HOMILÍAS - PARA LOS TRES CICLOS

  Epifanía del Señor

P. Félix Jiménez Tutor, escolapio

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 Escritura:

Isaías 60, 1-6; Efesios 3, 2-3.5-6; Mateo 2, 1-12

EVANGELIO

Jesús nació en Belén de Judá en tiempos del rey Herodes. Entonces, unos Magos de Oriente se presentaron en Jerusalén preguntando: - ¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo.

Al enterarse el rey Herodes, se sobresaltó, y todo Jerusalén con él; convocó a los sumos pontífices y a los letrados del país, y les preguntó dónde tenía que nacer el Mesías. Ellos le contestaron: -En Belén de Judá, porque así lo ha escrito el profeta: "Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres ni mucho menos la última de las ciudades de Judá; pues de ti saldrá un jefe que será el pastor de mi pueblo Israel".

Entonces Herodes llamó en secreto a los Magos, para que le precisaran el tiempo en que había aparecido la estrella, y los mandó a Belén, diciéndoles: -Id y averiguad cuidadosamente qué hay del niño, y, cuando lo encontréis, avisadme, par ir yo también a adorarlo.

Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino, y de pronto la estrella que habían visto salir comenzó a guiarlos hasta que vino a pararse encima de donde estaba el niño. Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron; después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra.

Y habiendo recibido en sueños un oráculo para que no volvieran a Herodes, se marcharon a su tierra por otro camino.

HOMILÍA 1

Una historia de Etiopía nos presenta a un anciano que, en su lecho de muerte, llamó a sus tres hijos y les dijo:

No puedo dividir en tres partes lo que poseo. Os tocaría muy poco. He decidido dar todo lo que tengo, como herencia, al que se muestre más astuto y sagaz. Dicho de otra forma, a mi mejor hijo. Encima de la mesa hay una moneda para cada uno. Tomadla. El que compre con esa moneda algo que pueda llenar toda la casa se quedará con todo.

Se fueron.

El primer hijo compró paja, pero sólo consiguió llenar la casa hasta la mitad.

El segundo compró sacos de plumas y tampoco la llenó.

El tercero -que consiguió la herencia- sólo compró un pequeño objeto. Una vela.

Éste esperó hasta la noche, encendió la vela y llenó la casa de luz.

La Navidad es la historia de un viaje de ida y vuelta.

Dios vino en pobreza y en debilidad y los suyos no lo reconocieron ni lo recibieron.

Este viaje es una epifanía, una manifestación de Dios.

La vida del creyente es también la historia de un viaje, un viaje al encuentro con Dios. Si Dios viene a mi encuentro, yo también tengo que salir a su encuentro.

Navidad es la cita del amor. En el amor verdadero siempre hay dos corazones latiendo al mismo ritmo.

Navidad es la cita del amor de Dios con cada uno de sus hijos.

Navidad es el viaje de Dios que sale a nuestro encuentro.

De pequeños todos hemos jugado a lanzar piedras en algún río, estanque..

¿Quién lanzaba la piedra más lejos? ¿Quién hacía más ondas?

Jesús fue, por así decir, como una piedra lanzada en Oriente.

La primera onda alcanzó a los judíos.

La segunda onda alcanzó a los gentiles.

La tercera, la cuarta…. Hasta llegar a nosotros.

Ondas de amor y de luz emanan de la piedra que es Cristo y llegan hasta nuestra orilla.

El evangelio que hemos proclamado hoy, debería ser nuestra historia personal.

No basta que digas qué suerte tuvieron los tres Magos de Oriente.

No, tienes que dejarte tocar por el evangelio.

Mi vida es una pregunta: ¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido para ir a adorarlo?

Mi vida es esta búsqueda y este viaje hacia Dios.

Búsqueda a pesar de las dificultades del camino, a pesar de que la estrella se esconda, a pesar de que la vida no me sonríe, a pesar de las traiciones y los escándalos…

Los Magos tuvieron que hacer un largo viaje, la cita era en Belén, con el rey, el pastor de Israel, con un niño recién nacido.

Los Magos que no tenían ni los profetas, ni las promesas, ni las tradiciones, ni la esperanza de un Mesías… se pusieron a viajar en busca de Dios.

Los Magos, unos extranjeros, vinieron a enseñar a los judíos, los herederos, que el Salvador ya había viajado hasta nosotros.

Los judíos, los sacerdotes, los escribas, Herodes… siguieron estudiando la Biblia, pero no se pusieron en camino. Nunca hicieron el viaje al lugar de la cita, a Belén, a la cita con Jesús.

Los profesionales y los funcionarios de la religión no encontraron al Dios de la vida.

Su libro santo no les sirvió de nada. Porque Jesús no es un libro sino el Salvador.

Más tarde los funcionarios de la religión rechazaron y mataron a Jesús y a sus seguidores.

Hermanos, hay que viajar al lugar de la cita del amor y con el amor.

Hay que viajar y preguntar el camino como los Magos y no descansar hasta encontrar al rey.

Hay que viajar, sin regresar a los Herodes que quieren matar el amor que llevamos todos dentro.

Hay que viajar, ahora que es Navidad, ahora que hay una oferta, ahora que vemos la estrella.

Hay que viajar sin maletas, sin regalos, con el corazón abierto para adorar a Dios.

"Hemos visto su estrella y venimos a adorarlo".

Cada domingo tenemos una cita con el amor. Un cortísimo viaje nos separa de la casa donde nace el amor.

¿Dónde encajamos nosotros en esta fiesta de la Epifanía?

Aquí venimos a tener una visión nueva, una epifanía.

Nuestra fe no es una propiedad privada y vallada. Somos parte de una comunidad, la iglesia y viajamos en caravana. Nadie viaja solo. Nadie se salva solo.

Todos necesitamos una estrella que nos guíe: un consejo, una palabra de ánimo de los hermanos, escrutar las escrituras, preguntar…

Todos estamos en diferentes etapas del viaje: los viejos buscadores y los novatos, los que dudan, los que pecan, los que tienen un problema como Herodes, los que saben todo como los escribas, los que caminan rápido y los que caminan lentamente…

Lo importante es alcanzar la meta y contemplar el rostro del Mesías.

Epifanía, fiesta de la esperanza, fiesta de la luz para todos.

HOMILÍA 2

¿Qué es la vida? Un largo viaje. Un viaje con muchas turbulencias y muchas escalas. ¿Cuántos de nosotros vivimos en el pueblo que nos vio nacer?

Dejamos atrás nuestro pueblo... y seguimos viajando porque ninguna ciudad es el final del viaje.

El viaje de los pies y de los pasaportes pone a millones de personas en camino pero hay un viaje espiritual, el viaje del corazón, que todos estamos llamados a hacer. El viaje hacia Dios, hacia su hijo Jesucristo.

Nosotros, los aquí reunidos, somos la familia que viaja unida hacia el mismo destino: el Kennedy del cielo.

La Palabra de Dios, hoy, nos enseña que Jesucristo no es un Salvador local sino un Mesías y Salvador global: para todos. En Cristo la salvación es universal.

Ayer un joven se me acercó y me dijo que él ya no esperaba regalos de los reyes. Yo le dije que la estrella que brilló y guió a los tres Reyes , hoy, brilla también para usted y para mi. Dios no está limitado como nosotros. Dios habla de mil maneras y en esta fiesta de la Epifanía Dios habló y guió a nuestros tres Reyes mediante una estrella.

Ustedes no emplean la palabra "epifanía" en su vida diaria pero no porque no tengan pequeñas o grandes epifanías:

  • una intuición súbita: una epifanía,

  • un grito de alegría: una epifanía,

  • una mujer hermosa a la que siguen con la vista durante cinco minutos: una epifanía,

  • su primer amor: una epifanía,

  • su primer hijo: una epifanía,

  • su primer fracaso: una epifanía...

Abrir los ojos grandes, ver lo que otros no ven, sentir lo que nadie siente, descubrir lo secreto... epifanías muy humanas.

Dicen que todas las zarzas arden con el fuego de Dios que no se consume. Los que ven -epifanía- se quitan los zapatos y adoran a Dios escondido. Los que no ven, -no epifanía- se acercan a la zarza y cogen sus frutos.

La epifanía que hoy celebramos es la fiesta de la imaginación, de una corazonada. Aquellos tres hombres vieron una estrella y la siguieron y encontraron a la estrella, a Jesús. Le ofrecieron sus dones y regresaron a su país. El evangelio no nos dice lo que ellos recibieron.

Cuenta una leyenda que hubo un cuarto rey, llamado Artabán. Este tardó en ponerse en camino y seguir la estrella. Cuando llegó a Jerusalén ya Jesús no estaba. Habiendo oído decir que había huido a Egipto se dirigió hacia allí.

En el camino encontró muchos necesitados. Movido por la compasión vendió dos de las joyas que llevaba para Jesús.

Siguió buscando a Jesús durante treinta años. Llegó a Jerusalén, después de tantos años de búsqueda, y estaban celebrando la fiesta de la Pascua. La ciudad estaba revuelta. Iban a crucificar a un tal Jesús de Nazaret, el rey de los judíos. Artabán comprendió que su viaje había llegado a su término.

Quiso abrirse camino entre la multitud para acercarse hasta Jesús y oyó los gritos de una joven que iba a ser vendida como esclava. Y vendió la tercera joya para rescatarla. En ese momento el cielo se oscureció, la tierra tembló y una piedra enorme le cayó encima.

Mientras moría en los brazos de la joven una voz del cielo dijo: "Lo que has hecho por uno de mis hermanos más pequeños lo has hecho por mi".

El cuarto rey podemos serlo cada uno de nosotros.

¿Dónde encajamos nosotros en esta fiesta de la Epifanía?

  • Somos parte de una comunidad, la iglesia, juntos formamos una caravana en búsqueda.

  • Nadie viaja solo. Nadie se salva solo. Necesitamos una estrella que nos guíe: el consejo de un hermano, consultar las escrituras, preguntar el camino...

  • Estamos en diferentes etapas del viaje: viejos buscadores y novatos, los que arrastran los pies, los que dudan, los que pecan, los que tienen problemas como Herodes, los que saben la respuesta como los escribas.

Fiesta de la esperanza. Fiesta de la luz para todos.

Llegar al final del viaje y ver el rostro del Mesías.

¿Hasta donde estás dispuesto a viajar?

 

HOMILÍA 3

La Epifanía es la historia de un viaje de ida y vuelta. Dios vino a los suyos en pobreza y debilidad y los suyos no lo reconocieron ni lo recibieron. Este viaje es la Epifanía, la manifestación de Dios a los hombres.

La vida del creyente es también la historia de un viaje, un viaje al encuentro de Dios. Si Dios sale a mi encuentro, yo también tengo que salir a su encuentro.

Navidad es la cita del amor de Dios con cada uno de nosotros.

Navidad es el viaje de Dios que sale a nuestro encuentro. ¿Hay sitio en tu corazón?

¿Estoy dispuesto a acudir a la cita del amor?

Todos de pequeños hemos jugado a lanzar piedras en algún estanque o algún lago. ¿Quién lanzaba la piedra más lejos? ¿Quién hacía más ondas?

Jesús fue, por así decir, como una piedra lanzada en el Oriente. La primera onda alcanzó a los judíos. La segunda onda a los gentiles. La tercera y la cuarta... hasta llegar a nosotros. Y hasta que la última llegue a toda la humanidad y conecte con el acontecimiento Cristo.

Ondas de amor y de luz emanan de la piedra Cristo y alcanzan a muchos hombres.

Este evangelio que hemos proclamado debiera ser el evangelio de nuestra historia personal. No basta que digas: ¡qué hermosa la historia de los tres Reyes Magos!.

¡Qué suerte la de los tres Reyes guiados por la estrella!.

¡Qué suerte la de Jesús que le ofrecieron oro, incienso y mirra!

No, tienes que dejarte tocar por el evangelio.

Mi vida es una eterna pregunta: ¿Dónde está el Rey que ha nacido para ir a adorarle?

Mi vida es esta búsqueda y este viaje hacia Dios.

Búsqueda a pesar de las dificultades del camino, a pesar de que la estrella se oculte, a pesar de que la vida no me sonríe, a pesar de que el mundo parece hundirse, a pesar de los escándalos y las traiciones...

Los Magos hicieron un largo viaje, la cita era en Belén, la cita era con el Rey, el jefe, el pastor de Israel, con un niño recién nacido.

Los Magos que no tenían ni los profetas, ni las promesas, ni las tradiciones, ni la esperanza de un Mesías... se pusieron a viajar en busca de Dios.

Los Magos, unos extranjeros, vinieron a enseñar a los judíos una estrella que brillaba en su propio cielo y no la habían visto.

Los Magos, unos sacerdotes paganos, vinieron a enseñar a los judíos, los herederos, que el Señor ya había viajado hasta nosotros.

Los judíos, los sacerdotes, los escribas y Herodes siguieron estudiando la Biblia, pero no se pusieron en camino. Nunca hicieron el viaje al lugar de la cita, Belén, a la cita con Jesús. Los profesionales de la religión no encontraron al Dios de la vida.

Su libro santo no les sirvió de nada. Porque Jesús no es un libro, es el Salvador. Más tarde estos profesionales rechazaron y mataron a Jesús y a sus seguidores.

Hermanos, hay que viajar al lugar de la cita del amor y con el amor.

Hay que viajar y preguntar el camino como los Magos y no descansar hasta encontrar al Rey.

Hay que viajar, sin regresar a los Herodes, que quieren matar el amor de Dios que llevamos todos dentro.

Hay que viajar, ahora que es Navidad, ahora que hay una oferta, ahora que te sientes bien. Hay que viajar al encuentro del Dios que nos ha visitado en su hijo. Hay que viajar sin maletas, sin regalos, con el corazón abierto para adorar a Dios.

"Hemos visto su estrella y venimos a adorarlo".

HOMILÍA 4

El día de Reyes una señora suplicaba a su marido que la acompañara a la iglesia. Éste se negó. La idea de que Dios se hiciera hombre y que una estrella guiara a los tres Reyes hasta Belén le parecía tan absurda que se negaba a creer.

Desde su ventana veía la nieve caer copiosamente y pensaba en los pájaros que no encontraban las semillas que les había dejado para que se alimentaran. Se puso el abrigo y salió para abrir de par en par la puerta de la cochera y echar allí más semillas pero los pájaros no entraron. Dio todas las luces para que entraran, pero estaban demasiado asustados. Se van a morir de hambre pensaba. Estaban a unos metros de la comida y del agua y no la encontraban.

"Oh, si yo fuera un pájaro", pensó para sus adentros, "yo les enseñaría el camino y los llevaría hasta el agua y la comida".

En ese momento sonaron las campanas de la iglesia y cayó en la cuenta de que el hijo de Dios y su estrella se hicieron presentes para enseñarnos el camino que lleva a la vida eterna. Dios sólo podía enseñarnos el camino haciéndose como uno de nosotros.

La liturgia nos recuerda hoy la simbólica historia de los tres reyes magos.

La historia de tres hombres que se pusieron en camino para dejarse llevar confiadamente a donde una estrella misteriosa los quisiera guiar.

La fe, por definición, implica la idea de un largo y complicado viaje.

A Dios no se le puede encontrar por apoderados, por poderes. Este fue el error de Herodes.

Los tres reyes magos sabían que era importante seguir la estrella, era su búsqueda personal, su gran oportunidad de encontrarse y adorar al Rey de Reyes.

No basta conocer la biografía de un tal Jesús. La fe no se hereda como las joyas familiares, ni se nos da repitiendo lo que otros han dicho muy bien y bonito sobre Jesús.

Como los tres reyes tenemos que viajar, tenemos que buscar y tenemos que decidir creer en Jesús personalmente y con la gracia de Dios.

Los tres reyes pidieron ayuda a otras personas en su búsqueda del Rey.

En nuestro afán de independencia, de resolver nuestros problemas a solas, no pedimos ayuda a los demás. Unas veces por no molestar y otras por miedo a parecer débiles o tontos nos privamos de la sabiduría de los hermanos.

Cuando nuestros tres reyes llegaron a Jerusalén sabían que estaban en la zona buena pero no encontraban el lugar exacto. El GPS no lo localizaba. Pero preguntaron a los expertos y lo encontraron. Preguntaron y recibieron. De nuevo se pusieron en camino y la estrella volvió a brillar.

En el viaje de la fe hay muchas personas que nos pueden ayudar si somos atrevidos y sabios para preguntar. Ni somos islas ni lo sabemos todo, todos somos deudores, todos necesitamos de los demás y en el terreno de la fe necesitamos toda la ayuda que los demás y Dios nos pueden brindar. Aceptémosla con humildad y sigamos nuestro viaje hasta el final.

En esta historia enfatizamos más de la cuenta lo que los tres reyes ofrecieron, sus regalos. No nos fijamos en lo que recibieron.

Buscan un rey y se encuentran con un establo, un carpintero, una pobre mujer y un niño. Nada maravilloso. Todos los signos externos parecen contradecirles. Pero lo aceptan ya que la estrella que han seguido, fija en el cielo, apunta al establo. Aceptan el signo de Dios e ignoran el resto.

No esperemos ni la alfombra roja ni una salva de 21 cañonazos, Dios se manifiesta en los aspectos más cotidianos de la vida, en la casa, en el trabajo, en el juego…

El secreto está en

  • buscar la sabiduría,

  • viajar con fe a un encuentro personal con Dios,

  • pedir ayuda a lo largo del camino,

  • aceptar lo que encontremos aún disfrazado de debilidad,

  • creer

HOMILÍA 5

 

TURISTAS MOLESTOS
“Lo veo, aunque no para ahora,
Lo diviso, pero no de cerca:
De Jacob avanza una estrella,


Un cetro surge de Israel”. Números 24,17


Balaán vio a Israel acampado por tribus y, movido por el espíritu, bendijo al puebo.


Todas las leyendas y las historias, con el paso del tiempo, se van adaptando y transformando, interpretando y reinterpretando.


La historia de Israel es la historia de un continuo peregrinar guiado por la esperanza de una promesa divina. Promesa cantada de mil maneras, de generación en generación.


Historia que para nosotros los cristianos culmina en Belén donde hace escala la estrella viajera de Balaán; para los judíos la estrella sigue viajando porque el futuro es inalcanzable y el Mesías, dueño de un futuro utópico, no acaba de nacer


La historia fantástica que nos cuenta Mateo en el evangelio de hoy llena los más importantes museos del mundo, la cuentan los belenes de España y cabalga por nuestras calles la noche de reyes.


En los países de habla inglesa, los Magos, llamados simplemente los Three Wise Men, quedan en un segundo plano y celebran la Epifanía, la manifestación de Jesús a los gentiles, es decir, al mundo entero. A nosotros nos gusta más el folclore y la fiesta que la enseñanza y hemos añadido, para embellecer la historia, detalles que el evangelio no menciona.


Mateo no dice que sean tres ni que sean reyes ni que haya uno que sea negro.


Mateo hace un hermoso collage, copiar y pegar como hacemos todos muchas veces. Copia y pega textos del Antiguo Testamento y nos ofrece una escena, no histórica, pero sí llena de enseñanzas para nosotros los cristianos de todos los tiempos.


En esta historia hay cosas que sí son verdad.


Primero. Hay un niño recién nacido en un establo, pobre y sin más compañía que la de sus padres, José y María.


Según Lucas los pastores avisados por los ángeles, son los primeros en encontrarlo y adorarlo.

 

 

El boca a boca de los pastores llevó la noticia por toda Judea.


Cuando llegaron a Jerusalén los Tres hombres Sabios y preguntaron: ¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Se sorprenderían al ver que aparentemente nadie sabía nada.


Segundo. Herodes, rey de origen idumeo, se sobresaltó y con él todo Jerusalén.


Herodes vivía al margen de las promesas mesiánicas, sólo esperaba ser temido por todos y que nadie le quitara el puesto.


Su reacción es de gran ansiedad y, como hizo a lo largo de su vida, diseñó un plan para eliminar a un posible rival. El poder no admite contrincantes . Si los hay se eliminan y punto.


Los sacerdotes también existían. El Templo de Jerusalén organizaba la Religión y tenía su burocracia. Ante la noticia del nacimiento del Rey de Israel se muestran indiferentes, buscan en sus libros sagrados pero como buenos funcionarios no hacen nada.


La religión organizada se siente segura con sus programas y sus leyes. La religión organizada se basta a si misma y no espera nada.


Vivimos en el mundo de los Herodes y de las religiones organizadas.


The Three Wise Men, los tres Magos, se llenaron de alegría al ver que la estrella de Jacob volvía a brillar y a avanzar hacia la meta, Belén de Judá y ellos, sabios que eran, la siguieron hasta el final.
Los tres reyes, verdaderos o simbólicos, nos representan a todos. Lo importante es la búsqueda, el descubrimiento, el encuentro con algo o con alguien que puede llenar de sentido el viaje de nuestra vida.


Encontrar a Jesús, al Señor, al Rey de Reyes y al Señor de Señores, a un Salvador universal y después de dejar tres regalos inútiles en el establo se fueron por otro camino.


Nos e despidieron ni de Herodes ni de la jerarquía incrédula y fría del Templo de Jerusalén.


Llegaron como turistas molestos, todos los turistas los son, y se fueron entusiasmados. Como turistas ofrecieron unos regalos inútiles al niño Jesús: oro, incienso y mirra y así se cumplió una vez más la profecía de Isaías.


La fiesta de Reyes es una buena ocasión para hablar de los regalos inútiles.


Su esposa no necesita un perfume, necesita sus abrazos y su amor.


Sus hijos no necesitan más juguetes, necesitan sus consejos, su paciencia y su amor.


Sus amigos necesitan sus buenos consejos.


Todos necesitamos el regalo del perdón y de la amistad y del amor.


¿Qué le han regalado a Jesús?


No le regalen novenas ni bonitas oraciones compuestas por otros.


Regalémosle nuestra oración, nuestra obediencia, nuestro amor y el asombro de haberlo encontrado en esta Navidad.


Que Jesús sea la estrella que avanza con nosotros y nos guíe en este viaje maravilloso de la vida.

 

 

 

 

HOMILÍA 6

 

 

La Navidad que vivimos cada año contiene una cascada de símbolos: el belén con María, José y el niño, los pastores, la música de los ángeles, el buey y la mula...elementos que intentan recrear unos personajes y unos paisajes judíos.
“Os anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo. Os ha nacido, hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo el Señor”. Este es el pregón del evangelio de Lucas. Pregón de la Navidad judía y para el pueblo judío.
Los destinatarios y los herederos legítimos de la primera Navidad eran los judíos. “Vino a los suyos y los suyos no lo recibieron”.

La fiesta de la Epifanía que nos narra Mateo en el capítulo segundo de su evangelio contiene otros símbolos muy distintos: una estrella, un camino, un viaje interminable, unos hombres exóticos y no judíos. Es la Navidad de los gentiles, de los paganos, de nosotros. No un angel sino una estrella guió a estos astrológos, ya fueran tres o diez, ya fueran reyes o sacerdotes, hasta Belén haciendo escala en Jerusalén.

A mí me fastidian los viajes con escala y me imagino que a ustedes también. Todos tenemos prisa por oír eso de “ha llegado usted a su destino”. Y qué decir del fastidio de la cantinela de los niños: ¿Cuándo llegamos?
Cierto, algunas escalas nos permiten hacer un poco de turismo visitando algún monumento o simplemente un bar.
Nuestros astrólogos, por razones que calla el evangelista, hicieron escala en la ciudad de Jerusalén.
No nos dice si visitaron el gran Templo que el rey Herodes, más grande que el mismísmo Salomón, había embellecido, ni si contemplaron sus grandes obras arquitéctonicas: teatros, aqueductos, baños , fuentes... Sí sabemos que los magos visitaron Herodes, autoridad civil, y también se entrevistaron con los sacerdotes, autoridad religiosa y monopolizadora de la sabiduría.
La estrella llevó a nuestros magos a Jerusalén y Herodes “los puso en camino de Belén, diciéndoles: Id e informaos sobre ese niño”...

Para los magos Belén no fue el final del viaje sino el principio. Tuvieron una epifanía. Se convirtieron en adoradores, en creyentes.
Tuvieron una epifanía, una experiencia vital y espiritual tan profunda que cambió el rumbo de sus vidas y de su viaje, regresaron a su país “por otro camino”.

Herodes y los sacerdotes tenían toda la información, sabían demasiado, pero de nada les sirvió porque no tuvieron nunca una epifanía, la Epifanía.
Lo importante no es almacenar información, hoy en cualquier periódico del día tenemos más información que la que tuvo un hombre del siglo XI a lo largo de toda su vida, pero lo importante es la acción.
Los hombres de hoy tenemos tanta información que podemos opinar sobre lo divino y lo humano, pero no obramos porque no tenemos convicciones profundas, sólo tenemos opiniones, no tenemos tiempo para epifanías.

El ser humano no está llamado a tener muchas epifanías sino una gran Epifanía, como los Magos, la Epifanía de la adoración, “sólo a Dios adorarás”, sólo ante Dios te arrodillarás.


“To see a world in a grain of sand
And Heaven in a wild flower.
Hold the Infinity in the palm of your hand
And Eternity in an hour”. William Blake

Los hombres de hoy no tienen ni epifanías ni una gran Epifanía porque no tienen tiempo, porque no hacen escalas en este viaje de la vida. Todo tiene que ser rápido, instantáneo, precocinado,
pret a porter, en serie...
¿Quién tiene tiempo para “ver un mundo en un grano de arena y el cielo en una flor sivestre como dice Blake?
Ni siquiera los profesionales de la religión, contagiados como están por la mundanidad ambiental, el éxito instantáneo y el aplauso fácil, tienen epifanías.

El cuento de los Magos no tiene final, éstos adoraron al niño, le ofrecieron sus regalos y desaparecieron ellos y la estrella. Nunca más supimos de ellos, ni lo necesitamos.
Sólo nos queda el niño, Jesús, el único necesario, el es la verdadera estrella para sus seguidores.
Desde aquella primera Epifanía, Jesús, patrimonio de la humanidad, la Navidad dejó de ser judía y para los judíos para convertirse en la Navidad univesal, para toda la humanidad.
La Navidad de los gentiles, representada en el cuento de los Magos, se ha transformado en el viaje de todos los hombres hacia la libertad, la felicidad y la verdad epifánica.