MONICIONES Y PRECES PARA LOS TRES CICLOS

Viernes Santo

P. Félix Jiménez Tutor, escolapio

   

 

 Escritura:

Isaías 52, 13-53,12; Hebreos 4, 14-16; 5, 7-9;
Juan 18, 1-19, 42

ENTRADA

Hoy, Viernes Santo, nos reunimos los cristianos para acompañar a Jesús en el día de su muerte, para orar en silencio, para escuchar el relato de su pasión y para mirar y mirarnos en el árbol de la salvación.

La gloria del Domingo de Ramos se convierte en la vergüenza del Calvario.

Las alabanzas se convierten en gritos de muerte.

Y aquí estamos nosotros, espectadores mudos, asistiendo a la representación.

Les invito, hermanos, a desnudarse de su seguridad y de su autosuficiencia, a dejarse conmover por este gesto de amor y de obediencia y les invito sobre todo a vivir esta celebración como acto de fe y respuesta de amor, al que nos ama de verdad, sin pedir nada a cambio.

PRIMERA LECTURA

¿Quién es este siervo de Yahvé? ¿Qué misión se le encomienda? ¿Qué hace con su vida?

Escuchemos esta palabra de Isaías que, siglos antes de Jesús, escribió este canto como si pensara en Jesús, como si estuviera viendo el desenlace de su vida.

Jesús cumple esta profecía al pie de la letra, carga con nuestros pecados e intercede por nosotros.

Escuchemos la proclamación de la palabra de Dios.

SEGUNDA LECTURA

"Mantengamos la fe que profesamos".

Obedecer a Dios nunca cuesta dinero, a veces cuesta lágrimas y a sus elegidos siempre les cuesta la vida.

Hoy nos acercamos al muerto que vence la muerte para mendigar misericordia y perdón, para abrir la puerta de la vida y de la salvación.

Cristo es el trono de la gracia, no tengas miedo en mancharte con su sangre. Acércate a Él.

Escuchemos la proclamación de la palabra de Dios.

LA PASIÓN

La Pasión de Jesús es la revelación suprema de que su reino no es de este mundo. La revelación de su gran amor. La cruz es la derrota del mal, del enemigo. La cruz es la última victoria del amor.

Escuchemos la proclamación de la Pasión.

ORACIÓN UNIVERSAL DE LOS FIELES

Vamos a orar como pueblo de Dios por toda la humanidad. Es nuestra oración concelebrada. En esta oración rezamos por todo el mundo, y nos sentimos miembros de la iglesia universal.
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