E S P Í A S

P. Félix Jiménez Tutor, escolapio.....

   

 

Espiar es una actividad muy humana. Hasta el plagio es una forma sutil de espionaje.

Hay espías políticos, científicos, domésticos y también hay espías religiosos.

Ya San Pablo se quejaba en su carta a los Gálatas de que "unos falsos hermanos" se infiltraron en la comunidad "para espiar la libertad" con que obraban y celebraban su fe. "Nos espían para esclavizarnos", lamento lejano en el tiempo, pero siempre actual.

Los celos o el celo por la ortodoxia, envidia camuflada de interés, contratan detectives, espías, que vigilan entradas y salidas, gestos y conversaciones.

En Soria, ciudad lenta, de boina y gayata, no hay que hacer nada extraordinario para agitar la barca dormida.

Este pobre cura, sin pretensiones y sin nada de qué presumir, no se siente espiado pero sí objeto de curiosidad.

He visto personas entrar en la iglesia al comenzar el sermón y largarse al decir el último Amén. Algún domingo, ante una cara nueva en la asamblea, le he preguntado, ¿es usted un espía? Lo niegan, por supuesto, pero el curioso o espía decepcionado no vuelve más.

En Internet he encontrado unos espías muy originales, los espías del culto. Son creyentes que se infiltran en las iglesias de todos los países del mundo y envían sus informes confidenciales.

Una iglesia, una celebración, un cura o presidente de la asamblea, unos fieles y cientos de énfasis y de colores, de silencios y de bullas para adorar y conectar con el único Dios.

Los espías del culto no son meros espectadores como los turistas europeos, consumidores de un show dominical en Harlem, se sumergen en la celebración, que tal vez no se corresponde con su etiqueta habitual, con el deseo de vivir una experiencia religiosa.

Responden a 16 preguntas sobre aspectos organizativos, ambientales, sociales y teológicos de la celebración. He aquí algunas de las preguntas que tienen que responder: ¿Alguien les dio la bienvenida? ¿Qué instrumentos musicales se tocan? ¿Cómo es el servicio, formal y serio, alegre y bullicioso…? ¿Cuánto duró el sermón y cual fue su contenido? ¿Haría, de vivir ahí, de esa iglesia la suya? ¿Le ayudó a reforzar su identidad cristiana?

Yo, espía de muchas iglesias protestantes y católicas, al leer estos informes no he encontrado adjetivos nuevos; cada iglesia está en su sitio, con sus tics de siempre, fotos fijas, congeladas para la posteridad.

Las iglesias españolas reflejadas en este espionaje religioso son las del camino de Santiago. La radiografía en blanco y negro, sin superlativos, es simplemente normal.

No hay que esperar que nadie te dé la bienvenida, semejante cosa no existe. Se entra en la iglesia y se sale sin más.

No hay música. En Santiago sonó el órgano magistralmente.

"El celebrante tenía un aire despótico". "No nos trataron como espectadores, pero la acción tenía lugar en el presbiterio, muy lejos de la asamblea".

No sermones. Misa rezada. En Santiago el sermón duró 17 minutos. La asamblea formada por peregrinos del mundo y desconocedores del español se sintió defraudada . No hubo sermones que calificar.

Esos peregrinos que, terminado el viaje, se harán lenguas del paisaje y de la hospitalidad hispana y enseñarán orgullosos sus reportajes fotográficos a los familiares y amigos ¿comentarán como hitos del camino las celebraciones religiosas vividas durante la peregrinación?

Los informes sobre las iglesias de otras denominaciones circulan por otros raíles más veloces y más entusiastas. Aquí abundan los superlativos y adjetivos jubilosos, thrilling y it was great, sermones bien preparados, frescos, estimulantes…