MONICIONES Y ORACIÓN DE LOS FIELES - CICLO C

Vigésimo tercero DOMINGO

P. Félix Jiménez Tutor, escolapio

   

 

 Escritura:

Sabiduría 9, 13-18; Filemón 9b-10.12-17;
Lucas 14, 25-33

ENTRADA

Bienvenidos todos los discípulos de Jesús a la fiesta de la Eucaristía.

La eucaristía es el mejor tesoro que tenemos los cristianos en este mundo. Lo tenemos que celebrar en el altar mayor de nuestras almas.

Celebremos este día de descanso con gozo, escuchemos la palabra y abrámonos a la acción del Espíritu.

Entonemos juntos el canto de entrada.

PRIMERA LECTURA

¿Sabiduría humana o sabiduría divina? La palabra de Dios nos recuerda que la sabiduría humana está llena de limitaciones, pero la sabiduría divina no tiene límites.

Sabemos muchas cosas pero sin la sabiduría divina permanecen vacías. Sólo la sabiduría de Dios nos ayuda a profundizar en el misterio de Dios, del hombre y de la creación.

Escuchemos la proclamación de la Palabra de Dios.

SEGUNDA LECTURA

En Cristo no hay ni esclavo ni libre. Todos somos iguales. Todos hermanos.

Pablo le pide a Filemón, y a todos nosotros, que acoja con amor a Onésimo a quien ha engendrado como hijo de Dios.

Escuchemos la proclamación de la Palabra de Dios.

EVANGELIO

Estad preparados para darlo todo y así seguir a Cristo.

Seguir a Cristo es una aventura llena de riesgos y exigencias. Nuestros cálculos siempre se quedan cortos. Sólo con la sabiduría divina podemos arriesgar y seguir a Cristo a pesar de todos y de todo.

Escuchemos la proclamación del Evangelio.

ORACIÓN DE LOS FIELES

  1. Oremos por la iglesia para que sea el pueblo de Dios que sigue, alaba y ama de verdad a su Dios.

  2. Oremos por los gobernantes para que sean más honrados, más justos y sean ejemplo de servicio al bien común de todos los ciudadanos.

  3. Oremos por los niños y jóvenes de nuestra comunidad para que se formen humanamente en las escuelas y cristianamente en la iglesia.

  4. Oremos por todos los aquí reunidos, en el nombre de Jesús, para que seamos verdaderos seguidores y discípulos de Cristo.

  5. Oremos por todos los difuntos de la parroquia y (nombres…) para que el Señor de la vida les abra las puertas de su casa del cielo.