EL DINERO VIRTUAL

P. Félix Jiménez Tutor, escolapio.

 

 

El tema superestrella de estas semanas interminables ha sido, -y seguirá siendo- la economía. Esos dineros que no tienen color pero que tiznan y que están en el origen del estrés que sufren todos sus adoradores.

Hemos pasado, nadie sabe como, del dinero debajo del colchón, a la cuenta en las Cajas, a la tarjeta Visa, al dinero virtual.

A los que ignoramos todo sobre esta materia, que debiera ser obligatoria desde infantil, nos sorprende el ruido infernal que este producto inmaterial e invisible está causando en el mundo.

Wall Street es mucho más que una pequeña calle en el sur de Manhattan, es el símbolo del dinero, de las inversiones, de los grandes riesgos y de las consecuencias catastróficas cuando todo sale mal.

Wall Street es cualquier lugar del planeta donde el becerro de oro ocupa el lugar de Dios.

Un huracán, éste sin nombre, ha pasado por Wall Street despertado por el fuego incombustible de la avaricia, la ausencia de escrúpulos y de normas y ha sembrado el pánico por el mundo.

Esos señores trajeados y perfumados y mejor pagados son los nuevos hijos pródigos.

Después de haber banqueteado espléndidamente y haber malgastado la fortuna de sus inversores, ahora vuelven a casa, a papá estado, a Washington, a Madrid, a… para ser reflotados.

Los hermanos mayores, los contribuyentes, los que han vivido dentro de sus posibilidades, viven soliviantados y se niegan a firmar un cheque por valor de 700 billones de dólares. Saben que esos hijos pródigos además de escapar del día de la matanza volverán a las andadas. Pero hay que decir que los gobiernos tienen la obligación de intervenir si los resultados del mercado son desastrosos para el bien común.

Aprobado el bailout, dicen los expertos que sin este paquete la economía habría estado futut, pero que éste tal vez ni sea suficiente ni llegue a tiempo ni sea la panacea para tantos y tan grandes males.

Los curas y la inmensa mayoría no habitamos en esa isla superprivada y exclusiva. No esperen sermones sabios sobre el mundo de los negocios.

El gran negocio, confieso no tener su llave, el único que importa, es el de la fe, el negocio de Dios, buscarle y dejarse encontrar por él.

Desde las palabras y los hechos de Jesús denunciamos el culto a los ídolos y el dinero, por el que trabajamos 24/7, es con mucho el mayor. El dinero es dios.

"No se puede servir a Dios y al dinero".

Después del 11 de septiembre, día en que cayeron las torres gemelas, la asistencia a las iglesias subió.

Después de esta crisis financiera, caen bancos y corporaciones, Trinity Church, siempre a la sombra de los grandes rascacielos, visitada sólo por turistas, estos días acoge a la hora del lunch a los hombres trajeados y perfumados. Éstos rezan, lloran y desorientados y exhaustos buscan respuestas más allá de sus sueldos millonarios. Ojalá caigan en la cuenta de que las personas son más importantes que todo lo material.

Hasta los limpiabotas de la zona se han quedado sin trabajo. De limpiar treinta pares de zapatos diarios, ahora no llegan a cinco.

Buscar a Dios, todos los náufragos necesitamos una tabla de salvación, cuando los otros dioses nos han abandonado no tiene mérito.

Buscar a Dios y serle fiel, relativizando los ídolos, en los tiempos de bonanza, es tener bien orientada la brújula de la vida.