EL SERMÓN DE SARKOZY

P. Félix Jiménez Tutor, escolapio....

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Hay políticos grises, tristes y ascetas como salidos de un cuadro del Greco y hay políticos flamboyant, corajudos, vitalistas y mediáticos, imaginados por Andy Warhol.

Sarkozy más que ser noticia quiere ser la noticia. Eclipsa a todos los que están a su alrededor. Es el presidente Soleil.

El 20 de diciembre 2007, Sarkozy era invetido "Canónigo de Honor" de la Basílica Laterana, la catedral del Papa, cabeza y madre de todas las iglesias de Roma y del mundo.

Título que, desde 1604, exhiben todos los presidentes de la República francesa. Mitterrand y Pompidou lo ignoraron.

El presidente-canónigo, el día de su investidura, no sé si con corbata o con capisayos romanos, pronunció su primer sermón que, sin duda alguna, halagó los oídos de los canónigos profesionales.

Los políticos europeos no escriben nada y menos sermones. Las creencias y la religión es materia reservada, más privada que la vida de sus alcobas.

Sarkozy, presidente de una República orgullosa de su laicidad centenaria, defendió con gran atrevimiento la bondad y el papel positivo que las grandes religiones y, especialmente la católica, juegan en la sociedad y del diálogo a implementar inevitablemente con todas.

Afirmó que asumía el pasado todo de Francia y dijo que "las raíces de Francia son esencialmente cristianas". Mencionó santos como Charles de Foucauld, escritores como Mauriac, Bernanos, Claudel…y filósofos como Pascal, Maritain y Mounier.

Una larga lista de nombres que enriquecen e iluminan el firmamento patrio y el curriculun escolar.

Para Sarkozy la laicidad, libertad de creer o no creer, practicar una religión o cambiar de religión, no es la negación del pasado. Lo valiente y deseable sería asumir las raíces cristianas de Francia e incluso revalorizarlas y defender la laicidad que ya ha alcanzado su plena madurez.

La laicidad, autonomía de lo temporal, separación de la iglesia y el estado, libertad total de la persona, no es enemiga de lo humano y tiene una vertiente positiva ya que no considera a las religiones como contrincantes o rivales sino como cartas con las que hay que jugar también. No busca el enfrentamiento sino el diálogo.

"Francia necesita católicos plenamente cristianos y cristianos plenamente activos.".

Como no se es cura a medias sino en todas las facetas de la vida, dijo, yo tampoco quiero ser un presidente a medias.

Sarkozy, trabajador incansable, hombre de esperanza, dijo que "un hombre que cree es un hombre que espera. Y el interés de la República es que haya muchos hombres y mujeres que tengan esperanza".

Jugar con todas las cartas de la baraja, incluida la de la religión, sumar y no restar, ese es el objetivo del presidente.

En su discurso de año nuevo dijo a los franceses, haciendo referencia a un libro de Edgar Morin que propone colocar al hombre en el corazón de la política, que lamenta que "la política se reduzca a la gestión y deje de lado las causas reales de nuestros males".

"Necesitamos lo que yo llamo una política de la civilización".

Sarkozy, hombre de muchos amores, y de un gran amor a su país, a su patria, a Francia.