LA JOVEN DEL SOSTÉN AZUL

Félix Jiménez Tutor, escolapio

 

 

“La sistemática degradación de las mujeres egipcias deshonra la revolución, desgracia el estado y su uniforme y es indigno de un gran pueblo”. Hillary Clinton

Los militares egipcios acabaron con un hombre, Mubarak, pero no acabarán con un pueblo. A punto de celebrar el primer aniversario de la inesperada primavera árabe, los soldados, profesionales de la fuerza bruta, siguen intentando controlar la plaza de Tahrir, escenario de la protesta, de la rebeldía y la esperanza democrática de un pueblo.

He visionado varias veces el vídeo de la joven del sostén azul.

Por fuera, de la cabeza a los pies, vestía el abaya y el niqab, pero bajo estas vestimentas impuestas llevaba unos vaqueros y un sostén  azul, hermoso y sexy que los soldados, bestias adiestradas para la brutalidad, rompieron y exhibieron a los ojos del mundo.

Apaleada sin piedad en la plaza de la tan deseada libertad, un soldado plantó su sucia bota sobre sus pechos.

Sin nombre, esta joven del sostén azul representa a todas las mujeres humilladas durante siglos por el mundo islámico.

El sostén azul, portada del periódico Al Tahrir, se exhibe en las manifestaciones como símbolo y bandera de la libertad interior y del poder de la femineidad que ningún bruto puede aniquilar.

Detrás del velo late la ternura y la ansiedad, la mística secreta sobre la cual nadie puede legislar.

El Islam, secuestrado por los fundamentalistas fanáticos, nunca será demócrata ni tolerante. Las mujeres, siempre víctimas, a la luz del Corán difícilmente verán un día sus derechos y su independencia plenamente reconocidos.

140 millones de mujeres han sido mutiladas por la circuncisión femenina para rebajar y enfriar el ardor sexual. Las tres grandes religiones monoteístas esconden en sus libros sagrados y viven en la cotidianidad la obsesión de la sexualidad, fuente de toda impureza ritual y moral que predican, nos separa y aleja de la divinidad.

Sahar Gul, 15 años de edad, a esta joven afgana le arrancaron las uñas, le retorcieron la nariz y las orejas, la encerraron en un retrete durante cinco meses por negarse a ejercer la prostitución que la familia de su marido quería imponerle. Esta joven fue también noticia en su país. “Esto es un acto inhumano y no islámico” dijo el gobernador de Baghlan, pero estos actos más que la excepción son la norma en el país.

Las religiones o son liberadoras de todos los seres humanos, hombres y mujeres, o no son nada. En muchas ocasiones, detrás de una mujer humillada hay un Islam, hay una religión.