LO SAGRADO Y LO PROFANO: MONJAS TRAVESTIDAS

P. Félix Jiménez Tutor, escolapio

   

 

La vida de Santa María/San Marinos sobresale en el paisaje de los santos por muchas razones. Esta santa/o tiene un doble nombre, uno femenino y otro masculino, lo cual no deja de ser curioso e interesante. Santa María/San Marinos ocupa un lugar privilegiado en la compañía de las mujeres extraordinarias, un grupo de mujeres conocidas como “las monjas travestidas”, mujeres santas que se disfrazaron de hombres para poder ingresar en los monasterios. He aquí su historia.

Eugenios y su esposa, ambos piadosos cristianos, tuvieron una hija a la que pusieron por nombre María. Después de la muerte de su esposa, Eugenios se ocupó de la educación de su hija como buena cristiana. Su padre, un día, decidió entrar en el monasterio y dejó todas sus posesiones a su hija, pero ésta  pidió con lágrimas en los ojos a su padre que le permitiera ir con él e ingresar en el monasterio. Eugenios le explica a su hija que no puede entrar porque es por medio del sexo femenino cómo el diablo sigue haciendo la guerra a los hombres. María le dice a su padre que se cortará el pelo, se vestirá como un hombre y adoptará la forma masculina de su nombre (Marinos) y así podrá compartir con él la vida monástica.

María y su padre fueron recibidos en el monasterio y allí vivieron durante muchos años. María fue ejemplo de ascetismo y humildad y tuvo el don de curar. Algunos monjes creían que era un eunuco por no tener barba y por su voz femenina. Eugenios murió y María siguió viviendo entre los monjes vestida de hombre.

María fue enviada, como eran muchos monjes, a servir a la gran comunidad monástica fuera de su monasterio. Los monjes que viajaban solían alojarse en una conocida posada en la mitad del viaje. Un día mientras María estaba fuera del monasterio, la hija del posadero fue violada por un soldado. El soldado convenció a la hija del posadero para que mintiera a su padre y le dijera que había sido seducida por el joven monje y que Marinos la había dejado preñada. Cuando el posadero se entera fue a ver al abad del monasterio para explicarle la conducta de Marinos.

El joven monje (María) no niega las acusaciones y el abad lo expulsa del monasterio. Cuando nace el niño el posadero busca al joven monje y le entrega el hijo que había dado a luz su hija. Después de tres años de exilio, los monjes suplican al abad que acoja de nuevo al monje y a su hijo en el monasterio. El niño creció y tomó el hábito y vivió en el monasterio con su “padre”.

Un día Marinos fue encontrado muerto en su celda y su cuerpo fue lavado y preparado para el funeral. Los monjes que preparaban su cuerpo se sobresaltaron y gritaron al desnudar el cuerpo y descubrir que Marinos era una mujer. El abad corre al oír los gritos y entonces le dicen la desconcertante verdad. Cae de rodillas ante el cadáver y pide perdón a María/Marinos. El abad manda llamar al posadero y le informa de la verdadera identidad del monje. Al ver el cuerpo, el posadero también lamenta su injusta conducta.

Los monjes le dieron sepultura entre salmos y cánticos. La hija del posadero, poseída del demonio, ante la tumba de María, confiesa que fue el soldado quien la sedujo y la dejó embarazada.

Después de la confesión la hija del posadero es curada y todos celebran este gran milagro.

La hagiografía se cierra invitando a la comunidad cristiana a imitar a María en su paciencia y en su silencio redentor.