MINARETES VERSUS CAMPANARIOS

P. Félix Jiménez Tutor, escolapio

 

 

En Soria, ciudad minimalista, abrumada por los años y las ausencias, todo está en su sitio.

Las Edades del Hombre, pasado revisitado pero no resucitado, traerán nuevos peregrinos a esta ciudad que se contenta con subsistir.

Los campanarios de nuestras iglesias no penetran el cielo azul, son chatos, de tamaño natural y las campanas ya no doblan ni por ti ni por mí. Silencio total a la hora del Angelus de Millet.

Europa, la de las catedrales en el cielo y del cristianismo, nación de naciones, de la que somos parte, es la nueva Babel en la que las lenguas se multiplican y unas religiones mueren y otras resucitan.

Pasó el tiempo de las catedrales y sus torres grandiosas, es la hora del relevo, la hora de los minaretes.

Más de veinte millones de musulmanes se han incrustado en este tupido tapiz milenario. Viven aquí y quieren hacernos saber que están aquí para quedarse. Su presencia intimida y su pretensión de levantar mezquitas gigantescas es “una declaración de guerra” según Giordano, escritor alemán.

El minarete, presencia rutinaria en los países árabes, en Europa se tiñe de recelos y de pasiones políticas. La mezquita ya no es el mundo entero, es geografía, es paisaje urbano y centro de poder.

En Colonia, Alemania, se está levantando una mezquita para cuatro mil fieles. Sus dos minaretes de 35 metros de altura rivalizarán con la mismísima catedral gótica, símbolo del pasado glorioso de la ciudad.

Los musulmanes alemanes de la segunda y tercera generación no son peones harapientos, son jóvenes cultos con dinero y con fe. Estos minaretes silenciosos, pero iluminados, harán visible a todos una presencia nueva, una religión pujante frente a las piedras muertas por más catedralicias que sean.

Es lamentable que los países árabes sean tan poco generosos a la hora de abrir sus puertas a otras religiones y sean tan intransigentes que ejecutan a sus súbditos que abrazan otras creencias.

Mientras el Islam siga considerando el Corán como obra dictada por Alá a su profeta no hay esperanza de cambio ni de aggiornamento. El Islam necesita urgentemente un Concilio en la Meca que lo ponga en la hora del siglo XXI y deje de intimidar al mundo libre y democrático.

Un discurso, dice Obama, no puede borrar la hostilidad acumulada y la desconfianza entre los musulmanes del mundo y USA, pero ¿cuándo oiremos un discurso semejante de los labios de un dirigente musulmán?