NAVIDAD, CAMBIO DE IDENTIDAD

P. Félix Jiménez Tutor, escolapio.....

   

 

Me asomo los martes al Heraldo Soria, casi siempre creo yo, con buenas noticias. Este último martes, Diciembre 25, es, alégrate, Navidad.

Tengo la mejor noticia y envío de corazón mi mejor felicitación a todos los lectores del periódico.

Los símbolos dan que pensar.

La Navidad es más que un símbolo, es un niño concebido misteriosamente en el cielo y nacido con toda normalidad en la tierra.

Yo no creo, aunque queda muy lindo, en el decorado del show de Belén con los pastores, los ángeles, la estrella y la música celestial. Los ángeles se merecen un Oscar por la mejor canción y los evangelistas se merecen otro por el más increíble guión.

Lo difícil, lo humanamente imposible, es atisbar el misterio de la Navidad.

La carne es hostil a Dios y necesita un telescopio muy potente, el de la fe, para localizar e identificar la nueva estrella recién emergida.

La Navidad es una fiesta religiosa. Fiesta para los que creen que el baby Jesus es la nueva estrella, el Mesías anunciado, el Salvador.

Aquella primera Navidad y la que celebramos cada Diciembre 25 cambió la identidad de Dios.

Ni el dios de los filósofos ni el de los teólogos ni el de los predicadores tristes ni el que hay que buscar en un universo mudo y lejano. Desde la primera Navidad Dios es simplemente el Dios de los hombres.

Su dominio no es el de las galaxias porque incrustado en la historia, en la nuestra, es un hilo más para que la podamos tejer con las fibras del amor.

"Nuestro Dios es un Dios que se acerca", dicen los judíos y se acerca tanto que toma una nueva identidad, se hace hombre, porque nosotros somos muy importantes para Él.

Escucho a muchos decir, "pues yo no noto su presencia. Sólo palpo su ausencia. Y ya estoy harto de estar harto del silencio de Dios y de la charlatanería de los curas. Nos anuncian un Salvador con mayúscula y el único que presume de tal es Hugo Chávez que tiene nombre de huracán".

Dos mil años celebrando la Navidad y esta humanidad, más tecnificada, vive cada día más deshumanizadamente. Cierto, la Navidad no cambió nada ni cambiará nada por real decreto.

Y como dijo alguien, aunque Jesús no hubiera nacido y todo fuera un cuento, por el sólo hecho de que en su nombre se predique el mandamiento del amor de los unos a los otros ya merece la pena celebrarlo. Es el único mandamiento capaz de humanizarnos.

El vino a sembrar la semilla de la paz y del amor.

A nosotros, los que somos llamados a cambiar de identidad, de hijos de la carne a hijos de Dios, y a celebrarla cada Navidad, se nos exige transformar la tierra.

El show imaginario de Belén hay que hacerlo verdad en Soria y en este 2007.

FELIZ NAVIDAD