¿QUIÉN ME HEREDARÁ?

P. Félix Jiménez Tutor, escolapio

 

 

Hablar en primera persona del singular, en mi caso, suena a etéreo e irreal.

Yo no tengo que hacer testamento. No tengo nada. Por no tener no tengo ni hijos a los que dejar una farmacia, unas tierras o unas deudas.

Los hijos de los curas ortodoxos o protestantes heredan la vocación, la iglesia y la cuenta corriente de sus padres.

Los curas católicos liberados del imperativo de la fecundidad biológica, primer mandato de Dios en el libro del Génesis: “Procread y multiplicaos y henchid la tierra”, vivimos en una burbuja sublime y subliminal que resulta difícil de entender y vivimos sin la primera bendición, una descendencia “más numerosa que las estrellas”.

Yo me he jubilado de mis clases de la ESO y un seglar más ha usurpado mi puesto. Ya no hay repuestos.

Como ustedes comprenderán no hablo de mi herencia. Y lo que escribo en mi portal o en Heraldo Soria no es mío, son ruinas a merced del oleaje del olvido.

¿Quién me heredará?

Pregunta que me escuece y que la institución Escuelas Pías evita responder con valentía.

Heredar unos ladrillos, los puede heredar cualquiera. Algunos ya lo esperan y ven cercana la hora.

Lo que no se puede heredar es el alma, ese algo, que une y da sentido a todas las partes desconectadas. Y un colegio escolapio, evaporada el alma, no es nada.

¿De que le sirve al hombre ganar el mundo entero si pierde su alma?

Esta pregunta del evangelio es válida para cualquier institución.

Ganar el mundo, ambición noble, es la tarea del hombre siempre en búsqueda, siempre inacabado y siempre amenazado.

Perder el alma, desprecio posmoderno, es marginar lo inútil, el espíritu y la espiritualidad, la humildad y la gratitud, es apostar por una escuela sin alma.

Cuentan que un colegio de Ursulinas fue heredado por los padres de los alumnos y los profesores.

La fachada lució durante un tiempo el original título de Ursulinas. Dos años más tarde el nombre desapareció. Se había quedado sin alma.

El sueño originario, la identidad, lost in the translation, habían sido borrados para siempre.

La misión se había reducido a un empleo, un sueldo.

¿Quién me heredará?

A mi no me pueden heredar. Toda mi vida he trabajado sin sueldo.

Ya no hay vocaciones porque todos quieren su cheque al final de mes.

Yo espero que el alma de mi colegio no se pierda del todo porque ya no habría nada que heredar.