PADRES MODERNOS

P. Félix Jiménez Tutor, escolapio...

   

 

Los AA –Alcohólicos Anónimos- inventaron el Programa de los 12 Pasos para poner un stop a su dañina adicción.

Reconocer que uno no tiene poder frente al alcohol y no controla su vida es el primer paso. Pero hay un Poder Superior, segundo paso, que puede devolverles la salud.

Este Programa teñido de religiosidad tiene una condición sine qua non, la asistencia a la reunión semanal, mitad terapia, mitad oración. Y la religión de los 12 Pasos, hoy, ha invadido todas las adicciones imaginables desde el sexo hasta la comida.

Cada adicción tiene su programa y cada impotencia su fármaco.

En una reunión de sacerdotes en New York me sorprendió el saludo de uno de ellos: "Me llamo Desmond y soy un alcohólico". Necesitan recordárselo a sí mismos y decírselo a los demás, necesidad terapéutica y liberadora.

A los padres se les ha recordado durante estos últimos meses uno de sus derechos. Un poster a la entrada de las iglesias gritaba: "Yo elijo… Apunta a tu hijo a la clase de religión".

Nuestros padres son muy modernos. Los hombres de hoy son asépticos en sus adicciones y en sus creencias. Ni adictos a las múltiples espiritualidades new age ni a las religiones organizadas, viven como si fueran el ombligo del mundo. Son el hombre unidimensional profetizado por Herbert Marcuse.

Hombres felices en sus minúsculos relatos, aislados social y familiarmente, se desenganchan de las ideologías y de los grandes relatos para vivir en un universo cerrado a la trascendencia.

¿Cómo van a imponer a su precioso y delicado hijo el yugo de la religión?

¿Cómo le van a transmitir una fe que jamás han practicado?

¿Cómo lo van a apuntar a una asignatura que no da euros?

En este ambiente sanitizado, feliz herejía, los niños son los que no necesitan la clase de religión. Lo urgente es apuntar a los padres a la clase de religión, a un Programa de los 12 Pasos, a un reciclaje, a un carné por puntos… Habitantes de algún planeta enano, hay que invitarles con alegría a subir a bordo de una nueva nave que los lleve al Planeta Superior.

Yo vi con mis propios ojos una escena en el Presbyterian Hospital que me grifó los pelos. Mientras esperaba mi turno para un stress test contemplé con admiración a un niño que, oculto tras un gran libro de pastas rojas, leía en voz alta en hebreo la Torá. El padre, maestro y sacerdote, corregía errores y alababa aciertos. El padre le transmitía su lengua, su historia, su fe, y su más profunda identidad en una sala de espera. ¿Qué no hará ese padre en el hogar?

Seguro, seguro que ese niño no necesitó clases de religión de nadie más. Todos los sábados acompañará a su padre a la sinagoga y allí, con otros muchos creyentes, recita, canta, escucha, entra en trance y se siente feliz de pertenecer a un pueblo y compartir un pasado y un futuro común.

Unamuno quería despertar a los dormidos. Los curas tenemos que encontrar la cura contra la indiferencia ambiental y prender la mecha de la dimensión perdida, la trascendencia.
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