EL SEXTO SIGUE SIENDO EL PRIMERO DE LA LISTA

P. Félix Jiménez Tutor, escolapio

 

 

Sobran las encuestas para saber cuál es el pecado que encabeza la lista de los pecados de los cristianos.

Surfeando las aguas de Internet tres olas gigantescas me sumergieron en las profundidades del corazón de los hombres.

Internet se ha convertido en un confesionario público y anónimo.

MySecret.tv, página sólo para mayores de 18 años, alberga las confesiones de los cristianos angustiados por el peso de la culpa y manchados por la tinta negra del pecado.

Un confesante escribe: "Yo peco. Lujuria. Pornografía. Masturbación. Desde que tenía 14 años no me gusta la persona que soy. Yo ofendo a Dios. He rezado a Dios para que me libere de mi inclinación al sexo y de la libido. Me siento indigno de su amor, su gracia y su misericordia. Me arrepiento. Pido perdón. Pido al Espíritu Santo que me fortalezca y ayude".

Esta confesión, y otras muchas semejantes, sin confesor, sin absolución y sin penitencia apuntan al mismo blanco, al único mandamiento que a todos nos trae de cráneo, el sexto.

El Sheriff de Wall Street, el vigilante de los crímenes de guante blanco y de alcobas, mi admirado Mr. Spitzaer, en su juvenil y abrasadora ambición se ha cocido en su propia salsa. No necesita confesarse en Internet, la prensa y la televisión han aireado sus caros pecadillos, cinco mil dólares la hora, por todos los rincones del planeta. Son caros porque violan el número Uno de la lista.

Su sincera confesión: "Como seres humanos nuestra mayor gloria consiste no en no caer nunca sino en levantarse cada vez que caemos", es digna de cualquier Reverendo.

La Iglesia, siempre tan minuciosa en la especificación y en la cuantificación de los pecados, en un aggiornamento tardío nos ofrece nuevas listas de pecados.

Tiempo atrás nos dio el decálogo del conductor. Pero los consejos de la DGT son más humanos, más inteligentes y más eficaces.

Ayer el Vaticano, a través de Gianfranco Girotti, nos recordó una nueva lista de pecados sociales, ecológicos y bioéticos.

Listas clásicas o modernas, no me negarán que el sexo, río subterráneo con miles de afluentes que todo lo colorean, sigue siendo la mancha y la obsesión.

Cuando yo estudiaba, en tiempos modernos o posconciliares, me enseñaron que sólo existe un pecado para la muerte o mortal, hacer una opción fundamental de vida sin Dios. Todo lo demás, sin ignorar su posible gravedad, no corta el cordón umbilical que nos une a Dios.

El evangelio de San Juan es consolador y no sabe de listas de pecados. Para él sólo hay uno, no creer en la Palabra encarnada, en Jesucristo.

Ahora que "la casa arde, que los consumidores están sentados en el banquillo de los acusados", que los SUV emiten ingentes cantidades de CO2, que explotamos a los inmigrantes, que clonan hasta el semental "Alcalde" y se manipula la vida, las religiones, incluida la laica, ponen el grito en el cielo.

La religión, amo luego existo, cada día tiene menos presencia en los medios y sin embargo tiene muchas cosas que decir sobre el absoluto y el sentido de la vida. Convertirla en mera actualidad, en noticia trivial, es empobrecerla.

Sin que suene a sermón, estamos aún deseándonos Felices Pascuas, tiempo de libertad y alegría, de burlar la muerte y de mirar al futuro con esperanza.