DON SAMUEL RUIZ

P. Félix Jiménez Tutor, Sch. P.

   

 

Don Samuel Ruiz no es una celebridad y no está en ningún Hall de la Fama, pero para los indígenas de Chiapas es su héroe.

El día 24 de enero moría, a los 86 años, el Obispo Don Samuel Ruiz, para los indios Maya, su padre, para los terratenientes de la región el “Obispo Rojo”, el inspirador y colaborador con la guerrilla zapatista.

El manual de funciones de los obispos les manda rugir.

Los obispos de occidente, nuestro primer mundo, rugen siempre contra lo mismo, el sexo: rugidos contra el preservativo, los anticonceptivos, el aborto, los matrimonios gays…y les cuesta reconocer que el clero no es tan casto como promete serlo.

Los rugidos de Don Samuel, obispo del tercer mundo, “el de los muertos de hambre, de los sin nombre, de los sin rostro”, según la definición zapatista, eran contra la injusticia y contra la opresión en la que vivían sus hijos.

Estas gentes hambrientas de justicia no necesitaban sermones moralizantes y ellas convirtieron a Don Samuel, este don nadie, desconocido e ignorado, en un profeta de la justicia que los capacitó para ser los agentes de su propia historia, en un pastor que defendió a su rebaño con uñas y dientes y en un hombre de paz. Su autoridad moral fue determinante en la solución del conflicto entre Zapatistas y gobierno.

Los obispos y los curas los tienen que crear y  recrear la grey a la que entregan su vida y no al revés.

Cinco siglos más tarde y en el mismo escenario que Fray Bartolomé de las Casas, Don Samuel rugió como él, se sublevó como él y acudió a la autoridad competente en busca de ayuda y de reconciliación.

Hillary Clinton ha afirmado: “Mis colegas dicen que era un mediador incansable que buscaba la reconciliación y la justicia a través del diálogo y éste es exactamente el legado que debemos honrar y el ejemplo que debemos seguir”.

Don Samuel, compañero de viaje de los teólogos de la liberación, hablaba las lenguas de sus gentes, ordenó a 400 diáconos, hombres casados, formó a miles de catequistas, multiplicó las comunidades de base, hizo huelga de hambre, viajaba en mula como los campesinos y desde su emisora de radio trascendía las fronteras…en definitiva, creó una iglesia nueva, una iglesia  indígena y popular, sobre la iglesia conservadora y colonial.

Ahora descansa en San Cristóbal junto a Fray Bartolomé de las Casas, maravillosa coincidencia, juntos dos héroes, los dos obispos de los esclavizados y ahora un poco más liberados indígenas.

Con su muerte, una luz brillante se ha apagado en Chiapas para siempre.