HOMILÍA DOMINICAL - CICLO A

  Quinto Domingo de Pascua

P. Félix Jiménez Tutor, escolapio

   

 

 Escritura:

Hechos 6, 1-7; 1 Pedro 2, 4-9;  Juan 14, 1-12

EVANGELIO

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: -No perdáis la calma, creed en Dios y creed también en mí En la casa de mi Padre hay muchas estancias, si no, os lo habría dicho, y me voy a prepararos sitio.

Cuando vaya y os prepare sitio, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo estéis también vosotros. Y a donde yo voy, ya sabéis el camino.

Tomás le dice: -Señor, no sabemos a dónde vas. ¿Cómo podemos saber el camino?

Jesús le responde: -Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre sino por mí. Si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto.

Felipe le dice: -Señor, muéstranos al Padre y nos basta.

Jesús le replica: -Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: "Muéstranos al Padre"? ¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre en mí?

Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en mí, él mismo hace las obras.

Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre en mí. Si no, creed a las obras. Os lo aseguro: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aún mayores. Porque yo me voy al Padre.

HOMILÍA 1

Recién llegado a Nueva York le pregunté a una señora: ¿por favor, dónde está la oficina de correos? Con mucha amabilidad me indicó el camino.

Le di las gracias y le dije que viniera a la iglesia el domingo y yo le indicaría el camino que lleva al cielo.

No creo que vaya porque si no sabe el camino de la oficina de correos menos conocerá el camino del cielo.

En inglés hay una palabra muy bonita "homesick", es decir, añoranza de la casa, nostalgia de la patria y sacar boleto de regreso al hogar.

El evangelio de hoy tiene una nota de nostalgia. El Señor dice a sus apóstoles: me voy a casa, a la casa de mi Padre.

Sitio para todos. Jesús no quiere estar solo. Yo soy el camino y vine a su mundo para enseñarles el camino que lleva a casa.

Tomás que le escucha con atención, le interrumpe y le dice: Si no sabemos a dónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?

Tomás está pidiendo el mapa de carreteras.

Felipe le dice también a Jesús: Enséñanos una fotografía del Padre y eso nos basta.

Yo soy el camino y la autopista.

Yo soy el fin del viaje.

Yo soy la fotografía del Padre.

Los seguidores de Jesús antes de llamarse cristianos eran "los que seguían el camino".

Seguir el camino es estar homesick, abierto a Dios, una manera de vivir, llevar incorporado un GPS, saber que hay una salida bien señalada…

Algunos para encontrar el camino que lleva a la casa del Padre lo buscarán en la Biblia o en los miles de libros que circulan por ahí o consultarán a Google pero la mejor manera de dar con él es preguntar a alguien que ha estado allí. El único que ha estado allí es Jesús.

Una vez un estudiante le preguntó al famoso teólogo Karl Barth si Dios no se había manifestado en las otras religiones además de en el cristianismo y éste le contestó: "Dios no se ha revelado a sí mismo en ninguna religión ni siquiera en la cristiana. Dios se ha revelado en su Hijo".

Los cristianos estamos llamados a creer en una persona, en una persona que vive, en una persona que no sólo habla en nombre de Dios sino que es Dios.

La carta de San Pedro nos recuerda los cuatro títulos que han de exhibir los cristianos.

¿Tiene usted algún título que colgar en su sala de estar? Licenciado, Master…

Aquí tiene los cuatro títulos que le concede Dios Padre.

Ustedes son una "raza elegida".

La palabra importante es "elegida". No somos una comunidad reunida al azar, por casualidad, ni por una lotería de nombres.

La existencia cristiana tiene como principio la elección de Dios. La Iglesia es la comunidad de los llamados a vivir y formar la comunidad, los llamados por Dios.

Ustedes son un "pueblo sacerdotal".

Todos piedras vivas para formar la casa espiritual en la que ofrecemos a Dios por Jesucristo un sacrificio espiritual.

Todos sacerdotes. ¿Por qué? Todos tenemos la misión de reconciliar el mundo para Dios en Cristo.

Todos sacerdotes. ¿Por qué? Todos juntos ofrecemos el sacrificio de la eucaristía. El sacrificio del pueblo, para el pueblo y por el pueblo.

Ustedes son una "nación santa". Consagrados a Dios, a pesar de nuestros pecados, somos de Dios y llamados a vivir santamente.

Ustedes son el "pueblo de Dios". Comprados con la sangre de Cristo, somos su posesión.

¿Para qué sirven estos títulos?

Para recordarnos que a pesar de nuestra humanidad, con sus miserias y escándalos, somos también divinos.

Es Dios quien nos ha traído a su Iglesia, nos ha elegido, nos da poder para ofrecer este sacrificio y nos congregará a todos en la casa de la alegría, en el cielo, donde hay muchas estancias y donde estaremos todos alabando y celebrando la victoria de la fe, la esperanza y el amor.

Nosotros los que creemos en Jesucristo somos los "seguidores del camino" y lo señalamos a los demás con nuestras palabras y nuestras obras.

HOMILÍA 2

Murió un hombre y San Pedro le hizo de cicerone y le enseñó las distintas estancias del cielo.

- ¿Qué hay en esa estancia? Preguntó el hombre señalando un grupo muy serio y solemne que cantaba el más puro y sublime gregoriano.

- “Esa es la estancia de la Iglesia Católica de Roma”. Son muy serios y reprimidos.

- ¿Y los de esa habitación? Preguntó señalando un grupo de bailarines medio desnudos que giraban sus caderas y daban grandes gritos.

- “Ese es un grupo de Bali”, le dijo San Pedro. Un grupo muy vivo y bullanguero. Bailan mientras rezan y alaban a Dios.

- ¿Y los de ese gran salón?

- Ese grupo de personas rapadas que meditan al son de un gong son un grupo zen. Son muy tranquilos.

- San Pedro, antes de continuar la gira, le dijo: Cuando pasemos delante de esa sala, por favor, no haga ni el más mínimo ruido.

- ¿Por qué? Le preguntó el hombre.

- “En esa sala hay un grupo de cristianos fundamentalistas y creen que ellos son los únicos habitantes del cielo. Se molestarían si descubrieran que hay otros muchos grupos.

“En la casa de mi Padre hay muchas moradas…y me voy a prepararos un sitio”.

En la cómica anécdota, reflejo de la realidad en que vivimos, muchas iglesias cristianas, muchas religiones, todas con sus credos y sus dioses y todas con la misma promesa: un final feliz para sus seguidores.

No cabe duda de que cada creyente piensa que está en la religión verdadera.

La salvación “me voy a prepararos un sitio” junto al Padre es don de Dios y a Dios los hombres no podemos ponerle condiciones ni controlarlo.

La salvación “Dios quiere que todos los hombres se salven” no tiene nada que ver con las religiones.

Nosotros creemos que hay salvación para todos, no separados en distintos salones como si estuviéramos aún en la tierra, sino formando la gran asamblea de los redimidos, la única asamblea, la única Iglesia presidida por el único salvador, Dios.

Como dice el refrán japonés, los caminos a la cima son muchos y diferentes, pero desde la cima todos ven la misma luna.

“Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre sino por mí”, le dijo el Señor a Tomás.

Este versículo del Evangelio de Juan es, tal vez, el más conocido y el más citado por los predicadores cristianos.

Los cristianos nos sentimos seguros, estamos en el buen camino y la cita nos da un complejo de superioridad.

Antes de que se acuñara el nombre de cristiano en Antioquía, los seguidores de Jesús se definían simplemente como los que seguían el camino.

Jesús es sólo el camino que lleva a Dios, la meta es Dios.

Nosotros sabemos que Dios se ha manifestado a los hombres y les habla de mil maneras, a través de los acontecimientos y los hombres, pero su revelación plena y última la hizo a través de su Hijo, Jesucristo.

Nosotros, a pesar de los miles de caminos que llevan a la cima de la montaña, hemos hecho una opción, hemos decidido viajar a lo largo de nuestra vida por el camino llamado Jesús. Jesús, camino, verdad y vida, no tiene que ser para nosotros una mera casualidad, hemos nacido en un país cristiano, en una familia cristiana, hemos heredado una herencia cristiana…tiene que ser un convencimiento y una opción fundamental.

No desprecio los otros caminos, los acepto, los valoro y los considero como queridos por el Dios, salvador de todos los hombres.

“Quien me ha visto a mí ha visto al Padre”.

Nosotros no hemos visto a Dios, pero lo veremos cara a cara.

Dios no es un enigma ni un interrogante, gracias a Jesucristo, su mejor embajador, nosotros sabemos que Dios es amor y que nos acompaña a lo largo de la vida.

Nosotros sabemos que sólo Jesús puede hablar de Dios y dibujarnos con palabras y hechos la silueta de Dios.

Nosotros balbuceamos su nombre, hablamos de lo que no sabemos, profanamos su nombre y, muchas veces, por falta de palabras y de imaginación lo reducimos a un objeto más de nuestra pobre realidad.

Nosotros, los hijos de Dios, somos de casa.

Los que somos de casa no tenemos miedo, no buscamos recompensas, no necesitamos ser perfectos.

Somos libres, trabajamos, hacemos fiesta y somos responsables de las cosas de la casa.

Ser cristiano es maravilloso, es vivir en la casa con la alegría y la seguridad de que nadie nos puede echar.

Aquí y ahora, la casa es la Iglesia, casa grande y acogedora, hermosa, a pesar de sus muchas arrugas y manchas, a pesar de su vanidad y sus aires de grandeza, pero mañana, la casa de los hijos de Dios, la tierra nueva y los cielos nuevos, eclipsarán y harán enmudecer la cacofonía de este hoy con futuro.

HOMILÍA 3

“Yo me voy al Padre” con estas palabras termina el evangelio de este domingo.

Con estas palabras, si yo estuviera lúcido antes de mi muerte, podría también despedirme de este mundo: Yo también me voy al Padre. Haced fiesta y olvidadme, el olvido es el destino de todos los mortales, sólo Dios no olvida a sus hijos.

El evangelio proclamado suena a despedida. “Cuando vaya y os prepare sitio volveré y os llevaré conmigo, para que donde yo estoy estéis también vosotros”.

¿Recuerdan el evangelio del domingo pasado? ¿Recuerdan los siete “Yo soy” de Jesús? ¿Nadie? Muy bien. Sí, Jesús decía: “Yo soy la puerta”.

Hoy vamos a continuar con la imagen de la puerta de embarque. Cuando yo viajo a Nueva York tengo que encontrar la terminal y entre las puertas de embarque que llevan a todas las ciudades del mundo, tengo que encontrar la puerta de embarque que me lleva a Nueva York.

Cientos de puertas, para miles de viajeros, pero sólo una puerta para mí.

Nosotros, los que nos reunimos en el templo domingo tras domingo, venimos a celebrar a Jesús que es la Puerta de Embarque para ir a la casa del Padre.

“Yo soy el camino” dice Jesús. Nadie va al Padre sino por mí”.

Ustedes tan devotos de los santos tienen que saber que ninguno de ellos por famosos y populares que sean, ninguno de ellos es la Puerta de Embarque del cielo. Ellos, como nosotros encontraron la puerta y entraron por la misma puerta que entraré yo, Jesucristo.

Olvidarse de los santos no es pecado, sí es pecado olvidarse de Jesucristo, el Tú solo santo.

Una cosa es cierta. El cielo no tiene portero, no conserje. San Pedro entrevistando a los hombres a las puertas del cielo es un buen pretexto para todo tipo de anécdotas y chistes.

El que nos da la bienvenida a la casa del Padre es Jesucristo.

Pascua es el corazón de nuestra fe y Pascua es cada domingo. Aquí celebramos no el quinto domingo de Pascua, sino el domingo de los domingos, la fiesta gozosa de la Resurrección de Jesucristo y la nuestra ya iniciada el día de nuestro bautismo.

“Voy a prepararos un lugar”. Dios es futureidad y nuestro futuro está en sus manos. Aquí y ahora nosotros celebramos y anticipamos nuestro futuro.

La invitación de Dios a vivir en su amor nos la hace todos los días. Invitación que tenemos que responder. Dios no nos envía una tarjeta de colores con las famosas letras mayúsculas: RSVP o el se ruega contestación.

Su evangelio proclamado, creído y meditado es su mejor invitación. Lean el evangelio de Juan, oren con el evangelio y se convencerán de que al final de esta vida veremos a Dios.

Dios se ha revelado en su Hijo, en Jesucristo. El es la Puerta de Embarque hacia el Kennedy del cielo. Sólo Jesús.

Todos invitados a viajar por la autopista llamada Jesús, la única que nos lleva a nuestro destino, a Dios. Las otras autopistas por más santas que sean nos hacen perder el tiempo y no sirven de nada si nos desembocan en la autopista Jesús.

Feliz Viaje.