MATRIMONIOS INTERRUMPIDOS

P. Félix Jiménez Tutor, escolapio.

 

 

Confieso que siento envidia de los concejales de Soria.

Presiden más bodas que yo y también más cortas y aburridas. ¿Para qué, me pregunto, celebrar ceremonias largas y alegres cuando la cosa va a ser corta y tormentosa?

Nada es ya –ni siquiera el matrimonio- como en los tiempos de mis padres.

El matrimonio abría la veda del sexo, la lujuria se satisfacía sin la alargada sombra del pecado y se vivía como una anormalidad normalizada.

El único sexo permitido es el sexo matrimonial, decíamos ayer. Máxima que no fue verdad ayer ni lo es en la sociedad multicultural y multireligiosa en la que no hay veda.

Hoy, se cohabita, se prueban las aguas y gracias a los métodos anticonceptivos se separa el sexo de la fecundidad y del amor innecesario para la perpetuación de la especie.

La cohabitación ha sustituido lo que los hombres de las cavernas llamábamos noviazgo.

Según las estadísticas sorianas, no somos diferentes de los demás, las parejas, probadas las aguas, ya están preparadas para decir “sí, quiero”, los votos del matrimonio.

Los que los pronuncian ante los concejales no escuchan la frase fatídica “hasta que la muerte nos separe” que suena más a condena que a fiesta.

En el siglo XXI, el matrimonio no es ni único, ni para siempre, ni procreador, ni entre hombre y mujer.

Somos consumidores y como en los anuncios, el matrimonio promete “satisfacción garantizada o le devolvemos su dinero”.

Acabo de leer 1Q84 y como en todas las novelas y telenovelas sólo hay wild sex. Aomame y Tengo, amor infantil interrumpido, nunca llegan a encontrarse.

El matrimonio religioso, después de una larga etapa de “vivir en pecado” está en retirada. Y tiene que ver más con la tradición que con la convicción.

El matrimonio es una institución débil porque se edifica sobre la vida íntima y privada de la pareja, el hijo programado debería vertebrar y dar solidez a la vida familiar.

“El amor no pasa nunca”, canta San Pablo en el himno al amor.

Pablo canta el Amor de Dios, no el amor matrimonial y en el matrimonio el problema no es el sexo, el amor es el problema.

“Hacer un compromiso civil o religioso de amarse mutuamente es algo bueno para los que quieran hacerlo. No hacerlo también está bien, porque las palabras esenciales son el amor y el compromiso”, testimonio de un ateo que animado por su novia decidieron dejar de ser eternos novios para convertirse en marido y mujer.

Yo+Tú=Nosotros. El “Nosotros” es el fundamento del matrimonio con o sin las bendiciones estatales o religiosas. Cuando el “Nosotros” se erosiona, el matrimonio se interrumpe.


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