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Escritura:
Isaías 9, 2-7; Tito 2,
11-14; Lucas 2, 1-14 |
EVANGELIO
En aquellos días salió un decreto del emperador
Augusto, ordenando
hacer
un censo del mundo entero.
Este fue el primer censo que se hizo siendo
Cirino gobernador de Siria. Y todos iban a inscribirse, cada cual a su
ciudad.
También José, que era de la casa y familia de
David, subió desde la ciudad de Nazaret en Galilea a la ciudad de David,
que se llama Belén, para inscribirse con su esposa María, que estaba
encinta. Y mientras estaban allí le llegó el tiempo del parto y dio a
luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un
pesebre, porque no tenían sitio en la posada.
En aquella región había unos pastores que
pasaban la noche al aire libre, velando por turno su rebaño.
Y un ángel del Señor se les presentó: la gloria
del señor los envolvió de claridad y se llenaron de gran temor.
El ángel les dijo: -No temáis, os traigo la
buena noticia, la gran alegría para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de
David, os ha nacido un salvador; el Mesías, envuelto en pañales y
acostado en un pesebre.
De pronto, en torno al ángel, apareció una
legión del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo:
Gloria a dios en el cielo, y en la tierra paz a
los hombres que Dios ama.
Pistas e historias
para la HOMILÍA
Un
feligrés dijo a su párroco: "Yo asisto a la Misa de Gallo
para
celebrar el gran escándalo".
¿Si usted fuera Dios se convertiría en un ser
humano?
¿Acaso no sería mejor ser Dios en el cielo,
esté donde esté y sea lo que sea ese cielo, que sumergirse en la sórdida
condición humana con sus limitaciones y fracasos?
¿Cómo se puede contestar a este feligrés?
¿Cómo se puede celebrar este gran escándalo que
es la Navidad?
Un amor grande y verdadero es siempre un gran
escándalo.
Navidad más que una fecha del calendario, más
que una fiesta reciclada por los grandes almacenes, es un gran
escándalo, es la fiesta de un gran amor.
Nosotros, los cristianos, estamos llamados a
reciclarla poniendo en el centro al protagonista de la fiesta:
Jesucristo y su escandaloso amor.
Érase una familia que viajaba el día de Navidad. A
la vuelta a casa pararon a comer. El restaurante estaba casi vacío.
Eric,
un bebé de dos años, saludó con su manita y su parloteo a un vagabundo
que allí se encontraba.
Hola, pequeño amigo, le dijo el viejo
vagabundo. Y Eric continuó riendo y diciéndole cosas. Sus padres se
sentían muy molestos y humillados y con unas ganas enormes de que aquel
juego terminara.
Cuando fueron a pagar, Eric corrió hacia el
vagabundo y descansó su cabecita en su hombro. Los ojos del hombre se
cerraron y las lágrimas brotaron de sus ojos tristes. Sus manos
arrugadas y sucias acariciaron al niño y le dio unas cariñosas
palmaditas en la espalda. Después con voz firme le dijo a la madre:
"Cuide bien a este niño. Dios les bendiga. Señora , me ha dado usted mi
regalo de Navidad".
La madre corrió hacia el coche con Eric en sus
brazos diciendo: Dios mío, perdóname.
Navidad está encerrada en esta historia
verdadera. Y Navidad también es una historia verdadera.
Eric es Dios. El vagabundo somos nosotros.
Eric es el deseo y la pasión de Dios por cada
uno de nosotros, pobres vagabundos con nuestras vidas rotas.
Eric es dos brazos decididos a abrazarnos.
Eric es el niño que no sabe de diferencias
sociales y que quiere abrazar y charlar con el más pequeño de los
hombres.
"La Palabra se hizo carne y acampó entre
nosotros".
Si Dios no está con nosotros y no ha abrazado
nuestras vidas rotas, no hay esperanza para nosotros.
Estamos aquí, en la casa de oración, a causa
del amor y como los pastores nos arrodillamos y regocijamos ante el
Emmanuel y Eric, Jesús, nos sonríe y abraza.
La Palabra se hace carne en los que sanan,
perdonan, hacen justicia, comparten y son misericordiosos.
Dos
hermanos de 8 y 10 años eran el terror del barrio. En todas las
travesuras que en él sucedían, allí estaban los dos.
Sus
padres, agotada la paciencia, no sabían qué hacer con ellos.
Habiendo oído hablar de un cura que trabajaba
con muchachos delincuentes, la madre le pidió que hablara con sus hijos.
El cura accedió pero le dijo que quería hablar primero con el más
pequeño. Y la madre se lo llevó.
El cura le mandó sentarse y quiso hacerle caer
en la cuenta de que Dios está EN TODAS PARTES y lo ve todo.
Con el dedo apuntó al niño y le preguntó:
¿Dónde está Dios?
El niño no dijo nada.
De nuevo, el cura apuntó su dedo hacia él y le
preguntó: ¿Dónde está Dios?
El niño no dijo nada.
Por tercera vez, con voz fuete y firme, con el
dedo tocando casi su nariz le preguntó: ¿Dónde está Dios?
El muchacho se asustó tanto que salió corriendo
hacia su casa.
Al llegar a casa se encontró con su hermano y
subieron a la habitación donde planeaban todas sus maldades. Y le dijo:
"Ahora sí que estamos metidos en un GRAN lío". Su hermano le preguntó
qué quería decir con eso de un GRAN lío. Y éste le contestó: "No
encuentran a Dios y piensan que nosotros lo hemos escondido".
¿Dónde está Dios?
La Navidad nos responde a esta vieja pregunta.
Dios no quiere quedarse en su pesebre. Dios
quiere nacer en el pesebre de cada corazón.
MISHNA
Se
llamaba Mishna. Tenía unos ojos muy vivos y tendría unos seis años.
Cuando el educador contempló el pesebre que
había realizado después de la explicación de la Navidad, quedó
sorprendido al ver no un niño dentro del pesebre, sino dos.
Maravillado, llamó a un traductor para que le
preguntara por qué había dos niños en su pesebre.
Mishna cruzó los brazos y, observando la escena
del pesebre, comenzó a repetir la historia con mucha seriedad y para ser
la primera vez que la había escuchado la contó muy bien.
Terminado el relato añadió: “Cuando María puso
al bebé en el pesebre, Jesús me miró y me preguntó si yo tenía un lugar
para estar. Yo le dije que no tenía mamá ni papá, y que no tenía ningún
lugar a donde ir. Entonces Jesús me dijo que yo podía estar allí con él.
Le dije que no podía, porque no tenía ningún
regalo para darle. Pero yo quería quedarme con Jesús. Y por eso pensé
qué podía regalarle yo al niño. Se me ocurrió que tal vez como regalo le
podría ofrecer un poco de calor. Y le pregunté a Jesús: si te doy calor,
¿ese sería un buen regalo para ti? Jesús me dijo que sí, que ese sería
el mejor regalo que jamás podría recibir. Por eso me metí dentro del
pesebre.
Jesús me miró y me dijo que podía quedarme allí
para siempre”.
HOMILÍA 2
NAVIDAD CONTAMINADA
La Navidad de los humanos no es ajena a la contaminación que todo lo invade.
Todos los clérigos hacemos muchos reproches a la Navidad, la nuestra, no a la de Jesús.
La gente ya no felicita la Navidad, nos desea unas Felices Fiestas, fiestas de invierno, fiestas sociales, fiestas gastronómicas…pero sin protagonista predeterminado, sin Jesús.
Acabo de visionar una felicitación de un buen ex -alumno, un corto vídeo en el que desea Felices Fiestas en veinte idiomas mientras dos personas van decorando dos árboles de Navidad. Nada invita a pensar en la Navidad de Jesús. Felicitación para paganos, no para creyentes.
Todo lo que tocamos los hombres lo contaminamos y así la Navidad se comercializa, pierde el sentido original y religioso y se vive sin la pasión de Dios por el mundo y los hombres.
Los cristianos, nosotros los aquí reunidos, los que no hemos perdido aún la memoria pasamos de la guerra de la Navidad contaminada y nos centramos en la Navidad de Jesús.
“El lugar de Dios es el mundo” dice el P. Chenu. Y cuando llegó el momento culminante Dios pronunció una palabra, sólo una, Jesucristo. Y esta palabra llena la Navidad, la primera, la de Belén, la del gran escándalo del amor de Dios, y todas las Navidades que celebramos a lo largo de la historia.
Dios quiere estar entre nosotros y se hizo presente no por medio de una carta anónima o de un representante insípido sino que vino en persona, en Jesucristo.
Es el misterio de la Encarnación. Hacerse carne, la nuestra, y nació de María. Dios necesitaba y quería tener un cuerpo.
Dios quiso demostrarnos que ser humano, con todas las limitaciones que conlleva, bien pensado no es tan malo.
Al compartir nuestra vida, lo sepamos o no, lo queramos o no, introdujo en el mundo un espíritu nuevo, un programa nuevo.
En una ocasión un cura visitaba a una familia y al abrir el ascensor encontró un niño de siete años con su mochila sentado en el ascensor.
¿Qué haces ahí sentado? Es que no doy el peso, contestó el niño. Entonces el cura cayó en la cuenta de que hay ascensores que no funcionan con un peso menor de 25 kilos.
El cura pulsó el ascensor y ambos subieron a sus casas.
Esto es también la Navidad. Los hombres no damos el peso para ascender a lo alto, para subir hasta Dios. La Navidad es Dios que baja hasta nosotros para que juntos podamos ascender hasta la casa de Dios.
Dios con nosotros en esta Navidad de la crisis nos invita a vivir la religión de Jesús, su Año de Gracia, su amnistía de todas nuestras deudas.
Todos hemos contaminado la Navidad de Jesús con la superficialidad de nuestras ideas raquíticas, nuestros ritos sensibleros, nuestras felicitaciones vacías…
Hoy es la noche y el día de recordar, acoger y meditar la única palabra pronunciada por Dios desde el principio: Jesucristo.
HOMILÍA 3
WHO IS THIS CHILD WHOSE BIRTH WE CELEBRATE TODAY?
A young man was intrigued by this question:
what language does God speak?
He asked people around, what is the language of God? And no one was able
to offer him a satisfactory answer. So the young man undertook a journey
going in search of the answer to his all important question. His first
stop was a village. He asked the people there: what language does God
speak? No one of them could answer the question. “But”, they said,
“there is a holy man who lives on the hill outside our village who
perhaps has the answer to your question”.
So the young man went to the holy man. The holy man said, “Look around
you. See the beauty of creation: the glistening sun, the romantic moon,
feel the gentle breeze… Yes, this is the language of God”. The young man
stayed there enjoying the beauty of creation, but he was not satisfied.
After a few days, he said goodbye to the holy man and went on his way.
Along the way, the young man came across a group of very wise men. He
told them of his journey and his search. They said, “God speaks the
language of your heart. Sit and meditate. You will hear Him”. That is
what he did. He sat. He meditated. Day after day. He came to discover
many truths about himself, God and about his relationships. Yet he was
not convinced that his question had been answered. He had not
experienced the voice of God tangibly. So he continued his journey.
After some months of search, he reached a holy place where he saw a
bearded man seated by the window trying to read from a scroll in the
faint light. “Sir, the young man asked him, “what language does God
speak? The holy man looked up and said, “This book is the Word of God.
Read this and you will hear the voice of God”. The young man began to
read the holy book. It was really enlightening, it was as if the message
came from God himself. Slowly he began to discover that there were some
errors in the writing, there were some particularities of that culture
and language. So he felt his question was not answered yet.
He continued his pilgrimage. He reached a city. It was getting dark. He
went around looking for a place to spend the night. There was no place
in the inn. So he was directed to a cave in the outskirts of the city.
When he entered the cave, there he saw a young couple with a new-born
babe. As the young man stood hesitantly at the entrance, her mother
welcomed him in. She showed him the little babe and said. “This is the
language of God”.
It is not only the language of God, it is the only word God has
pronounced: Jesus.
In the opening line of the letter to the Hebrews, we read, “but in our
time God has spoken to us through his Son”. True, God speaks to us
through Jesus, his Son.
Two Sundays ago we asked John the Baptist: “Who are you”? I am a voice,
a witness to the light.
Last Sunday we asked Mary: Who are you? I am the mother of Jesus.
Today, holy day, we ask: Who is this child whose birthday we celebrate
today?
We know the answer to these questions, not because we are too
intelligent but because we read and meditate the Word of God and, in
church, we listen attentively to its proclamation.
Christ is Christmas, period.
There is a secular, a horizontal christmas with a small c, the one we
celebrate with family and friends, overeating, overdrinking, shopping in
Macy’s, looking for the perfect gift and the perfect decoration, and
singing the traditional Jingle Bells. Oh, what fun is to ride...around
the decorated tree.
The truth is that most people do not celebrate the power of Christ, but
the power of Mastercard. There are things money can’t buy for everything
else, there’s Mastercard. This kind of semipagan Christmas does not
reflect the meaning of Christmas and it is valid in every country,
culture, and language.
This is precisely where we need a little Christmas that embraces the
dark night and the joyful dawn of Christmas, of Christ.
The other version of Christmas commemorates the entrance of an eternal
God into the whirl of time and history. God became incarnate in the
person of Jesus of Nazareth.
A student came to a Rabbi and said: In the olden days there were people
who saw the face of God. Why don’t they anymore?
The Rabbi replied, “Because nowadays no one can stoop that low”.
God was not compelled to stoop that low, to be born, to be crucified,
and to offer the perfect sacrifice to redeem us. Humankind had to be
ransomed from sin, therefore Christ became our Goel, our Redeemer.
God is the author of all rules, so He was not compelled to do any of
this.
Love, just because of love. “For God so loved the world that He gave his
only Son, that whoever believes in him shall not perish but have eternal
life” John 3,16
Christmas. Can we afford to ignore Jesus Christ this Christmas?
Christmas is the story of the impossible, God becomes human, the
timeless enters into history, the mighty God becomes a helpless infant,
Christmas is not only impossible, but it is offensive to the ordinary
human reason.
The world in which Christ came was a world of hunger, slavery, injustice,
and war, and superficial religion and still is, after preaching day
after day and Sunday after Sunday the Good News, the Gospel of Love, the
evil that dwells in the human heart is still much visible and infects
our relationships.
It seems that nothing has changed and nonetheless everything has changed
because of Jesus Birth and His message of Love and forgiveness.
We need the courage to dream big. Christmas was possible and a more
perfect world, because of Jesus, is also possible.
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