DEL SUEÑO DIFERIDO AL SUEÑO REALIZADO

P. Félix Jiménez Tutor, escolapio

 

 

La Constitución americana comienza con dos palabras mágicas, “We the People”, “Nosotros el Pueblo”, pero ese “We” no era plural ni inclusivo, los negros aún no tenían alma y los míticos Founding Fathers poseían su cupo de esclavos y, sin escrúpulos, se solazaban con sus esclavas.

El 1 de enero de 1863 Abraham Lincoln, forzado por la guerra civil, publicaba la Proclamación de Emancipación de los negros. Primer paso hacia la libertad.

Cien años más tarde, el 28 de agosto de 1963, Martin Luther King desde la escalinata del Lincoln Memorial en Washington D.C. proclamó al son de trompetas su “I have a dream”.

El predicador con  fuego en las entrañas soñaba que un día los hijos de los esclavos y los hijos de los amos se sentarían juntos en la mesa de la fraternidad. Free at last!

¡Libres por fin!

Son muchos los negros que han soñado el sueño de la libertad, de la prosperidad y de escalar los peldaños de la gigantesca pirámide social.

La música, el arte y, sobre todo, el deporte han permitido a muchos negros salir del gueto y enriquecerse sin medida. ¿Y el sueño de los sueños? ¿Ser presidente, comandante en jefe e inquilino de la Casa Blanca? Este sueño diferido se hace, hoy, realidad.

Dos predicadores negros, Jesse Jackson y Al Sharpton, guías y mentores de su pueblo lo intentaron sin éxito.

Dicen que la hora más segregada en América es la hora de los servicios religiosos de los domingos. Los negros en sus iglesias, los blancos en las suyas.

Barack Obama, joven, negro, culto y con escaso bagaje político será proclamado como el 44 presidente de la Unión.

Obama, a diferencia de otros políticos que llevan décadas viviendo de la política, es una cara nueva.

Sus críticos le achacan su falta de experiencia: cuatro años aprendiendo el oficio de senador y una juventud trabajando como community organizer.

Saul Alinsky, autor del libro Rules for Radicals, fundó en Chicago, territorio de Obama, el movimiento de Industrial Areas Foundation y una de sus consignas reza, “nunca hagas por los demás lo que ellos pueden hacer por si mismos”.

Los organizadores comunitarios, plataforma ideal para ejercer el liderzazo y luchar por el cambio, programan a la gente para que ejerzan su poder frente al poder y mejoren su barrio y su comunidad. En esta escuela Obama aprendió, saboreó y desarrolló sus cualidades de líder.

A partir de hoy, hora cero, Obama será mucho más que un community organizer de un barrio de Chicago, aunque Sarah Palin juzgue este título como cantidad despreciable, será el organizador de la Unión y del mundo. Cambiar América no desde arriba sino desde la base.

El organizador comunitario es el hombre de la palabra elocuente y apasionada, libre y atrevida que presenta la cruda realidad y produce el cambio.

En esta campaña, Obama ha sido la voz carismática que ha convocado, con la oratoria de los mejores predicadores negros, a cientos de miles de personas hambrientas de escuchar un mensaje nuevo.

Nunca en la historia de la Unión hubo tanto fervor y tanta esperanza en tantas personas en estas liturgias presidenciales.

La prensa, seducida por su juvenil atrevimiento y la novedad de una historia extraordinaria, ha magnificado su mensaje y lo ha editorializado en “Obama for President”.

Ironía de las ironías, hasta algunos pesos pesados de las filas republicanas como Colin Powel, algún senador y el neocón Fukuyama, autor del libro “End of History” se han subido al carro triunfador de Obama.

Euforia de la esperanza y del cambio y euforia económica.

Esta campaña ha batido todos los récords imaginables. 632.000 nuevos donantes han contribuido a la campaña de Obama con 300 millones de dólares.

En América donde todo es grande y tiene que ser a lo grande, por primera vez se han quemado más de dos mil millones de dólares en una campaña presidencial, pero la sorpresa de las sorpresas, el futuro es hoy, será el triunfo de un candidato negro, Barack Obama. Atrás quedan los campos de algodón y las uvas de la ira. Es la hora de beber el jugo de las uvas.

El muro de la raza cae, ¿caerá algún día el de la no religión?

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