros tentados en su Edén.

Adán y Eva guiados por la serpiente que habla en esta fábula del Génesis se comieron la bolsa de las golosinas, se les abrieron los ojos y conocieron el bien y el mal.

Aquel día eligieron el mal, desafiaron a Dios, su creador, y comprobaron que el MAL no estaba en la bolsa de las golosinas, sino que fue el producto de su propia elección, comprobaron que la libertad humana es un reto y una oportunidad para ser como Dios imitándole o un verdadero desastre que nos lleva a corromper el bien.

Dios lo hizo todo bueno, nosotros, seres libres, podemos elegir el mal.

En el evangelio de las tentaciones de Jesús contemplamos la otra cara de la tentación, la de la victoria, la de la elección del bien.

Jesús, en todo igual a nosotros, experimentó la tentación no sólo un domingo sino muchos domingos. Se diferencia de nosotros en que no cayó en la tentación de comerse la bolsa de las golosinas.

¿Cómo no desear el pan y satisfacer la gula después o incluso antes de un largo ayuno?

“No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabras que sale de la boca de Dios”.

Nosotros repetimos en múltiples ocasiones esta cita bíblica, pero la verdad es que nuestro pan son los alimentos terrestres, nos bastan y nos sacian, y no comemos con hambre la Palabra de Dios, verdadero alimento del cristiano.

En boca de Jesús esa cita es verdad y es fortaleza para decir no a la invitación a pecar.

¿Cómo no sentir la seducción de lo milagroso y lo mágico, de una exhibición para la galería?

“No tentarás al Señor, tu Dios”.

Jesús sabe quien es y quien es su Señor y a quien debe su obediencia y fidelidad y rechaza el instinto de la magia y superstición que anida en cada corazón.

Nosotros, orgullosos y necesitados del aplauso divino y humano, buscamos nuestros quince minutos de gloria al margen de Dios.

El orgullo es más pecado que el sexo y que cualquier otro pecado porque es más fuerte y más destructor. Es el no serviré a nadie más que a mí mismo.

¿Cómo no embriagarse ante la promesa del dinero y de las riquezas?

“Al Señor tu Dios adorarás y a él solo servirás”.

Por dinero somos capaces de cualquier cosa. La sociedad en la que vivimos es la sociedad de la corrupción, la palabra más escrita y pronunciada en estos tiempos, la sociedad de los escándalos de los dineros.

Jesús que nos dijo que no podemos servir a Dios y al dinero, vivió esta enseñanza sin desviarse ni a la izquierda ni a la derecha.

Sí, nuestra generación es la más tentada.

Los medios de comunicación, serpiente muy astuta, nos muestran todos los reinos de la carne y sus pasiones, los reinos del poder y de la fama, los reinos del dinero y sus paraísos fiscales, los reinos de este mundo porque no hay otro para ellos y sin querer o queriendo decimos sí a la astuta serpiente.

¿Cómo salir victoriosos?

Con las armas del cristiano: la Palabra de Dios, el diálogo con Dios, la apertura a los hermanos, la lucha por la paz y la justicia, descentrarse, olvido de sí, para centrarse en Dios y en los demás, asumiendo nuestro bautismo, kilómetro cero de toda vida cristiana, profundizando y creciendo en la fe y renunciando a Satanás y a todas sus seducciones.

Escribe San Agustín: “Nuestra vida en medio de esta peregrinación no puede estar sin tentaciones, ya que nuestro progreso se realiza precisamente a través de la tentación, y nadie se conoce a sí mismo si no es tentado, ni puede ser coronado si no ha vencido, ni vencer si no ha combatido, ni combatir si carece de enemigos y de tentaciones…”

 

HOMILÍA 3

En una viñeta de la revista The NewYorker se ve al dueño de unos cerdos que está llenando la gamella con abundante pienso. Uno de los cerdos mira a los otros y les dice: ¿Os habéis preguntado alguna vez por qué es tan generoso nuestro dueño?

Hoy, primer domingo de Cuaresma, es el domingo del diablo, de Satanás, de la serpiente primordial, del seductor del mundo. Su oficio consiste en llenar diariamente nuestro plato con toda clase de alimentos terrenales, las tentaciones. ¿Se han preguntado alguna vez por qué es tan generoso con nosotros?

Para nosotros, los católicos, desde pequeños hemos sido catequizados para definir y considerar la tentación como el ámbito de la moral.

Nos empeñamos en vencer al tentador, no caer en sus redes. Cada confesión hacemos sinceros propósitos de la enmienda para a la salida del confesionario volver a las andadas de siempre.

Obsesionados con nuestra debilidad e impotencia corremos un doble riesgo, decir “me rindo” y seguir practicando nuestras adicciones sin remordimiento alguno; seguiremos diciendo palabrotas, mirando pornografía, diciendo mentiras, criticando a los amigos… o viviremos con la mala conciencia del pecado y nos sentiremos miserables e indignos por no dar la talla.

El evangelio de este primer domingo de Cuaresma, creo yo, apunta en otra dirección, la de la profundidad, la vocacional.

La cuestión no es pecado sí, pecado no. La cuestión es, ¿cómo vivimos los hijos de Dios? ¿Perdemos la memoria y nos olvidamos de que somos hijos de Dios? ¿Decimos sí y nos mantenemos en el sí a Dios que nos ama a pesar de nuestros pecados?

Los santos, esos hombres admirables, que parece que nunca han roto un plato no son nuestros modelos. Se parecen demasiado a nosotros. Jesús, sólo Jesús, es nuestro modelo.

Antes de comenzar su ministerio, Jesús, guiado por el Espíritu, se retira al desierto y durante 40 días y 40 noches descubre y dice sí a su vocación, sí a la voluntad del Padre. ¿Podía Jesús como podemos nosotros renunciar a su condición de Hijo?

Nosotros admiramos en este evangelio de Mateo el diálogo bíblico entre el diablo y Jesús. Jesús responde a las citas bíblicas del diablo con otras citas bíblicas. No se trata de una clase bíblica ni siquiera de vencer al diablo, se trata de conectar con Dios, de elegir y hacer la voluntad de Dios que es el que lo ha enviado para proclamar el año de gracia del Señor.

El pecado es no ser fieles a la vocación de hijos de Dios, declararnos autónomos y vivir sin conexión con la trascendencia.

El gran pecado de Israel, el hijo primogénito de Dios, durante su estancia de 40 años en el desierto fue abandonar a Yahvé e irse tras otros dioses.

A Jesús, el hijo de Dios, obediente y fiel a la voluntad del Padre no le interesa tener pan ni riquezas ni hacer milagros ni constituirse en el dueño del mundo, está ahí para ser, “si eres el Hijo de Dios”, verdadero hijo y comportarse como tal.

El hijo no quiere seguidores porque puede convertir las piedras en un banco de alimentos, no quiere seguidores porque puede hacer piruetas circenses desde el pináculo del templo, no quiere seguidores a través de un poder militar ilegítimo. Quiere seguidores de Dios, principio y fin de nuestra vida.

Jesús, guiado por el Espíritu, comienza su ministerio escuchando al Padre y obedeciendo al Padre que le dijo el día de su bautismo: “Tú eres mi hijo, yo te quiero”.

40 días y 40 noches, regalo cuaresmal, para que nosotros nos despojemos del ajetreo cotidiano y sin nada aprendamos a gozar o a aburrirnos en el silencio del desierto. Llenemos este tiempo con más oración, más ayuno de todo lo mundano, y más limosna. Abiertos de par en par a Dios, es decir, abiertos a la vocación a la que Dios nos ha llamado y abiertos a los hermanos, dándoles nuestro tiempo, nuestra sonrisa, nuestro testimonio creyente y también nuestra ayuda.

La tentación puede tener un halo de felicidad y fascinación, por eso somos tentados, por eso caemos en sus brazos y olvidamos que nuestra condición de hijos de Dios es nuestra vocación muestra gloria y nuestra felicidad.

Dejemos que sea Papá Dios quien llene nuestro plato con su amor y su fidelidad y no aceptemos las migajas que nuestro egoísmo o nuestros enemigos nos ofrecen.

No importa, con cansancios y pecados, seamos fieles a nuestra vocación, ya que Dios es siempre fiel.