LA CARTA DE LA RELIGIÓN

P. Félix Jiménez Tutor, escolapio

   

 

¿Puede un ateo entrar en el cielo? No lo sé.

Sí sé que un ateo no puede entrar en la Casa Blanca.

El 52% de los americanos afirma que nunca votaría a un candidato a la presidencia, por más cualificado que sea, si se postula como ateo.

La carta de la religión no está en la baraja de nuestras elecciones. Los candidatos aspiran al poder pero no inspiran a nadie. En este circo de insultos y generalidades, de egos inflados, no hay lugar para visiones ilusionantes.

En Estados Unidos, donde el 87% de los ciudadanos confiesa que la religión es muy importante en su vida, la carta de la religión se juega boca arriba en todas las elecciones.

Los candidatos son conocidos por su visión de la economía, la guerra, la energía, la inmigración… y también por su religión y por su relación con su iglesia y su párroco. Esta carta da votos y nadie la oculta.

En los años 60, John F. Kennedy, católico, sospechoso de ser súbdito del Vaticano, ganó una gran baza con la carta de la religión católica y entró en la Casa Blanca como presidente.

En el 2007, la pregunta que se hacen los americanos es, ¿un Mormón en la Casa Blanca?

Entre los diez candidatos republicanos que aspiran a entrar en el paraíso del poder, Mitt Romney resulta ser Mormón.

La poligamia es el santo y seña de los Mormones. Es tan esencial como para nosotros el bautismo. Abolida en 1800, ahora sigue prometida y garantizada en el más allá.

Los Mormones, la Iglesia de Jesucristo de los santos de los últimos días, se ha multiplicado prodigiosamente por el mundo gracias a los cincuenta mil jóvenes que de dos en dos recorren el mundo.

Mitt Romney también pagó el tributo juvenil y misionero a su iglesia misionando los pueblos de Francia. Y, a pesar de tener abuelos polígamos, es el único candidato fiel a su mujer, su primer y único amor.

No entrará en la Casa Blanca, pero no por ser Mormón sino por colectar menos dólares que sus rivales.

Un año más la carta de la religión levanta un oleaje perfumado de espiritualidad en las elecciones primarias.

La religión, aquí y ahora, con sus miles de disfraces y lenguajes, sin ser noticia, sin abanderados, sin interesar a nadie, éxtasis místico o bostezo cósmico, cielo reciclado en aforismos de un bienestar narcisista y terrenal, seguirá dando sentido al vivir y al morir de muchos seres humanos.

La religión, aquí y ahora, anestesiada por la indiferencia y una cobardía vergonzante no ha encontrado la voz profética que despierte, inspire y encante hasta las serpientes de este Edén sin prohibiciones.

La religión, mundo simbólico que conjuga el existir, el creer y el obrar humano, siempre reverdecerá.

Las nuevas religiones, las de las masas, los fans, los hinchas, los hooligans uniformados…, no la religión, son el nuevo y oficial opio del pueblo.