LA ESCUELA LAICA

P. Félix Jiménez Tutor, escolapio

   

 

“Dicen: fulano conoce a Spinoza, a Kant, etcétera. Sin embargo, no he oído que se diga de nadie: ese conoce a Dios. Que es lo único que importaría”. Aforismo más ingenioso que verdadero de mi admirado filósofo Ciorán.

Estrenamos el mes de Septiembre, alivio para los padres que ya tienen la “guardería” decorada para acunar y entretener a sus hijos.

Cada año la plataforma por una Escuela Laica de Soria organiza una mesa redonda para airear civilizadamente sus convicciones: religión sí, pero en la iglesia; las religiones sí, pero no el adoctrinamiento católico.

En Soria, como en todas las ciudades, existe ya la Escuela Laica, la escuela familiar.

“A mi hijo que no me lo toquen, que no le coman el coco, que no le indoctrinen con supersticiones. No tiene que conocer ni saber de Dios”, así se expresan algunos padres.

Estos apóstoles de la increencia, alguno me es demasiado cercano, son  más dogmáticos que yo.

Los ateos, perdido el complejo de inferioridad numérica, son más venenosos que Stalin. Su celo propagandístico se proclama desde todos los púlpitos laicos.

En Inglaterra han abierto el portal Godblock, bloquear a Dios.

Un filtro en la red dirigido a padres y profesores para bloquear los contenidos religiosos de los libros sagrados que supuran violencia y sexo.

Seguro que esos niños, con o sin filtros, seguirán deleitándose con los gruñidos sinfónicos de las páginas, calificadas por los de la ESO, como guarras.

Los adultos olvidamos que estos niños que nacen con el ratón en la mano encuentran pronto los atajos para sus búsquedas nada religiosas.

Y olvidamos que así como sus padres y maestros desconfían de Dios, vértice de la pirámide, sus hijos y alumnos desconfían de todo sistema piramidal. Sus relaciones son meramente horizontales, de “peer to peer.”

Voceros de la Escuela Laica, yo les entiendo y admiro su celo terco.

En esta sociedad de lo multi, la gran noticia es que todos los lenguajes, todos los cuentos y todas las religiones tienen cabida. Nada ni nadie –ni siquiera Dios- debe estar excluido de la fiesta.

La Escuela Laica o católica con sus muros, sus rejas y sus maestros influye cada día menos en la vida de esos futuros hombres y mujeres.

Las múltiples escuelas paralelas despiertan más apetitos y forman mejor que la escuela tradicional.

Los creyentes, los que no podemos imaginar un futuro sin Dios, comenzamos hablando de Dios y terminamos hablando de Él.

El tratado de Lisboa afirma que el Consejo y el Parlamento europeo mantendrán “un diálogo abierto, transparente y regular” con las iglesias y las religiones.

¿Por qué no puede darse este mismo diálogo en todas las escuelas?


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