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Escritura:
Eclesiástico 3, 3-7.14-17; Colosenses
3, 12-21;
Lucas 2, 41-52 |
EVANGELIO
Los padres de Jesús solían ir cada año a Jerusalén
por las fiestas de Pascua.
Cuando Jesús cumplió doce años, subieron a la
fiesta según la
costumbre,
y cuando terminó, se volvieron; pero el niño Jesús se quedó en
Jerusalén, sin que lo supieran sus padres. Éstos, creyendo que estaba en
la caravana, hicieron una jornada y se pusieron a buscarlo entre los
parientes y conocidos; al no encontrarlo, se volvieron a Jerusalén en su
busca. A los tres días, lo encontraron en el templo, sentado en medio de
los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas: todos los que le
oían quedaban asombrados de su talento y de las respuestas que daba.
Al verlo, se quedaron atónitos, y le dijo su
madre: -Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Mira que tu padre y yo te
buscábamos angustiados.
Él les contestó: ¿Por qué me buscabais? ¿No
sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre? Pero ellos no
comprendieron lo que quería decir.
Él bajó con ellos a Nazaret y siguió bajo su
autoridad. Su madre conservaba todo esto en su corazón. Y Jesús iba
creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y los hombres.
HOMILÍA 1
"Tus hijos no son tus hijos. Son los hijos e
hijas del anhelo de la
vida.
Vienen a través de ti, pero no de ti y, aunque están contigo, no te
pertenecen. Puedes darles tu amor, pero no tus pensamientos pues tienen
los suyos propios. Puedes abrigar sus cuerpos, pero no sus almas, sus
almas habitan en la casa del mañana, que tú no puedes visitar ni
siquiera en sueños. Puedes esforzarte en ser como ellos, pero no
intentes que sean como tú". Jalil Gibran
Un año, cuando la niña tenía 11 años, la
sirvienta de toda la vida dejó la casa y el trabajo. Los padres de la
niña estaban a punto de emprender un viaje a Europa y, a toda prisa,
tuvieron que buscar otra sirvienta para que la cuidara.
Unos días antes del viaje, la niña observaba
cómo su madre guardaba
todas
sus joyas y la vajilla de plata en la caja fuerte. Nunca lo había hecho
antes. La niña le preguntó a su madre por qué lo guardaba todo este año
bajo llave. La madre le dijo que no se fiaba de la nueva sirvienta. Esta
observación hirió tanto a la niña que nunca lo olvidó.
¿Acaso no era ella la joya más valiosa de la
familia?
¿Acaso no valía ella más que todos los
cuchillos y tenedores de plata? ¿Por qué la dejaba
a ella con una sirvienta de la que no se fiaba?
La Navidad que estamos celebrando un año más es
el misterio de un niño, Jesús, un niño que no aterriza en la tierra en
una nave espacial, un niño que no es de Marte ni de Venus, un niño
nacido en una familia, la familia de María y de José.
En muchos aspectos una familia de tantas. Con
grandes problemas:
dudas
sobre la paternidad, la pobreza, nacimiento en un establo, perseguido
por Herodes, destierro a Egipto, vuelta a Nazaret, búsqueda de un nuevo
trabajo…
Esta familia que nosotros llamamos "sagrada
familia", que consideramos como la familia perfecta e ideal, que cumplía
todas las leyes religiosas de su pueblo, esta familia también vivió sus
sobresaltos y sorpresas.
Aunque Dios lo puede todo, no quiere hacer las
cosas por arte de magia ni con remedios caseros, ni con botánicas ni con
milagros espectaculares. Dios se sirve de nosotros para hacer la
historia de salvación. Dios se sirvió de María y de José, de una familia
de tantas, para criar y educar a su hijo Jesús.
Lucas, en este pasaje de su evangelio "2,
41-52", nos cuenta uno de esos días en la vida de esta familia.
"Los padres de Jesús iban todos los años a
Jerusalén para la fiesta de
la Pascua. Y cuando Jesús cumplió doce años
fue también con ellos para cumplir este precepto".
Jesús cantaría con sus padres y los miles de
peregrinos el salmo que dice: "Qué alegría cuando me dijeron vamos a la
casa del Señor, ya están pisando nuestros pies tus umbrales Jerusalén".
Era la primera peregrinación de Jesús.
Era su primera Pascua.
Era su primera celebración de la fiesta
nacional judía.
Era su primera visita al gran templo, al
corazón de la religión, al centro de los negocios de Dios.
Yo me imagino a Jesús gozoso, todo ojos y todo
oídos en aquel mar de peregrinos, en la casa de Dios. Y allí se quedó
sin permiso de sus padres.
Jesús comenzó allí su búsqueda personal. Un
viaje en busca de su identidad, en busca de su Padre, de sus raíces más
profundas, de una dirección para su vida.
Tres días en el vientre de la ballena. Tres
días en el sepulcro. Tres días en el Templo, aprendiendo y
experimentando las cosas de su Padre. Un training que José y María no le
podían ofrecer.
Y allí, en el Templo, Jesús hizo su primera
aparición pública.
Según el evangelio de Lucas, el primer diálogo
de Jesús con sus padres fue: "Hijo, ¿por qué te has portado así? ¿No
saben que tengo que ocuparme de los asuntos de mi Padre?
Los asuntos de mi Padre.
María y José se quedarían con la boca abierta.
Jesús como más tarde cuando preguntó y ¿quién es mi padre y mi madre?
ponía distancia, e indicaba nuevas prioridades y obligaciones.
Los asuntos de mi Padre.
Una visión nueva de la vida. Una nueva e
ineludible relación. Una nueva obediencia. Una relación nueva para Jesús
y nosotros: Dios es el Padre de todas las familias. Y en la casa de
Dios, la experiencia de una nueva paternidad, una conversión.
Los padres de Jesús no comprendieron lo que
acababa de decirles. Y regresaron a Nazaret.
María guardaba fielmente en su corazón estas
palabras "los asuntos de mi Padre", y los recuerdos de este primer viaje
a Jerusalén.
Reflexión en la Fiesta de la Sagrada Familia |
La
familia es el santuario en el que sus miembros viven el
encuentro con Dios y los hombres.
La
familia tiene también su sancta sanctorum, ese ámbito
religioso y secreto en el que tiene que manifestarse el
misterio de Dios y del corazón humano.
Así
como Ana acude al santuario de Silo a llorar, orar y
mendigar a Dios, así también toda familia cristiana, en el
santuario de su intimidad, tiene que abrirse al Dios de la
vida y del amor.
Ana
escuchada y agraciada con un hijo no se siente dueña sino
tutora del hijo. El hijo es de Dios y para Dios.
Jesús
perdido en el santuario de Jerusalén descubre su identidad y
su misión. Más que hijo de la carne, es hijo del Espíritu.
Relativiza
los vínculos de la sangre para vincularse consciente y
totalmente a Dios. El que es de Dios, debe volver a él, debe
entregarse a él.
La
familia es el santuario, la iglesia doméstica, del sí.
Todo comenzó con el sí de los
esposos el día del matrimonio, día mágico, con un sí
renovado y dicho a lo largo de muchos días poco mágicos.
Continuó
con el sí abierto y gozoso a la vida de los hijos y se
prolonga en el sí diario a Dios en la educación cristiana de
los hijos.
En el bautismo entregamos a
los hijos a Dios, los ponemos en las manos de un nuevo Padre
y decimos sí a una nueva vida que queremos y debemos
acompañar en el santuario del hogar.
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HOMILÍA 2
TEMPLE ALONE. LOST IN
JERUSALEM
“Now every year his parents went to Jerusalem
for the festival of Passover. And when he was twelve years old, they
went up as usual for the festival. When the festival ended and they
started to return, the boy Jesus stayed behind in Jerusalem, but his
parents did not know it. Assuming he was in the group of travelers,
they went a day’s journey. Then they started to look for him among
their relatives and friends. When they did not find him, they
returned to Jerusalem to search for him. After three days they found
him in the Temple, sitting among the teachers, listening to them and
asking them questions.
And all who heard him were amazed at his understanding and his
answers. When his parents saw him they were astonished, and his
mother said to him, “Child, why have you treated us like this? Look,
your father, and I have been searching for you in great anxiety”. He
said to them, “Why were you searching for me? Did you not know that
I must be in my Father’s house? But they did not understand what he
said to them. Then he went down with them and came to Nazareth, and
was obedient to them. His mother treasured all these things in her
heart. And Jesus increased in wisdom and in years, and in divine and
human favor”. Luke 2,41-52
Your children are not your children.
They are the sons and daughters of Life’s longing for itself.
They come through you but not from you,
And though they are with you yet they belong not to you.
You may give them your love but not your thoughts,
For they have their own thoughts.
You may house their bodies but not their souls,
For their souls dwell in the house of tomorrow,
Which you cannot visit, not even in your dreams.
You may strive to be like them,
But seek not to make them like you.
For life goes not backward nor tarries with yesterday.
You are bows from which your children
As living arrows are sent forth.
The archer sees the mark upon the path of the infinite,
And he bends you with His might
But His arrows may go swift and fast.
Let your bending in the archer’s hand be for gladness,
For even as He loves the arrow that flies,
So He loves also the bow that is stable.
(Kahlil Gibran, THE PROPHET)
When a boy was coming of age to be a man, families would make their
first pilgrimage to the Temple to witness the Feast of the Passover.
Here would be why Luke mentions Jesus's Age, 12 years old preparing
to turn 13 would now come along with his parents to witness this
eight days Feast.
The story is narrated by Luke’s Gospel, chapter 2. This is the only
canonical story of Jesus’ boyhood.
What do you want to be when you grow up? Questions we asked children
many times.
Did Jesus ever answer this question to his parents?
In today’s Gospel we have the answer. And what a mysterious way to
tell them:
“Your children are not your children
They are the sons and daughters of Life's longing for itself
They come through you but not from you
And though they are with you yet they belong not to you”.
It was Jesus' first pilgrimage to Jerusalem and he got lost. Joseph
and Mary were in a panic when they discovered that Jesus was not
with the group of travellers going back to Nazareth.
Three days later, after an agonizing search, Joseph and Mary found
the lost boy, not roaming the streets of Jerusalem, not in a
speakeasy, but in the right place, in the Temple.
Now it was Mary’s turn to ask questions. What an amazing
conversation between a child, Mary addresses Jesus as a child, and a
man, Jesus considers himself a man.
“Child, why have you treated us like this? Asks Mary.
By the way, when you pray do you think of Jesus as a baby or as an
adult?
Jesus is not the one who is lost. He knows who he is and where he
belongs. Joseph and Mary are the ones who do not understand, they
are lost without Jesus.
“Why is it that you were looking for me. Did you not know that I had
to be in my Father’s house”? These are the only words recorded of
Jesus in thirty years and they tell us who He was and why He came.
That is the crux of the whole test.
According to Luke Jesus, not only knew the Torah, he was able to
debate with the scholars, something that only adults are supposed to
do.
Jesus entered the Temple as a child and he came out as an adult.
Jesus entered the Temple as the son of Joseph and Mary and he came
out as the Son of God.
JESUS never left the Temple. He was not lost. His true Father was
YHWH and his true home was not Nazareth, his home is where his
Father is.
We may find ourselves missing God’s presence in our lives and
searching for him in the wrong places.
We can all lose Jesus at some point in our Christian life if we do
not watch out carefully
Are you traveling away from the Temple? Do not look for Him in the
wrong places. God has not moved. He is waiting for you to come back.
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